Hace medio siglo un incendio arrasó con la Iglesia San José, un templo casi tan antiguo como la misma ciudad, este suceso marca el fin del viejo San Salvador.
Hace medio siglo un incendio arrasó con la Iglesia San José, un templo casi tan antiguo como la misma ciudad, este suceso marca el fin del viejo San Salvador.

Sobre la manzana que dibujan la 1ª y la 3ª calle Oriente y la 6ª y la 8ª avenida Norte, en el centro de San Salvador, el portal de una antigua iglesia católica ha observado silencioso a los transeúntes durante décadas, son los restos de uno de los templos cristianos más antiguos de la historia salvadoreña.
En la tarde del 8 de diciembre de 1975, hoy hace 50 años, la parroquia fue arrasada por las llamas de un voraz incendio, centenares de capitalinos fueron testigos de cómo otro de sus históricos edificios era reducido a escombros.
La edición de El Diario de Hoy del día siguiente tenía por portada una estampa de la vivacidad del incendio que redujo a escombros la parroquia, particulares ayudando a bomberos a mover mangueras y al fondo una pared de fuego consumiendo más de cuatro siglos de historia.
«A las tres y treinta de la tarde inició el fuego que destruyó totalmente la iglesia San José, en el centro de San Salvador, y 10 negocios que se hallaban en la misma manzana», añadía la introducción el reporte periodístico.
La cafetería «Tayca», la Casa de Huéspedes «San Carlos», Valijas «Melmac» y la Funeraria «La Religiosa», de la que tuvo que ser evacuado el ataúd de una señora que estaba siendo velado esa tarde, fueron algunos de los establecimientos también consumidos por las llamas.

Junto con la iglesia, también desapareció el colegio Divino Salvador, el cual estaba a cargo de los mismos sacerdotes de la parroquia San José y que en las décadas posteriores se trasladaría hacia el antiguo edificio del Liceo Salvadoreño, sobre la 10ª avenida Sur, al costado oriente del Castillo de la Policía Nacional Civil (PNC), en donde funcionó hasta el mes pasado.
El origen del fuego fue incierto, aunque los registros periodísticos reportaron que este se inició en la iglesia, pero «ignorándose si fue por un cortocircuito o por alguna vela encendida que se cayó».
Decenas de automovilistas que tenían aparcados sus carros en la manzana generaron tumulto en el afán de retirarlos de las proximidades de la devastación.

Para «dirigir las operaciones de salvamento y rescate», llegó el presidente de la República, el coronel Arturo Armando Molina, relató la prensa. El párroco de la iglesia, el padre Plácido, estaba petrificado ante la tragedia, sin poder articular una palabra al ser preguntado por reporteros sobre una sospecha del origen del incendio.
Reporteros documentaron que no pocos particulares se metieron al templo para rescatar del fuego las imágenes, bancas y reclinatorios para colocarlos al costado poniente de la iglesia. Algunos y algunas valientes hasta en más de una ocasión. «La Santísima Virgen, fue llevada en hombros por mujeres y hombres que acudían a salvar objetos», relataron.

Los empleados y dueños de comercios en la manzana lograron sacar los muebles del interior de los locales amenazados por las llamas dejándolos casi vacíos, así lo describe la crónica periodística. Además de los negocios destruidos otros con daños fueron: oficinas y sala de ventas de la panadería LIDO, el salón de belleza Gladys, el estudio fotográfico Batres, la mueblería Souvenir, calzado Pereira y confecciones Rivera. El dueño de la funeraria La Religiosa, que desapareció totalmente, estimó sus pérdidas en trescientos mil colones.
A eso de las 4:30, a más o menos una hora de iniciado el fuego, este se dio por controlado, ya consumidos la parroquia, la funeraria y otros de los negocios mencionados, dejando los aires decembrinos soplando las cenizas de la histórica parroquia.
«Es el momento que, con verdadera vocación arquitectónica, con verdadero amor por las raíces populares, con verdadera devoción por los testimonios de nuestra vida, aprovechemos la oportunidad de conservar LA ÚNICA FACHADA COLONIAL QUE EXISTE EN TODA SAN SALVADOR», expresaba el cineasta y escritor Alejandro Cotto, en un artículo publicado en la edición de El Diario de Hoy del 10 de diciembre de 1975 en referencia al siniestro.

La desaparecida parroquia era tan antigua como el mismísimo San Salvador en el Valle de las Hamacas, el San Salvador que se movió desde las proximidades de Suchitoto hacia su ubicación actual en 1545 y fue elevada a categoría de ciudad en septiembre de 1546 por disposición del Rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, relata el historiador y periodista Jorge Lardé y Larín.
Erigida como una ermita (un santuario pequeño sin oficios eclesiásticos diarios en una zona poco poblada) por los primeros sansalvadoreños de la zona, fue conocida entonces como ermita de La Presentación, esto porque en su interior se colocó la imagen de la Virgen de la Presentación, una representación de María sentada con el niño Jesús en brazos.
Lardé y Larín la describió como «una imagen de singular hermosura» cuyos orígenes no estaban del todo claros, pero se asume como una de las muestras de arte colonial más antigua que pervive hasta la actualidad en territorio salvadoreño, pudiendo haberse creado en la primera mitad del siglo XVI.

«La Virgen de la Presentación es mucho más antigua que el Divino Salvador del Mundo, la primera advocación del territorio salvadoreño a un santo católico es a La Conquistadora, a la Virgen de la Presentación», explica el investigador e historiador Carlos Cañas Dinarte.
Así, la Virgen de la Presentación fue la primera patrona de San Salvador, de la ciudad y de la antigua provincia de San Salvador, una entidad adscrita al Virreinato de Nueva España durante la colonia; y la desaparición de su parroquia, escribió Lardé, simbolizó también la desaparición del viejo San Salvador, el de los paisajes de tranvías, carruajes y calles empedradas.
El 19 de marzo de 1873 un poderoso terremoto destruyó el templo y obligó a su reconstrucción, desde entonces, nunca volvió a ser llamada Iglesia de Nuestra Señora de la Presentación o Iglesia del Pilar, como también fue conocida, y su denominación como Iglesia San José fue permanente.
Años más tarde, entre 1894 y 1898 en la explanada frente a la parroquia fue edificado el parque Arce, lo que actualmente es la plaza San José, y en ella, en 1911, con motivo del centenario del Primer Grito de Independencia de Centroamérica fue colocada una estatua del prócer salvadoreño José Matías Delgado, una donación de la colonia alemana radicada en El Salvador, según documentó Lardé.

San José es el barrio donde a día de hoy aún se encuentran la plaza y el portal, para cuando ocurre el incendio de la parroquia a mediados de los años setenta, la zona que otrora fue el hogar de acaudaladas familias llevaba décadas de estar siendo gradualmente abandonada por estas en favor de zonas como la colonia Flor Blanca y lo que luego fueron las colonias San Benito y Escalón.
«Era un barrio importante de la ciudad, y vivían muchas familias de bien, familias millonarias, familias tradicionales y otras recién llegadas de Alemania, de Italia, de Cataluña», comenta Cañas Dinarte, sumado al hecho de que prestigiosos colegios de la actualidad como el Externado San José y el Liceo Salvadoreño comenzaron su andadura en céntricas ubicaciones capitalinas.
A criterio del historiador, la pérdida paulatina de la importancia del barrio San José pudo haber influido en que la Iglesia Católica decidiera por no reconstruir la antiquísima parroquia, pero más importante aún, para 1975 la reconstrucción de la Catedral de San Salvador todavía estaba en marcha, 24 años después de que otro incendio la destruyera, por lo que, opina que la Iglesia se habría visto obligada a priorizar la reconstrucción de la Catedral Metropolitana.
También, entre la voz popular se dice que la cercanía del desaparecido templo con la iglesia El Rosario, la iglesia Inmaculada Concepción, la iglesia El Calvario, la iglesia San Esteban (también desaparecida en un incendio en enero de 2013) y la misma Catedral habría influido en su no reconstrucción.

Las ruinas de la iglesia permanecieron ocultas en las décadas siguientes por el afloramiento de ventas informales de tortas y hot dogs y de libros usados que se instalaron en la explanada frente al templo, lo que alguna vez fue el parque Arce y luego parque San José.


Populares fueron las tortas del San José, decenas de mesas y bancas convirtieron la plaza en un comedor. Y estantes y repisas también lo convirtieron en un lugar de referencia para encontrar una buena lectura.
En junio de 2011, bajo la administración municipal de Norman Quijano, las decenas de puestos de venta instalados en la plaza San José fueron desalojados, el retiro de las ventas se anticipaba desde varias semanas antes como «violento» ante la negativa de los vendedores.


La plaza fue reconstruida e inaugurada el 5 de noviembre de 2011, el día del centenario del Primer Grito de Independencia centroamericana, el monumento a José Matías Delgado volvió a ser colocado, ahora de bronce, para suplir al que se cayó en el terremoto del 10 de octubre de 1986.
El portal en ruinas tuvo que esperar unos meses más, esto según la alcaldía capitalina por cuestión de permisos que debía emitir la entonces Secretaría de Cultura de la Presidencia, para quedar reconstruido finalmente en marzo de 2012 con apoyo de la empresa privada.

El remozado portal sigue como testigo del devenir histórico de la capital, ahora ya lejos de las misas, las bodas y los bautizos que durante siglos vio celebrar en su interior.

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