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Daniela, la microempresaria salvadoreña que exporta a 10 países

Tailandia, Grecia, Francia, Italia, Estados Unidos, Puerto Rico y Filipinas son algunos de los países donde las obras en hilos de esta joven salvadoreña ha encontrado mercado.

Foto EDH / Miguel Lemus

Más que tapices o murales, el trabajo de esta emprendedora se trata de obras monumentales hechas con hilos multicolores, tejidas totalmente a mano y que conquistan los mercados y clientes más exclusivos de América, Asia y Europa.

«A mí me gusta llamarlo arte textil ese es mi enfoque porque porque todo parte de un concepto de diseño de una inspiración, muchas veces puede ser la historia del cliente, un elemento de la naturaleza o emociones de nosotros como artistas», explica Daniela Rivas, la joven de 32 años.

La entusiasta emprendedora ha encontrado con su arte un nicho de mercado de élite. Sus obras que van del metro a los ocho metros de alto y cuyo peso puede superar las 80 libras, ya decoran grandes casas de moda en lugares tan distantes como Mikonos en Grecia o Bangkok en Tailandia.

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La joven, de profesión arquitecta, inició su emprendimiento al que bautizó como Navir, unos meses antes de que la pandemia obligara al encierro colectivo de millones de personas.

Foto EDH / Miguel Lemus

Daniela cuenta que aunque disfrutaba su trabajo como arquitecta en el que llevaba nueve años, «se sentía vacía de propósito» y decidió dejar atrás la oficina e iniciar su aventura con los hilos.

Lo primero que hizo fue estudiar el mundo de los textiles, investigar técnicas locales y recorrer pueblos del país en busca de artesanos y materia prima idónea para el mar de ideas que surgían en su cabeza.

Su objetivo estuvo claro desde el inicio, quería crear arte textil contemporáneo y «elevarlo a un nivel que dialogara con la arquitectura de lujo y los espacios residenciales de alto diseño».

«Yo quería hacer arte pero enfocado en el cliente en el que con el que yo trabajaba cuando era arquitecta, la firma hace casas de lujo y estaba convencida que podría acercar los textiles a ese diseño arquitectónico contemporáneo, sabía que podían dialogar juntos pasar de algo menos típico o étnico a algo más sofisticado», cuenta la joven.

Los primeros meses Daniela trabajó sola, adaptando habitaciones y hasta la sala de su apartamento para elaborar piezas que superaban los cuatro metros de altura.

Así como sus clientes fueron creciendo también lo hacía el tamaño de las piezas , cada vez más grandes y complejas. El uso de escaleras de diferentes niveles y hasta de andamios, se hizo necesaria.

El crecimiento la llevó a contratar a su primera colaboradora y luego a formar un equipo de artesanas a quienes ella misma capacitó.

Ahora Wendy, Claudia y Jenny son las tres artesanas que junto a ella, elaboran monumentales tapices que decoran los sitios más exclusivos.

Las tres colaboradoras, como ella, no sabían nada de telares, pero poco a poco fueron aprendiendo y conectándose con arte que aseguran les cambió la vida.

Foto EDH / Miguel Lemus
Foto EDH / Miguel Lemus

Claudia, de 32 años, es madre soltera de dos hijos de 13 y 9 años y asegura que este trabajo le hace sentirse orgullosa y hasta valiosa.

«Yo vine acá sin saber nada y cuando termino una obra que sé que va a Francia o a esos países de Asia, siento que estoy haciendo algo grande e importante», contó orgullosa.

Además del taller, ubicado en Zaragoza, La Libertad, Daniela coordina el trabajo de unos siete artesanos externos en distintos oficios y zonas del país, que la apoyan con textiles, mecánica, carpintería, cerámica y orfebrería.

Piezas bajo pedido

Aunque Daniela celebra cada puerta que se abre y la cantidad de pedidos que le llegan, reconoce que no ha sido fácil.

Uno de sus desafíos fue el tema de las exportaciones, porque no tenía ni la más mínima de idea de cómo enviar una obra suya fuera del territorio.

Otro proceso difícil fue el tema del empaque y el embalaje que sigue siendo costoso, algunas piezas pueden implicar hasta $1,000 solo en costos de envío.

Pero la experiencia le ha ido ayudando a encontrar mejores métodos y formas de empacar y alianzas que le han permitido mejorar las exportaciones y la logística.

Navir trabaja dos modalidades, creación desde cero inspirada en la historia o concepto del cliente, o adaptación de diseños del catálogo.

Daniela diseña digitalmente y presenta propuestas personalizadas antes de iniciar la producción.

Su primer envío al exterior fue a Miami, una pieza de dos metros de alto por 1.40 de ancho, que bautizó como «Catalina», igual que su pequeña hija de año y medio y que su bisabuela, uno de los motores en su vida. La pieza fue encargada por una interiorista salvadoreña radicada en esa ciudad.

El proyecto más decisivo llegó poco después, dos piezas monumentales para la tienda de Starbucks en Antigua Guatemala, una de ellas de cuatro metros de alto y otra de ocho metros de ancho. Ese encargo consolidó la visibilidad regional de la marca.

Tras esa primera puerta, el ascenso de la joven artista ha sido imparable. Una mañana mientras teje hilos en su taller puede recibir una llamada de Italia y por la tarde, le llega otra de Filipinas, los pedidos son tan lejanos como frecuentes.

Foto EDH / Miguel Lemus
Foto EDH / Miguel Lemus

Más sueños por cumplir

Navir ha enviado obras a todos los países de Centroamérica, además de Estados Unidos, Canadá, México, Puerto Rico y República Dominicana. En Europa ha llegado a España, Francia, Italia y Grecia, y en Asia a ciudades como Bangkok, Filipinas y otros.

Una de las alianzas más recientes es con una marca internacional de moda, que ha colocado sus piezas en boutiques de lujo, especialmente en destinos tipo resort, donde los textiles encajan con la estética de la marca.

A nivel general, su principal cliente sigue siendo el residencial, familias que buscan piezas únicas hechas a medida para sus hogares y cien por ciento tejidas a mano.

Con mayor demanda, las dificultades ahora están en la gestión diaria, Daniela continúa liderando personalmente la parte artística y la comunicación, lo que requiere tiempo y presencia constante, y confiesa que aún no ha logrado delegar esa área sin perder su esencia.

Además, el taller se ha quedado pequeño. Las obras cada vez son más grandes y los pedidos más frecuentes, por lo que contempla ampliar el espacio en el corto plazo.

Pero sus sueños no se detienen, aunque no imaginó llegar tan lejos, reconoce que desde que comenzó quería llegar a lo grande, al lujo, a lo exclusivo.

Y aunque ya entró a mercados exigentes, ahora su anhelo es participar en ferias internacionales de diseño en Miami, Estados Unidos o en Milán, Italia.

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