La iniciativa ciudadana que se ha convertido en movimiento «Todos Somos El Espino» ha empezado una forma diferente de luchar por los derechos ambientales y la protección de las áreas naturales protegidas como las de la finca El Espino
La iniciativa ciudadana que se ha convertido en movimiento «Todos Somos El Espino» ha empezado una forma diferente de luchar por los derechos ambientales y la protección de las áreas naturales protegidas como las de la finca El Espino
Tras la aprobación del proyecto para la construcción del nuevo Centro de Ferias y Convenciones en un 11.71 % de la finca El Espino, por parte de la Asamblea Legislativa el pasado 16 de julio, salvadoreños se mostraron alarmados por el lugar elegido para levantar la obra.
Una convocatoria en redes sociales se viralizó tras el anuncio, llamando a la ciudadanía a participar en una concentración y, posteriormente, en una marcha pacífica en el Parque Bicentenario la mañana del domingo 3 de agosto.
La iniciativa reunió a unas 70 personas, muchos de ellos usuarios frecuentes del Parque Bicentenario y del Ecoparque El Espino, ubicado entre San Salvador y Ciudad Merliot. Tras coincidir en ideas y en el desacuerdo con el proyecto, se conformó el movimiento Todos Somos El Espino.
Los asistentes, «armados» con ropa deportiva, tenis cómodos, bicicletas, carteles hechos a mano y acompañados de sus mascotas, recorrieron los alrededores del Parque Bicentenario hasta llegar al Parque El Principito.
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Aunque el movimiento es todavía prematuro —con apenas un mes de trabajo en conjunto—, sus miembros tienen la determinación y la confianza de que podrán llamar la atención de las autoridades para que reconsidere la decisión y ejecuten el proyecto en un espacio alternativo que no continúe destruyendo esta natural de San Salvador.
Durante cada fin de semana de agosto, Todos Somos El Espino convocó a caminatas, divulgó contenido en redes sociales, diseñó una identidad gráfica, organizó jornadas de reforestación, recolectó firmas y buscó espacios en distintos medios de comunicación para visibilizar la lucha y exigir la cancelación del proyecto del nuevo CIFCO.
Su acción principal a corto plazo es recolectar un millón de firmas para respaldar legalmente una petición física que será entregada a las instituciones pertinentes, con el fin de solicitar que el proyecto se ubique en otro lugar.
«Creemos que El Espino ya no puede seguir siendo destruido. Es un espacio vital que sostiene el poco equilibrio medioambiental que queda en la ciudad», expresaron representantes del movimiento.
Los ciudadanos organizados aseguran estar de acuerdo con el desarrollo, siempre y cuando este no implique un mayor impacto ambiental. «Estamos de acuerdo con el desarrollo, pero debe ser uno que preserve y sea sostenible», señalaron.
Tras cada actividad, el movimiento suma más voluntades, aunque reconocen que uno de sus principales obstáculos es la indiferencia de la población frente al medio ambiente y el desconocimiento de la importancia de El Espino.
Una de las participantes es Gaby Retana, quien apoya la recolección de firmas desde su negocio Narcisa Bakery.
«Para mí el Ecoparque es un respiro y un espacio donde he creado comunidad con amantes del café y de la naturaleza. Es de los pocos lugares que nos quedan para escapar entre semana, caminar y respirar un aire más saludable», comentó.
Retana agregó que sin pensarlo se unió a la iniciativa y trasladó algunas listas a su cafetería:»Hay gente que viene solo a firmar cuando se entera que tenemos las listas aquí, y aprovecha para llevarse su café».
Además, consideró que el proyecto del CIFCO puede construirse en otra ubicación: «Hay que priorizar lo poco que nos queda, porque cada vez se nota más el cambio climático. En Narcisa, al comprar insumos orgánicos para nuestros productos, vemos cómo el clima deteriorado afecta la producción. Es incoherente que El Salvador se venda en el exterior como un país verde, productor de café, mientras localmente se destruye el medio ambiente».
El movimiento busca alcanzar el millón de firmas a través de voluntarios que recolectan apoyos en lugares como la Universidad de El Salvador, la Universidad José Simeón Cañas, en sus actividades comunitarias, en emprendimientos locales y en el propio Parque Bicentenario.
El sábado 30 de agosto organizaron una Rodada Ciclista por El Espino, que inició en Santa Tecla, en el gimnasio Adolfo Pineda, y culminó en el Parque Bicentenario. El domingo siguiente realizaron otra concentración en el parque, que incluyó una ceremonia indígena.
Las acciones en defensa de la Finca El Espino no son nuevas: se trata de una lucha constante, aunque esporádica, que se ha dado a lo largo de los últimos 30 años.
El primer antecedente se remonta a 1993, cuando la Asamblea Legislativa declaró la zona como «protectora de suelo y de reserva forestal», con una extensión de 569 hectáreas (equivalente a 815 manzanas).
En 1996, el terreno volvió a estar bajo amenaza por proyectos urbanísticos y clubes privados que ponían en riesgo el bosque. Fue entonces cuando grupos ambientalistas como CESTA y UNES interpusieron un recurso de inconstitucionalidad ante la Corte Suprema para frenar los planes de urbanización.
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Durante la gestión del ex alcalde Mario Valiente se impulsó la creación del Parque de Los Pericos, hoy Parque Bicentenario, como medida de protección. Sin embargo, entre 2006 y 2012, con la construcción del bulevar Diego de Holguín (hoy Monseñor Romero), organizaciones como CESTA y SalvaNatura denunciaron la destrucción ambiental provocada por el proyecto. Se realizaron protestas y campañas de reforestación como expresión de rechazo.
En 2018, ex colonos beneficiados por la reforma agraria fueron desalojados por orden judicial de una comunidad instalada dentro de la finca. Tras varios años de lucha y un campamento en el bulevar de Cancillería, en 2021 lograron, gracias a cooperación internacional, la construcción de apartamentos y espacios comunes para las familias.
La defensa de El Espino se suma a otras luchas contra la urbanización y la tala indiscriminada que afectan a zonas verdes del Gran San Salvador: Los megaproyectos en la zona de recarga acuífera en Nejapa.La tala de árboles en el Parque de la Familia en los Planes de Renderos. Los proyectos habitacionales en la Cordillera del Bálsamo en Nuevo Cuscatlán.
Estos casos, entre otros, han incrementado la vulnerabilidad ambiental y social en épocas de lluvia y de sequía.
De acuerdo con el Balance Ambiental 2024 de UNES, El Salvador es el segundo país más deforestado de la región, con problemas graves de deforestación, inseguridad hídrica y alimentaria, cambio climático, explotación de manglares y contaminación de zonas costeras.
Por lo que la tensión entre el desarrollo urbano y la conservación ambiental sigue siendo un tema vigente en el Gran San Salvador. Mientras los proyectos inmobiliarios y de infraestructura avanzan, también crecen las voces ciudadanas que buscan garantizar que el progreso no implique la pérdida irreversible de los recursos naturales.
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