¿Cuál es el mayor reto de los artistas en el teatro salvadoreño? Omar Renderos responde
Con una puesta en escena original que estrena este 3 de octubre, el actor, director y gestor cultural salvadoreño recoge voces, fragmentos, heridas y alegrías que han marcado su recorrido de 30 años en el teatro, un camino que comparte con muchos artistas en el país.
«Hacer teatro en El Salvador es, ante todo, un acto de fe. No hay garantías, no hay estructuras sólidas, no hay políticas culturales sostenidas que respalden el oficio. Lo que hay es voluntad, deseo, y una comunidad que resiste desde la escena». De esta forma, Omar Renderos describe el quehacer de los protagonistas de las tablas en El Salvador.
Y como un «Renacimiento», la celebración de su 30 aniversario en las artes escénicas.
«No es solo mirar atrás, sino mirar adentro. Me emociona saber que, a pesar de los desafíos médicos, económicos y sociales, sigo aquí, con la voz viva y el cuerpo dispuesto. Es una mezcla de gratitud, vértigo y esperanza», reflexiona el actor, director y gestor cultural, a poco de estrenar «Más allá de la nostalgia», su primer unipersonal, del 3 al 19 de octubre, en La Galera Teatro & Cocina.
En sus palabras, esta obra original es «un ritual íntimo, una celebración a la resistencia, una ofrenda a la memoria generacional».
La puesta en escena «Más allá de la nostalgia» es un unipersonal basado en la vida del protagonista. Foto: Daniel Corleto / cortesía de Omar Renderos
Luego de superar un accidente que lo dejó incapacitado por varios meses, el talento detrás de «Cristal» resurge para retomar su trayectoria escénica en un mundo inhóspito que le mostró sus capacidades y su resiliencia para continuar con la función contra todo pronóstico.
El profesional de las Relaciones Públicas y Comunicaciones inició su carrera en el teatro en 1993, y a la fecha ha participado en más de 50 montajes dentro y fuera de las fronteras nacionales.
Ha sido reconocido por su trabajo, ganando el premio a mejor director de videoclip del Festival de la Canción de Punta del Este, Uruguay en 2013, y el premio Ovación 2015 de la Fundación Poma por su proyecto de teatro-cabaret «El bolero de Cristal». Y también ha incursionado como director escénico con la Ópera de El Salvador.
En el ámbito de la formación, ha sido maestro de gestión cultural y puesta en escena en el Técnico de Artes Dramáticas de la Universidad José Matías Delgado, y ha impartido clases de teatro en programas de prevención de violencia con organizaciones como USAID, INTERVIDA, ORMUSA, y FEPADE.
Renderos en la puesta en escena «Nerón», una coproducción de El Salvador y Bolivia que contó con los fondos de Iberescena. Foto: René Figueroa / cortesía Omar Renderos
Es el fundador del Proyecto Lagartija, con el que anualmente organiza un sistema de capacitación actoral desde 2005. Ha participado en festivales internacionales de teatro en diversos países de América, incluyendo Miami, México, Colombia, y Argentina.
Se desempeñó como gestor cultural del Departamento de Cultura y Deporte de la Asamblea Legislativa, fue coordinador de la Escuela Libre de Artes del INJUVE y secretario general de la Asociación de Artistas de Teatro de El Salvador (ARTTES) de 2006 a 2010.
Para conocer más de este protagonista de las tablas salvadoreñas, EDH conversó con Renderos vía mensajería.
¿Cómo iniciaste en las artes escénicas? Mi punto de partida siempre tendrá un valor simbólico: la tradición católica de mi abuela, quien me sacaba de apóstol en las dramatizaciones de Semana Santa en Santa Ana. Yo lo disfrutaba profundamente. Aún sin saberlo, ese ritual fue mi primer contacto con la representación, con el gesto, con la emoción compartida. Mis participaciones artísticas en las agendas y celebraciones. Hasta que en 1993, mientras estudiaba Relaciones Públicas en la UTEC, vi un rótulo que decía “Taller intensivo de teatro”. Me inscribí sin pensarlo. Allí conocí al maestro Ciro Rivera, quien me formó con rigor y aplicando lo técnico al proceso vivencial como formación de reconocer que el teatro es un acto de fe y amor. Ese taller fue decisivo: me quedé en el teatro. Durante más de diez años integré la compañía Comunicateatro, bajo la dirección de Ciro. Participé en más de 30 montajes, pero fue «La Celestina», con más de 500 funciones, el personaje que me enseñó disciplina, proceso práctico de resistencia y una conexión profunda con el público.
El talentoso salvadoreño caracterizado de Cristal, un personaje que surge con la propuesta que le valió el premio Ovación de la Fundación Poma en 2015. Foto: René Figueroa / cortesía Omar Renderos
¿Cuáles han sido tus retos más grandes? Los retos han sido muchos. Sostenerme en contextos sociales y políticos muy frágiles que te generan vacíos emocionales y laceran tu estabilidad. El formar parte de una generación de posguerra que se suma en demandar una base de políticas en donde prevalezca la dignidad humana y creativa como derecho cultural; y más recientemente, los desafíos médicos que han transformado mi relación con el cuerpo. Pero he aprendido a crear y resistir desde el arte, a convertir cada función en un acto de fe y amor como todos mis maestros me lo han trasladado en mis diferentes momentos de formación.
¿Hay algún momento de tu carrera que haya marcado un antes y un después? He tenido la dicha de ser un actor que se ha permitido retos, que ha transitado por múltiples roles: creador, director, gestor, productor, maestro y últimamente, escritor de dramaturgia y poesía. Hablar de un antes y un después en mi carrera es reconocer los procesos que me han transformado y los proyectos que han expandido mi mirada. Uno de esos momentos fue la creación y coordinación de proyectos regionales como «Lagartija», que me permitió articular redes de formación y circulación artística en Centroamérica. Otro hito fue fundar mi propia productora, «Escena Norte», desde donde he impulsado enlaces iberoamericanos y montajes emblemáticos que han dejado huella en la escena salvadoreña.
Actuando, en la puesta en escena «Después, otra vez, la noche». Foto: René Figueroa / cortesía Omar Renderos
Cada uno de estos proyectos ha marcado un giro, una expansión, una reafirmación. Son parte de mi mapa escénico, de mi compromiso con un arte que vincula, que recuerda.
¿Qué expectativas tienes en este punto de tu carrera artística y qué hay en tu horizonte? Hoy, después de 30 años, mi expectativa es el reto y reconocimiento a la continuidad en el teatro. Quiero seguir creando, acompañando procesos, celebrando la vida. En el horizonte está la posibilidad de internacionalizar este unipersonal, de escribir más, de formar a otros, y de buscar la transformacion personal en buena salud y carisma por los años que se avecinan.
¿Algún personaje especial? Hay personajes que me habitan, pero uno muy especial es el que construyo en “Más allá de la nostalgia”: un hombre que dialoga con sus fantasmas, que convierte el dolor en canto, que se atreve a volver a la escena con heridas pero el alma encendida. Ese personaje soy yo, pero también somos todos los que hemos amado el teatro como forma de vida.
¿Cuáles son los retos de los artistas en las tablas del país y la región en el siglo XXI? Hacer teatro en El Salvador es, ante todo, un acto de fe. No hay garantías, no hay estructuras sólidas, no hay políticas culturales sostenidas que respalden el oficio. Lo que hay es voluntad, deseo, y una comunidad que resiste desde la escena. Los retos son múltiples y profundos. La precariedad económica obliga a los artistas a multiplicarse: somos actores, gestores, técnicos, promotores, diseñadores, y muchas veces, también albañiles de nuestros propios espacios. La falta de salas adecuadas a la investigación, de circuitos de circulación, de estímulos estatales, nos empuja a inventar y a sostener el arte con las uñas y desde el alma.
El fundador de la productora «Escena Norte» afirma que su pasión por el teatro la descubrió gracias a su abuela. Foto: cortesía Omar Renderos
Pero más allá de eso, hay un reto ético y estético: construir un teatro que no subordine, que no repita fórmulas, que se atreva a pensar desde lo propio. El teatro debe ser un espacio de cuestionamiento, de ternura radical, de memoria activa. También enfrentamos el desafío de formar públicos, romper con cánones superficiales sobre el teatro.
De pronto, habría que focalizar nuestra historia y tener afilado el oficio de la ficción para enriquecer el encuentro con la comunidad, al barrio, al aula, al parque. Hay que hacer del teatro un lenguaje cotidiano, una herramienta de «encuentro». Y quizás el reto más grande es sostener la esperanza. Seguir creyendo que el arte se transforma en una escena de refugio, espejo, grito, abrazo. En medio de la incertidumbre, seguimos creando. Porque el teatro, en El Salvador, no es solo espectáculo: es resistencia, es ritual, es vida.
«Este montaje (Más allá de la nostalgia) recoge voces, fragmentos, heridas y alegrías que han marcado mi camino, pero también el camino de muchos que hemos nacido en medio de una línea genealógica fragmentada, convulsa».
Omar Renderos
¿Cómo motivarías a los jóvenes que desean iniciarse en este arte? Les diría que el teatro no es solo técnica ni espectáculo: es entrega, es escucha, es cuerpo dispuesto a la verdad. Que no se trata de aprender a fingir, sino de aprender a habitar con honestidad cada emoción, cada silencio, cada palabra. Que el camino no es fácil, pero sí profundamente transformador.
Que van a encontrar puertas cerradas, presupuestos escasos, escenarios improvisados. Pero también van a encontrar comunidad, afecto, sentido. El teatro les va a enseñar a resistir con belleza. Les diría que busquen maestros, que se equivoquen, que se atrevan. Que no tengan miedo de llorar en escena ni de reírse de sí mismos. Que el teatro es también una forma de sanar, de recordar, de nombrar lo que otros callan.
El actor salvadoreño en la obra de teatro «A la deriva». Foto: René FIgueroa / cortesía Omar Renderos
Y sobre todo, les diría que no se subordinen. Que construyan un diálogo ético y estético con su entorno. Que elijan qué contar, cómo contarlo y con quién. Que el teatro sea para ellos un lugar de dignidad compartida, no de competencia ni vanidad. Si deciden quedarse, el teatro les devolverá todo lo que le entreguen, multiplicado en sentido.
TOMA NOTA Funciones Del 3 al 19 de octubre Lugar: La Galera Teatro y Cocina Hora: Viernes y sábados 8:00 p.m. / Domingos 6:00 p.m. Entrada: $10 general Reserva tus entradas al 7695-3727