Solo en 2024, la gremial Campo estimó pérdidas económicas a cultivos de maíz y frijol superiores a los $65 millones, por la afectación de la tormenta tropical Sara.
La localización del territorio salvadoreño, lo expone a una alta probabilidad de sufrir daños por inundaciones, sequías e incluso terremotos.
Óscar Cabrera presidente del Colegio de Profesionales de Ciencias Económicas, Colproce, reveló que entre 2000 a 2024, la economía salvadoreña ha perdido más de 16% del Producto Interno Bruto, es decir, casi $5,000 millones, debido a los desastres naturales.
De acuerdo a los datos recopilados por el Colegio de Economistas en el documento «Cómo avanzar hacia un modelo de desarrollo productivo, inclusivo y sostenible en El Salvador», las pérdidas económicas producto de los desastres naturales están comprometiendo a que el agro tenga baja productividad y una mayor propensión a enfermedades por el cambio climático.
En la misma línea, el Banco Interamericano de Desarrollo BID, estima que el impacto económico del cambio climático podría alcanzar el 7.2 % del PIB para el 2030. Dada la exposición de El Salvador a los fenómenos hidrológicos, geofísicos, climatológicos y meteorológicos.
De todos los riesgos por desastres a los que está expuesto el país, es más vulnerable a inundaciones producto de las constantes precipitaciones que sufre todo el territorio, entre abril hasta noviembre de cada año.
Justo a mediados de noviembre de 2024 y por más de seis días, El Salvador sufrió lluvias torrenciales como parte de la depresión tropical Sara, que golpeó en gran medida la producción agrícola.
La Cámara Salvadoreña de Pequeños y Medianos Productores Agropecuarios, Campo, estimó pérdidas que superan los $65 millones por esta tormenta.
Solo en maíz, la gremial contabilizó daños en unas 32,152 manzanas de cultivo, lo que equivale a unos 1,458,688 quintales del grano afectados y pérdidas superiores a los $38,782 millones.
En el caso del frijol, Campo calculó afectación en unas 28,371 manzanas, con impacto negativo en 425,565 quintales de frijol y unos $26,427millones de dólares en pérdidas económicas.
De acuerdo a Treminio, el frijol es el cultivo más sensible a las precipitaciones, y como el 75% de este se realiza en la siembra postrera, a finales de julio o agosto, que es cuando más llueve, nunca se consigue la cantidad proyectada para el periodo.
Por su parte, Adalberto Blanco de la Mesa para la Soberanía Alimentaria, también señaló que el riesgo a desastres pone en peligro la alimentación de la población. «La seguridad y la soberanía alimentaria del país están en riesgo por varios factores, uno de ellos y de los más graves, es el riesgo que se tiene a eventos climáticos, se necesitan acciones urgentes de mitigación», advirtió.
Producción agrícola en riesgo
Según el documento «Impactos del Cambio Climático sobre la Biodiversidad y Seguridad Alimentaria en El Salvador» de la Unidad Ecológica Salvadoreña (Unes), aproximadamente 7,000 kilómetros del territorio salvadoreño están destinados a cultivos, siendo la mitad de estos, ocupados en granos básicos.
El informe, que analizó los frutales, hortalizas y granos básicos que se producen en El Salvador, para conocer cómo influye la temperatura y niveles necesarios de humedad y precipitación, destacó que el cambio climático afectará tanto el desplazamiento de cultivos como la disminución de la productividad agrícola que se encuentra actualmente en serio peligro.
«Los requerimientos climáticos, los rangos de tolerancia a la temperatura y a la altitud son factores clave para la sobrevivencia de los cultivos, y el cambio climático está modificando estos tres factores, por lo tanto, los cultivos se encontrarán con problemas de adaptación a las nuevas condiciones climáticas», detalla la Unes.
Por su parte el informe «Impactos potenciales del cambio climático sobre los granos básicos en Centroamérica», elaborado en conjunto por la Cepal y el Consejo Agropecuario Centroamericano (CAC), también proyecta reducciones significativas en los rendimientos de los cultivos para finales de siglo, producto del cambio climático.
Para el maíz estima una reducción regional de hasta el 35% en producción, en el peor de los escenarios, se espera, cita el documento, que los rendimientos del cultivo disminuyan con el aumento de la temperatura y la variación en las lluvias.
Para el frijol y el arroz, los pronósticos son aún más duros, se espera una reducción de producción entre el 43% para el primero y el 50% para el segundo.
Además de las inundaciones, la sequía afecta gravemente la agricultura, la seguridad alimentaria y la disponibilidad de agua, dice el informe.
Debido a la disminución de los índices de precipitación, la Unes vaticina que habrá mayor sequedad del suelo, y con el aumento de la temperatura, se incrementará la humedad relativa del aire y del suelo.
También se potenciará la disminución de caudal de los ríos, pudiendo crear lugares con estancamiento de las aguas, lo que afectará a la biodiversidad tanto de peces como de anfibios; animales que son los principales predadores de insectos, esto causará plagas más fuertes y resistentes, advierte el informe.
Además, la calidad, cantidad y tamaño de los frutos se verá reducida drásticamente, obligando a los productores a utilizar cada vez más plaguicidas, fungicidas y herbicidas, a añadir mayor cantidad de agroquímicos y utilizar una mayor cantidad de agua para el riego de sus cultivos.
«Para el 2080, si las estimaciones térmicas y de precipitación existentes, llegaran a cumplirse, casi la totalidad de los cultivos que ahora existen en el país, tendrían que desaparecer, puesto que el estrés hídrico y calórico sería tan grande que la productividad agrícola disminuiría hasta un punto no rentable económicamente para el agricultor», advierte el informe.
El camino a seguir
De acuerdo a Treminio, los pequeños productores no cuentan con apoyo del gobierno para enfrentar las consecuencias del cambio climático, aunque ellos por su cuenta están implementando nuevas formas de siembra.
«Ya están cambiando la agricultura 100% química por aplicación de productos orgánicos como biofertilizantes y abonos orgánicos. Porque les sirven para dos cosas, una, ir recuperando los suelos que están degradados y dos, para el costo económico es mucho menor», explicó.
Treminio recomienda al gobierno hacer planes de contingencia contra los riesgos inminentes a varios fenómenos naturales.
Otras de las estrategias citadas por las entidades consultadas, son ejecutar prácticas de agricultura sostenible, soluciones basadas en la naturaleza, inversiones en infraestructura de adaptación, políticas para el manejo de riesgo de desastres y para regenerar y preservar los ecosistemas. La Unes también propone redescubrir las tecnologías tradicionales y la agricultura sostenible a pequeña escala.
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