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“Mamá Dorita”, la mujer que convirtió las flores de papel en patrimonio cultural

Sus flores no solo adornan tumbas o altares: son testimonio de una historia tejida con paciencia, color y amor por sus raíces. Una tradición que, gracias a los 97 años de sus manos sigue floreciendo.

Foto EDH / Miguel Lemus

Entre colores vivos, aroma a parafina y manos que no se detienen, la casa de Francisca Dora Tobar, conocida cariñosamente como “Mamá Dorita», es un jardín de flores que nunca mueren. Desde su corredor, rodeada de ramilletes y herramientas, observa cómo sus hijas continúan con el oficio que ella aprendió hace más de ocho décadas: la elaboración artesanal de flores de papel que son enceradas para la posteridad. Hoy, la tradición es símbolo de identidad y patrimonio cultural de la localidad de Quezaltepeque, en La Libertad.

Desde los 13 años, “Mamá Dorita” descubrió su pasión por este arte cuando fue aprendiz de “Juanita”, otra florista, quien le enseñó el proceso completo, flor por flor. Además aprendió a  envolver el alambre que hace de tallo, moldear la semilla, preparar la mecha, pegar la hoja, teñir y finalmente encerar. 

«Mamá Dorita» aprendió a realizar el oficio de la elaboración de flores de cera y papel a los 13 años de edad. En la actualidad tiene 97 años de vida. |Foto EDH / Miguel Lemus

Con el pasar de los años, perfeccionó la técnica y fundó su propio taller: la floristería “Mamá Dorita”, donde hoy su familia mantiene viva la herencia que acompaña a sus ocho hijos y varios nietos.

“Para mí, hacer flores ha sido una gran satisfacción”, comenta, mientras sus manos agrupan pétalos de colores. “Es algo que me pone contenta, que me ha acompañado toda la vida y no como un trabajo”, dice y agrega que “es una parte de nuestra cultura que no debería perderse”.

Su hija Sandra Cotto, quien trabaja junto a sus hermanas, recuerda que crecieron entre canastas de flores. “Desde pequeñas aprendimos el oficio, mi mamá nos enseñó, antes de salir a jugar o ir al parque a ver un partido, debíamos terminar una canastada de flores, de esa manera nos formó, con disciplina y por eso sentimos amor por lo que hacemos”, comenta.

Uno de los primeros pasos es la elaboración de las flores en papel teñido de colores. |Foto EDH / Miguel Lemus

En la floristería familiar cada integrante tiene una función, la elaboración de estos arreglos es una combinación de diversas tareas, algunas requieren fuerza y otras destreza manual. Mientras se preparan las semillas, se corta el papel o se dibujan las hojas, alguien calienta a fuego lento una olla de parafina (cera), para finalizar el proceso en agua tibia.

Este es el día a día del emprendimiento. Durante todo el año producen diversas flores como orquídeas, rosas, y nardos. La mayor demanda llega en el Día de los Difuntos y el Día de la Madre, cuando los ramos, coronas y corazones se multiplican en el pueblo.

El hogar de esta familia siempre está lleno de flores y adornos por encargo. |Foto EDH / Miguel Lemus

A sus 97 años, “Mamá Dorita” sigue siendo el alma del taller. Sus ojos se iluminan al hablar de su vida con las flores. “Es algo que me gusta mucho, que aprendí hace muchos años y que me ha acompañado toda la vida, me da alegría, me trae recuerdos de mi familia y me hace acordarme de las personas que me enseñaron”, finaliza.

La floristería “Mamá Dorita” se encuentra a unos metros del cementerio Municipal de Quezaltepeque, en el final de la avenida Delgado del Barrio El Calvario, para encargos puede contactarles al 7695-8931.

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