«Recordando a mi querido «Napo Cuchara» y al clan Platero, integrado por Mamá Reina, Papá Chepe, Daniel «Pajarito», Armando y Tito», por Manuel de Jesús Cañadas
«Recordando a mi querido «Napo Cuchara» y al clan Platero, integrado por Mamá Reina, Papá Chepe, Daniel «Pajarito», Armando y Tito», por Manuel de Jesús Cañadas

Era marciano a morir y cuanta vez me lo encontraba, me recordaba el suceso del 4 a 3. Manejaba su taxi y en el tablero andaba fotos de sus jugadores favoritos: Mauricio «Pachín» González, Sergio «Tabudo» Méndez, Guillermo «Loro» Castro.
En cierta ocasión me hizo una carrera y no me quiso cobrar; con mucha discreción dejé unos pesos en el asiento y al día siguiente me los fue a dejar a la casa no sin antes reprochármelo. Lo hice pasar y casi se abalanzó sobre un álbum de fotos que tenía en la sala. ¿Lo puedo ver?, me preguntó. ¡Cómo decirle que no a un aficionado capaz de llegar hasta las lágrimas cuando perdía el equipo! nuestro querido Marte.
Un personaje solidario que de repente aparecía en los entrenos y le daba aventones a los jugadores que no tenían transporte. Para entonces eramos campeones, vivíamos días triunfales y hasta se había envalentonado con sus amigos y parroquianos del billar del «Chapín» allá en La Garita, donde lo agarraban de encargo cuando el «Bombardero» perdía.
Es que había sufrido días aciagos por la constante amenaza del descenso, pero tuvo su revancha cuando llegaron los nuevos títulos bajo la dirección de don Hernán Carrasco y luego de Armando Contreras Palma. «Ahí viene «Napo Cuchara», ya va a empezar a hablar del Marte» decían en el billar y no se equivocaban.
Yo le llamaba don Napo y el me replicaba: «¡Dígame «Napo Cuchara» profesor, a usted le valgo todo». Los domingos seguía en su taxi al bus del equipo y estaba convencido que no había otro mejor: «Yo disfruto estos triunfos, con el plantel que tenemos debemos ganar, pero el 4 a 3 no debemos olvidarlo» solía decir.
Se refería a una hazaña de color azul el 5 de febrero de 1967, cuando el Alianza reinaba ante quien fuera; ese día dominaba a placer al Atlético Marte 3 a 0 y como les era usual a semejantes cracks, nos estaban dando un baile; el «Chueco» Hermosilla se ponía la pelota en la nuca, Sepúlveda dirigía la orquesta y no pasábamos de la mediacancha.
El pitazo del árbitro dando por finalizado el primer tiempo fue todo un alivio. Para la segunda parte, nuestro entrenador Isaías Choto me envió a la cancha, comenzaba mi andadura en la Liga Mayor y aunque me pareció un enorme compromiso no me arredré.
En la charla del medio tiempo don Isaías habló del amor propio y de la lealtad hacia la institución marciana; que era el momento para demostrar nuestras capacidades y que debíamos luchar para evitar la debacle.
Fue un envión anímico y el equipo salió con otra actitud. Se jugaban unos minutos cuando «Pachín» hizo un centro rasante y me tiré de cabeza para lograr el que probablemente sería el gol del honor, aunque en el camino me encontré con un taco de Salvador Mariona que me dejó un chindondo que consideré como un trofeo de guerra.
Luego al genial «Pachín» quien antes de ser su compañero era mi ídolo y lo será por siempre, le hicieron un penal que Ricardo Eguizabal convirtió en gol. A continuación llego el show de Sergio Méndez con dos goles más, el primero con un tiro fuera del área y en el otro con una corrida desde nuestro campo cuando Alianza se había ido encima en busca de la ventaja y pasó como un obús entre Guido Alvarado y Mariona para eludir al «Monito» Cortez. Ganamos 4 goles a 3 y lo celebramos en grande.
Y esa fue mi llave para entrar a formar parte de la familia Platero, con Mamá Reina, Papá Chepe, su hermano Daniel el «Pajarito» y sus hijos Armando y Tito. Me valió además para que me regalaran una chumpa, un radio y me abrieran un crédito en los Trajes Robert, que por supuesto, Mamá Reina se encargaba de que estuviera al día.
Los diarios destacaron la remontada: Mario Águila Zelaya en La Prensa Gráfica, Roy Archila en El Diario de Hoy, Beto Martínez en El Mundo y Arturo Soto Gómez en el Latino se lucieron con sus notas a ocho columnas, pero a mí me encantó más la crónica de «Napo Cuchara»: «Con toda la fierrada de las cabañas nos fuimos para el «Flor Blanca», previamente al partido nos comimos una porción de cusuco o de lo que fuera y con Armando Quintanilla el famoso «Cabo Cheto» fuimos el centro de las bromas, pues nuestro Marte no tenía muchas posibilidades aunque estábamos acostumbrado a sufrir. Tapia, Sepúlveda y Monge nos habían vacunado y todos nos hicieron chaqueta, yo no soporté y antes de que me vieran llorar me fui para la casa y dejé al pobre «Cheto» aguantando las burlas.
Venía por el Hospital Militar cuando usted hizo el primer gol, por el Telégrafo cuando el gol de Ricardo Eguizabal. Ya llegando a La Garita, el «Tabudo» empató y entonces me regresé.
Me bajaba del carro cuando escuché un grito de gol, corrí y encontré a la salida a unos aficionados aliancistas con caras tristes.
Entré cuando el árbitro pitaba el final y no me pude contener, ahí lloré pero de alegría, me uní en el festejo con el «Cabo Cheto» y gritamos como nunca, mientras todos callaban y nos tuvieron que aguantar. Por eso profesor, ¡cómo le iba a cobrar la carrera!».
Hace unos años «Napo Cuchara» se adelantó en el viaje, debe haber ido con una camisola azul y a San Pedro le habrá explicado que llegaba del planeta Tierra, pese a ser marciano.
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