La principal divergencia se centró en las condiciones para un eventual cese al fuego.
La principal divergencia se centró en las condiciones para un eventual cese al fuego.
Por: Pascal Drouhaud
La mejor prueba de la relevancia de la cumbre multilateral organizada en la Casa Blanca el pasado 18 de agosto —que reunió al presidente estadounidense Donald Trump con líderes europeos y con el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky— no fueron sus comunicados oficiales, sino las fotografías generadas por inteligencia artificial que circularon después. Esas imágenes, que mostraban a los europeos en actitudes que parecían disminuir su protagonismo, reflejaron simbólicamente la asimetría de poder en la mesa de negociaciones.
Unos días antes, Trump y el presidente ruso Vladimir Putin habían sostenido un encuentro bilateral en la base militar conjunta Elmendorf-Richardson, en Anchorage, Alaska, con el objetivo declarado de reanudar el diálogo directo entre ambas potencias. La cordialidad aparente, desde la invitación de Trump a Putin a compartir el vehículo presidencial hasta los gestos públicos de felicitación, contrastó con un mensaje más contundente: el sobrevuelo de dos bombarderos furtivos B-2A, capaces de portar armamento nuclear y la bomba antibúnker GBU-57 MOP, utilizada previamente contra instalaciones iraníes en Fordow y Natanz. Más allá de las sonrisas, el simbolismo fue inequívoco: Washington quería dejar claro que el poder militar seguía respaldando sus iniciativas diplomáticas.
Europa y la guerra en Ucrania
En ese contexto, la reunión trilateral en la Casa Blanca —Trump, Zelensky y varios líderes europeos— buscó coordinar posturas frente a la guerra entre Ucrania y Rusia. El contraste en estilos de liderazgo fue evidente: Estados Unidos actúa bajo una sola figura ejecutiva, mientras que Europa, con su entramado institucional, responde a una lógica colegiada y semi-federal. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y Antonio Costa, al frente del Consejo Europeo, compartieron protagonismo con los jefes de Estado presentes: Emmanuel Macron (Francia), Alexander Stubb (Finlandia), Zelensky (Ucrania), Friedrich Merz (Alemania), Giorgia Meloni (Italia) y Keir Starmer (Reino Unido). A ellos se sumó el secretario general de la OTAN, Mark Rutte.
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Los resultados del encuentro no produjeron anuncios inmediatos, pero sí confirmaron la voluntad de crear sinergias entre los distintos actores. Francia y Alemania reforzaron su papel de punta de lanza en el apoyo militar y diplomático a Kiev. París, además, subrayó su peso particular como único miembro de la Unión Europea con arsenal nuclear y asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, junto al Reino Unido, aliado extracomunitario pero clave. Italia, por su parte, venía desempeñando un papel mediador en los meses previos.
Uno de los puntos centrales fue la posibilidad de impulsar un futuro encuentro directo entre Putin y Zelensky. Washington respaldó la idea, aunque con cautela, recordando el fracaso del intento previo en febrero.
Diferencias en las condiciones de paz
La principal divergencia se centró en las condiciones para un eventual cese al fuego. Los europeos insistieron en que debía ser un paso previo a cualquier cumbre, mientras que Trump no lo planteó como requisito indispensable. El mandatario estadounidense aseguró a Zelensky que su país seguirá garantizando la seguridad de Ucrania en el marco de cualquier acuerdo, aunque sin precisar el alcance de esa ayuda. En su visión, Europa constituye “la primera línea de defensa” frente a Moscú, mientras que Kiev demanda garantías sólidas de seguridad para aceptar cualquier negociación.
Poco después del encuentro, Zelensky anunció que parte de esas garantías incluirían un acuerdo de armamento de 90.000 millones de dólares con Estados Unidos. Aunque esa cifra fortalece el respaldo militar, el horizonte de una paz duradera sigue viéndose distante.
Trump buscó mostrarse conciliador, pero los europeos insistieron en recordar los principios innegociables: no habrá paz sin garantías de seguridad a largo plazo y sin un marco que impida nuevas agresiones, aunque ello implique debatir sobre concesiones territoriales.
Un horizonte incierto
Moscú, por su parte, exige reciprocidad en esas garantías, lo que complejiza aún más un escenario donde el alto al fuego aparece como una meta alcanzable, pero un acuerdo global de paz se percibe todavía como ilusorio.
Mientras tanto, la guerra sigue su curso.
Politólogo francés y especialista en temas internacionales.
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