El experto en migración señala que la alianza Trump-Bukele podría terminar siendo nociva para el Gobierno salvadoreño, porque la mayoría de salvadoreños viviendo en EE.UU. aborrece la actual guerra contra los migrantes.
El experto en migración señala que la alianza Trump-Bukele podría terminar siendo nociva para el Gobierno salvadoreño, porque la mayoría de salvadoreños viviendo en EE.UU. aborrece la actual guerra contra los migrantes.

Alianza Américas es una organización con sede en Washington, que dese 2004 trabaja para mejorar las condiciones de vida de personas migrantes en Estados Unidos (EE.UU). Óscar Chacón fue su director por 17 años y ahora, como asesor de la organización para Latinoamérica, hace un análisis de las políticas migratorios de la administración de Donald Trump. Para él, la reducción de migrantes detenidos en la frontera con México, podría ser temporal porque no han cambiado los factores que originan que la gente quiera irse.
El experto en migración señala que la alianza Trump-Bukele podría terminar siendo nociva para el Gobierno salvadoreño, porque la mayoría de salvadoreños viviendo en EE.UU. aborrece la actual guerra contra los migrantes.
Antes de responder es importante señalar que la administración Trump en este segundo periodo llegó mucho más preparada en todos los sentidos que en la primera. El tema migratorio fue indudablemente un tema central desde su anuncio de que quería ser candidato. La narrativa dominante ha sido avanzada por sectores de la política estadounidense que abrigan prejuicios extremistas: pensar que los únicos migrantes buenos son europeos de raza blanca, y que toda la migración es dañina. Esto es algo que Trump lo entendía muy bien, y por eso es que han ocupado el tema migratorio como piedra angular de su estrategia comunicacional. Y han ocupado el tema migratorio para introducir una solución radical al tema de la disensión política.
En esta administración, Trump llega con aspiraciones políticas que van mucho más allá de ser el presidente antiinmigración. Llega convencido de que EE.UU. está listo para vivir su propia versión de un hombre fuerte a la cabeza, que rechaza los contrapesos, y que se abroga poderes que no le corresponden. El tema migratorio ha sido la excusa para avanzar una agenda que va muchísimo más allá: una tendencia militarizadora de la sociedad estadounidense.
Trump llega en esta ocasión con un equipo 100% leal a su persona, donde el culto a su personalidad es un elemento central, donde no hay nadie que le diga: «mire, señor presidente, eso va en contra de la tradición, no lo puede hacer.» Para nada. Es un equipo 100% sometido a la figura de Trump.
Y en el ámbito migratorio, hubo una figura que en su primera administración ocupó un cargo relativamente secundario, Stephen Miller, pero que en esta reformulación del gobierno lo elevan a subjefe de gabinete. Miller es un representante fiel a lo que dije antes: una visión aborrecida de los extranjeros.
Lo que Trump ha recibido al llegar en enero era algo que ya venía caminando en esta dirección de una reducción drástica. Lo que te dicen esos datos es cuánta gente tuvo contacto la patrulla fronteriza. No te dice realmente cuánta gente ingresó. Está por verse si se va a sostener ese patrón, porque si tú regresas a otros momentos de la historia, en los que también hicieron una labor intensa de militarización de la frontera, y de incremento en los mecanismos de control, por ejemplo en 1987, los números se redujeron enormemente. Lo que sucede más bien es un reacomodo de los flujos, porque la única manera de saber con absoluta certeza que los flujos van a reducir es si logramos apaciguar los factores que causan la migración.
Y ahí, definitivamente, no ha cambiado mucho. En México, en Centroamérica, en Sudamérica, en el Caribe, los grados de exclusión económica, social, cultural, política que seguimos viviendo no han cambiado mucho.
Me atrevería a decir que es muy probable que, de no cambiar sustantivamente los factores que causan la migración, esta reducción que hemos visto va a ser temporal.

Si las tendencias que ya son obvias se mantienen, entrado el próximo año, la única manera en que el Partido Republicano va a poder mantener su mayoría en ambas cámaras del Congreso es manipulando la ley. Porque lo que lo que ya está pasando es que el Partido Republicano en múltiples estados va aceleradamente redefiniendo los distritos de representación legislativa federal, para asegurarse que los demócratas no tengan posibilidad real de ganar.
Para el presidente Trump es imperativo mantener mayoría legislativa, aún cuando en el plan económico lo que estemos viendo es un creciente patrón de insatisfacción. Esto normalmente sería la fórmula de desastre para un partido que está en el poder actualmente, pero en este caso, sin necesariamente violentar la ley se pueden dar cambios que conlleven a que el Partido Republicano de Trump sea el partido dominante.
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Trump todavía está detrás de las cifras que impulsó Barack Obama. Pero hay un factor importante a no perder de vista: esta administración sí va a deportar más personas, sin duda alguna, pero más que deportar les interesa mantener privado de libertad a tanto extranjero como sea posible. ¿Por qué? Porque La industria de la detención de extranjeros ha demostrado ser extremadamente rentable.
Hubo dos corporaciones en particular que invirtieron generosamente en la campaña electoral republicana del año pasado. Esas empresas no hicieron esa inversión sin esperanza de retorno a la inversión. Al contrario, ellos han sacado compromisos verbales de que se les va a compensar. Y estas empresas acaban de recibir, en términos simbólicos, una promesa de apoyo. Si tú tomas en cuenta, por ejemplo, que el costo de tener a un extranjero detenido es más o menos $45 por noche y el gobierno le reembolsa a la empresa $165 por noche por detenido. O sea, es un negociazo.

Mucha gente, hasta cierto punto ingenua, cree que la moneda de cambio siempre va a ser la misma. Es decir, que si yo le doy a Estados Unidos una enorme concesión migratoria, me van a corresponder con moneda migratoria. Y eso no funciona así. En el caso salvadoreño ya ahora sabemos, pues el periódico The Washington Post publicó un artículo muy potente sobre la negociación dirigida por Marco Rubio, el presidente salvadoreño Nayib Bukele y la administración Trump. La moneda de cambio no es migratoria. La moneda de cambio tiene que ver con algo que el gobierno de El Salvador quería: conseguir que regresen a El Salvador a figuras claves de liderazgo de pandillas que están detenidos en Estados Unidos. Ya regresaron algunos, pero no todos. Esa es la moneda de cambio en la relación Estados Unidos – El Salvador.
En el campo migratorio, para serte honesto, no ha habido cambio. Algo miserable que probablemente si lo den es mantener vigente el TPS. Es una medida miserable porque en realidad, en la actualidad, el número de personas salvadoreñas protegidas bajo TPS andará por los 120, 130 mil personas.
El salvadoreño que vive fuera no es un sujeto social diferente al que vive en El Salvador. Es decir, nuestra cultura democrática es muy pachita, muy superficial. Yo con frecuencia digo que los salvadoreños, como la mayoría del resto de los latinoamericanos, somos básicamente pordioseros cuando de cultura democrática se trata. Lo segundo que hay que señalar es que ha habido un esfuerzo absolutamente admirable de influir la manera de pensar del salvadoreño que vive en Estados Unidos, desde la gestión pública en el país. Los canales de YouTube, las páginas de Facebook, TikTok, están 100% dirigidas a influir la manera de pensar del que vive fuera del país. Es una inversión que jamás se había hecho. Y esto ha rendido buenos resultados.
Se ha jugado muy bien con la versión más plástica de orgullo nacional. Para tratar de decirle al salvadoreño: «Tenemos un presidente que lo admira a todo el mundo.» O sea, a qué salvadoreño no le apela en cierta medida su orgullo que le digan eso. Sin embargo, hay una conversación que está muy en pañales y es: qué tipo de democracia nos merecemos verdaderamente los salvadoreños. Y al comenzar a considerar esa pregunta, yo creo que los castillos en el aire se van a empezar a caer.
Creo que eso debería invitarnos a comenzar a considerar qué tipo de El Salvador es el que me haga sentirme verdaderamente orgulloso. Y ahí sí la relación Trump-Bukele puede que termine siendo una relación nociva para el gobierno salvadoreño, porque quienes vivimos en Estados Unidos, y no te estoy hablando del 100%, pero estoy hablando de la mayoría de la gente, detestamos lo que está pasando.
En términos de esta guerra tan declarada, tan cruel que le están lanzando a las personas migrantes. Es despreciable, da asco, que quieran poner a cientos de miles de migrantes en detención por noche. Hay aproximadamente 2.1 millones de salvadoreños en Estados Unidos. De esos, alrededor de 600, 700 mil no tienen estatus migratorio. Es decir, que son potencialmente víctimas de esta embestida en contra de extranjeros en Estados Unidos.
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