Los tradicionales muñequitos de barro de Ilobasco siguen llenando de color, historia y arraigo los nacimientos navideños en El Salvador
Los tradicionales muñequitos de barro de Ilobasco siguen llenando de color, historia y arraigo los nacimientos navideños en El Salvador

Los nacimientos navideños salvadoreños poseen un sello inconfundible, un detalle que los distingue y conecta a generaciones enteras con una tradición profundamente arraigada en la identidad cultural del país: los muñequitos de barro elaborados en Ilobasco, Cabañas. Estas obras artesanales, modeladas a mano por talentosos artesanos locales, no solo representan escenas religiosas y personajes bíblicos, sino que también integran elementos de la mitología, la vida cotidiana y las costumbres populares de El Salvador. Su presencia en los hogares salvadoreños durante diciembre es una prueba palpable de que esta tradición se niega a desaparecer, a pesar del paso del tiempo y los cambios que trae la modernidad.
Cada año, cuando inicia la temporada navideña, los nacimientos se convierten en un punto de encuentro familiar. Padres, hijos y abuelos se reúnen para desempolvar las figuras, preparar el paisaje con musgo, aserrín de colores y despellejo, y seleccionar cuidadosamente los muñecos de barro que darán vida a las escenas que se instalarán en las salas y corredores del país. No se trata únicamente de un adorno, es un legado que pasa de generación en generación, un ritual que fortalece los vínculos familiares y reafirma la identidad salvadoreña.

Las piezas más indispensables en los nacimientos son las tradicionales: el Niño Dios, la virgen María, San José, los pastores, los Reyes Magos, la mula y el buey. Sin embargo, en El Salvador la creatividad siempre ha sido un componente distintivo. Por eso, los nacimientos locales incorporan también figuras que representan personajes del imaginario cuscatleco como la Siguanaba, el diablo y el Cipitío, seres mitológicos que forman parte del folclor nacional. A ellas se suman figuras que representan músicos, vendedores de frutas y verduras, mujeres lavando en el río, músicos de conjuntos típicos, parejas de recién casados y hasta escenas de cortejo fúnebre o grupos policiales. Esta diversidad convierte los nacimientos salvadoreños en verdaderos microcosmos sociales donde convergen lo sagrado, lo popular y lo festivo.
Una escena con músicos tocando marimba puede colocarse cerca de un pastor que lleva una oveja. Una pareja de campesinos que carga frutas en canastos puede situarse al lado de los Reyes Magos. Un grupo de ángeles puede estar acompañado de personajes humorísticos o pintorescos. Esa mezcla, tan única como espontánea, le agrega color, alegría y autenticidad a los nacimientos del país. Para muchos salvadoreños, estas figuras no solo decoran, sino que también narran historias y evocan recuerdos.

Comercio lleno de color y tradición
En San Salvador, uno de los puntos más tradicionales para adquirir estas piezas se encuentra en la 17 avenida sur y la 4a calle poniente, donde cada noviembre y diciembre se instalan dos corredores artesanales compuestos por alrededor de 35 puestos dedicados exclusivamente a la venta de adornos y muñecos de barro. El ambiente en este sector capitalino se transforma con la llegada de los compradores: familias completas llegan en busca de las figuras que les hacen falta, mientras los vendedores exponen su mercancía con orgullo, sabiendo que representan décadas de tradición artesanal.
“La gente busca muchas figuras que van integrándose al misterio o nacimiento. Por ejemplo, busca primero el pastor, la oveja, la Siguanaba, el diablo y el Cipitío, y después la gente busca otras figuras, como vendedoras, músicos…”, comenta doña Flor González, una de las comerciantes.
Los precios de las figuras varían según su tamaño, complejidad del diseño y la calidad del material utilizado en su elaboración. Las piezas más pequeñas pueden costar menos de un dólar, mientras que las más grandes o detalladas alcanzan valores más altos. Pero más allá del costo, para muchos salvadoreños estas compras representan una inversión emocional. Y es que adquirir un nuevo muñeco cada año se ha convertido en un ritual que simboliza renovación y continuidad.
TE INTERESARÁ: Celio López, el artesano que enmascara las tradiciones ancestrales
Además de las figuras, los puestos ofrecen otros elementos indispensables para montar el nacimiento: aserrín teñido de distintos colores, musgo natural, pedazos de despellejo para simular montañas o senderos, y la tradicional “barba de viejo”, una planta utilizada para adornar los paisajes y dar un toque de realismo a cada montaje. Estos materiales se seleccionan cuidadosamente para que el nacimiento luzca armónico y atractivo.
La conexión entre los vendedores capitalinos y los artesanos de Ilobasco es vital. Los comerciantes reciben regularmente cargamentos provenientes del municipio artesanal, donde familias completas trabajan durante semanas —e incluso meses— para abastecer la demanda de la temporada. Modelan, hornean, pintan y ensamblan cada figura siguiendo técnicas heredadas de sus ancestros. Muchos artesanos comienzan la producción desde inicios del año para llegar a tiempo a las ventas navideñas, especialmente cuando se trata de pedidos grandes.

Ilobasco, ciudad de barro y tradición
En el corazón de esta tradición se encuentra Ilobasco, una localidad del departamento de Cabañas reconocida a nivel nacional por mantener viva la artesanía en barro. Desde hace décadas, los habitantes del municipio han perfeccionado la técnica de modelado que les permite crear figuras de todo tamaño, delicadas y llenas de expresión. Ilobasco es célebre por sus miniaturas, pequeñas piezas que suelen incluir escenas completas dentro de cápsulas o casitas, pero también por la producción masiva de personajes para nacimientos. Para muchos salvadoreños, hablar de Navidad es hablar inevitablemente de estas figuras.
Ilobasco, con sus calles tranquilas y su espíritu artesanal, se ha convertido en un referente nacional gracias a estos muñecos. Sus talleres, algunos familiares y otros más grandes, funcionan como centros de aprendizaje donde los niños observan a sus padres y abuelos trabajar el barro y, poco a poco, se integran al proceso. Esto asegura la continuidad de una tradición que enfrenta los retos de la industrialización, la producción en serie y las decoraciones navideñas importadas. Sin embargo, la autenticidad de las figuras locales y el valor cultural que representan les han permitido mantenerse vigentes.

Para los salvadoreños, colocar un nacimiento navideño sin figuras de Ilobasco es casi impensable. Estas pequeñas piezas llenan de magia los hogares, crean atmósferas festivas y evocan la nostalgia de las navidades antiguas. Las figuras hechas de barro no solo adornan: cuentan historias, conectan a las familias con sus raíces y recuerdan que la cultura vive en los detalles.
La tradición de decorar nacimientos con estas figuras se mantiene viva porque forma parte del corazón cultural del país. Cada año, miles de salvadoreños reafirman, a través de estas pequeñas esculturas, que la Navidad es más que luces y regalos: es memoria, identidad y celebración compartida. Y mientras en Ilobasco se siga moldeando el barro con dedicación, los nacimientos salvadoreños seguirán llenándose de color, alegría y vida.
La realidad en tus manos
Fundado en 1936 por Napoleón Viera Altamirano y Mercedes Madriz de Altamirano.
Facebook-f Instagram X-twitter11 Calle Oriente y Avenida Cuscatancingo No 271 San Salvador, El Salvador Tel.: (503) 2231-7777 Fax: (503) 2231-7869 (1 Cuadra al Norte de Alcaldía de San Salvador)
2025 – Todos los derechos reservados