Con corridos tumbados, pirotecnia y una euforia desbordada, Natanael Cano conquistó al público salvadoreño en su esperado debut en el Estadio Cuscatlán.
Con corridos tumbados, pirotecnia y una euforia desbordada, Natanael Cano conquistó al público salvadoreño en su esperado debut en el Estadio Cuscatlán.

El Estadio Cuscatlán vivió el pasado 15 de noviembre una de sus noches más intensas del año. Entre sombreros norteños, cadenas brillantes, lentes oscuros y el distintivo estilo tumbado, miles recibieron por primera vez en el país a Natanael Cano, el fenómeno sonorense que ha llevado los corridos a una nueva era.
A las 10:30 p. m., el estadio quedó a oscuras. Bastó el primer rasgueo de “Mi bello ángel” para que los gritos explotaran y las luces de los celulares iluminaran la grada como un mar vibrante. Los fuegos artificiales marcaron el arranque de un espectáculo que se extendió por casi dos horas, cargado de energía y una puesta en escena pensada al detalle.
Respaldado por su banda y un grupo de bailarines que imprimió dinamismo a cada tema, Cano salió con la actitud que lo ha convertido en referente del género: desinhibido, seguro y con una conexión inmediata con el público salvadoreño, que coreó desde las primeras canciones sin bajar el ritmo en ningún momento.
Antes del concierto, varios fans compartieron qué esperaban escuchar en vivo, y los deseos se cumplieron uno a uno. “Morritas”, “Amor tumbado”, “El F” y “CH y la pizza” retumbaron en el Cuscatlán entre saltos, celulares en alto y un coro masivo que parecía no cansarse.

Para muchos, esta era la primera oportunidad de ver al artista frente a frente, y no faltaron quienes afirmaron que le dirían que es “el mejor en los corridos tumbados” y que su música “hace feliz a la gente”.
La fiesta, sin embargo, había empezado desde mucho antes. En los alrededores del estadio, el ambiente ya pintaba a celebración: puestos de carne asada, pollo al carbón y bebidas entre los $5.00 y $8.50 convivían con la venta de recuerdos —gorras, binchas, sombreros norteños y lentes al estilo del cantante— que rápidamente se agotaban entre los asistentes.
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Esa misma estética se replicó en la grada, donde predominó el brillo, el street style y la extravagancia característica del movimiento tumbado.
Cano también reservó momentos especiales dentro del repertorio. Sus éxitos virales “Presidente”, “AMG” y “PRC” (la colaboración que comparte con Peso Pluma) encendieron algunos de los puntos más intensos de la noche.

Pero el público también recibió con entusiasmo las sorpresas: el cantante interpretó versiones de clásicos como “O me voy o te vas” y “Ya te olvidé”, de Marco Antonio Solís, una elección que provocó un coro unísono en todo el estadio.
Entre corridos tumbados, pirotecnia y un ánimo festivo que transformó el Cuscatlán en un pedazo de Sonora, Natanael Cano dejó claro por qué es uno de los nombres más influyentes de la música regional mexicana moderna.
Con apenas 23 años, el artista nacido en Hermosillo ha logrado convertirse en símbolo de un movimiento que fusiona el corrido tradicional con el trap y el espíritu callejero del hip hop—un experimento que hace unos años parecía imposible y que hoy domina listas y escenarios en todo el continente.

En su debut en El Salvador, ese sonido híbrido retumbó con fuerza y encontró una audiencia que lo recibió como si ya lo hubiera esperado durante años. Una primera visita que, para muchos, no solo cumplió expectativas: las superó.
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