Las necesidades le obligaron a trabajar desde muy pequeño; para sobrevivir, se empeña día a día vendiendo en las calles de San Miguel bajo el sol, a pesar de una discapacidad motriz.
Las necesidades le obligaron a trabajar desde muy pequeño; para sobrevivir, se empeña día a día vendiendo en las calles de San Miguel bajo el sol, a pesar de una discapacidad motriz.

«Prefiero trabajar que pedir». Así es como Wilber Antonio Solís, de 37 años, relata que ha decidido ganarse la vida vendiendo periódicos desde que era muy pequeño y a pesar de su dificultad motriz. Para él ha sido muy difícil encontrar oportunidades de trabajo por esa misma situación, y agradece a la persona que le dio la oportunidad de laborar, ya que eso le permite llevar el sustento a su casa.
«A mí no me quieren dar (trabajo) en otro lado, ya he buscado, pero por mi discapacidad no me dan», comentó Wilber.
Cuenta que ya tiene 19 años de vender periódicos en los alrededores de la catedral de San Miguel. Todas las mañanas se levanta desde muy temprano y va a ofrecer los periódicos a los conductores que pasan.
Su historia
Nació en el hospital San Rafael del departamento de La Libertad, de donde es su padre, pero su madre es migueleña y retornó con ella a tierras orientales desde pequeño. A los meses de haber nacido, a Wilber le dio un tipo de parálisis que derivó en una discapacidad motriz, según le contó su madre, porque «me bañaron cuando me dio una fiebre», aunque no hay un diagnóstico preciso.
Por 10 años asistió a terapias en el hospital nacional San Juan de Dios de San Miguel, donde se rehabilitó y logró caminar. Cuenta que pasó varios años arrastrándose en el suelo. En la infancia, comenzó los estudios pero tuvo que suspender cuando iba a cuarto grado, no logró aprender a leer ni escribir, y tuvo que comenzar a trabajar debido a las múltiples necesidades que tenía. Cuando tenía oportunidad de jugar, dice, le gustaba mucho el fútbol.
Debido a la pobreza, y a que se dedica todos los días sin descanso a trabajar por las responsabilidades, no ha podido buscar opciones médicas para determinar si su enfermedad tiene algún tratamiento que le pueda mejorar su condición motriz, por lo que si hay algún médico que desee ayudarlo, puede contactarse al número 7259-8237.
Wilber sueña con tener casa propia algún día, ya que relata que es triste cuando un arrendante le indica que tiene que desalojar la propiedad, y en su mente siempre está la preocupación por cubrir esa responsabilidad. Su ropa y zapatos desgastados por el uso son la evidencia de su situación.

A pesar de su poca preparación escolar, Wilber es un joven educado y respetuoso. Una de las etapas más difíciles para él fue en pandemia, no podía dejar de trabajar por las obligaciones de alquiler, y era de los pocos que se veían en las calles. Aún con su condición física no sale a pedir a las calles, sino a trabajar, y ha sabido ganarse el corazón de quienes le conocen, para muchos es admirable lo que hace por subsistir.
Su meta del día
Sobre sus hombros pesa la responsabilidad de juntar dinero para alimento y el alquier donde reside con su mamá, de quien menciona que, cuando está bien de salud, hace tortillas para vender y apoyar con los ingresos, que apenas alcanzan para lo nocesario.
Por la 4a Calle Oriente y la 4a Avenida Norte, se desplaza para ofrecer los periódicos bajo el incandescente sol del mediodía. Wilber pasa ahí con la esperanza de venderlos todos. Wilber pasa ahí con la esperanza de venderlos todos. Entiende que la economía está muy difícl en el país y que, quizás como a él, a las demás personas les cuesta mucho percibir ingreoss, lo que cree que, debido a ello, de un tiempo para acá las ventas han bajado.
«Hasta la misma gente me dice ‘¡hay! no puedo ayudarte, hasta la otra’, y yo si no vendo mi periódico no compro mis zapatos, mi ropita, ni pago la casita que tengo alquilada», relata.
Por el incandescente sol de San Miguel, dice que muchas veces ha llegado enfermo a su casa, ya que a veces sufre deshidratación por no poder comprar agua, o por ahorrar para el pago de alimentos o tener para el presupuesto del alquiler de la casa, ya que a fin de mes debe dar 150 dólares.
«Agradezco la buena voluntad de la gente de buen corazón que a veces me ayuda», comentó.
Algunas personas son amables con él y le colaboran comprándole, otros, dice, le cierran el vidrio del vehículo en la cara, pero es algo que ha aprendido a superar con el tiempo para que no le afecte. Para él, que camina con dificultad, es muy riesgoso permanecer en la calle, por eso dice que solo se acerca cuando el semáforo está en rojo.
«Wilber es un joven muy trabajador, su madre no vio en él ninguna discapacidad y le enseñó a ser independiente y a trabajar; ella vende tortillas muy ricas que hasta vacías se podían comer, es muy decente y humilde», dijo Claudia Reyes, quien les conoce.
Wilber representa a los hombres y mujeres que no se dejan amilanar por las adversidades sino que salen a luchar día a día por ellos y sus familias.
De manera que si usted desea ayudarlo con víveres, ropa o zapatos, puede contactarlo o comprarle los periódicos, siempre se mantiene los alrededores de catedral y el parque Guzmán de San Miguel, él se lo agradecerá.
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