Marta Berríos es de las pocas artesanas de la zona oriental que trabaja haciendo artesanías del jícaro o morro. Cuenta con un taller y sala de venta en la ciudad de San Miguel; parte de su producto es comercializado a nivel nacional y otros cruzan las fronteras nacionales con las personas que los llevan para el extranjero.

En sus inicios se encontró con una serie de dificultades. Primero, debido a la pandemia por el COVID-19 se vio obligada a cerrar su negocio que tenía de tours operadora.

Luego decidió llevar la sazón de su abuela a la cocina, empezando a preparar una variedad de recetas para vender comida a domicilio entre el 2020  y el 2021; después, retornó a sus estudios.

Posteriormente, en 2023 entró en sociedad con otra persona para montar el negocio de las artesanías y las rosas eternas; pero las cosas no marcharon bien y tomó la decisión de separarse y cayó en una situación de depresión que le complicó mucho el tomar la iniciativa para iniciar con su propio taller.

Cuando se disolvió dicha sociedad, se llevó consigo lo que le correspondía entre la materia prima; en ese momento, no pensó que tendría el valor de enfrentar un nuevo rumbo, fueron sus amigos y familiares quienes la animaron a hacerlo, incluyendo una de sus mascotas. 

“El capital para comprar la maquinaria y montar el taller fue una herencia de mi padre que nos dejó una propiedad en la playa El Cuco, San Miguel, cuando tomé la decisión de que era tiempo de iniciar con mi propio negocio”, afirmó.

“Cuando me decidí a empezar a hacer las artesanías tocó que dañar unos 10 jícaros. Fue como una prueba de error, aunque en mi niñez, con mi abuelita, aprendí a limpiar los jícaros porque ella hacía cucharas y huacales”, agregó Berríos.

En cuanto a la materia prima, vale aclarar que los palos de jícaro o morro se están escaseando en toda la zona de oriente, tomando en cuenta que los dueños de los terrenos ya no le ven utilidad debido a que ya dejaron de hacer los huacales y cucharas.

Cada unidad de jícaro es distinta en su tamaño y diseño. 

Marta dice que el jícaro va pegado a una base de “yagual”, que también es un producto nostálgico. “Mi primera artesanía que hice cuando empecé con el taller fue de la Virgen de la Paz, me fue bastante difícil porque la imagen era grande y tenía que encontrar un jícaro de 50 centímetros de tamaño; me tardé un año para encontrarlo”, recordó.

Sus artesanías tienen un enfoque religioso, con las diferentes imágenes que van pegadas dentro de los jícaros ya tallados; otras son luminarias. Actualmente, por la temporada, ha diseñado algunos nacimientos, que sus mismos clientes le sugirieron hacer en algunas de las ferias a las que ha asistido para vender sus productos.

Marta elabora las artesanías y se encarga de la sala de venta. Solo para la temporada de la recolección y lavar los jícaros, es que ella contrata mano de obra temporal.

«Siempre que inicio con algo nuevo voy al cementerio donde está la tumba de mi papá, y le digo: ‘Papi, fijate que tengo esta idea. ¿Qué hondas. Nos embarcamos y le damos?”.

Marta Berríos.