Antes de Temu o Shein, El Salvador de la Colonia ya consumía productos chinos hace 500 años
Ricardo Castellón ha desenterrado una historia fascinante que conecta el pasado de Centroamérica con China. En su nuevo libro, revela que hace 500 años la mercadería china (y en general asiática) ya se vendía en la región, un comercio que sentó las bases de una «globalización temprana» y convirtió al istmo en pieza fundamental para las rutas intercontinentales.
Antes de que plataformas como Alibaba, Temu o Shein dominaran el comercio digital global, las mercancías chinas ya se abrían paso en el corazón de la Centroamérica colonial.
Esta sorprendente revelación es el eje central de la más reciente investigación del historiador salvadoreño Ricardo Castellón, quien este 18 de septiembre lanzará su libro «El tráfico de ‘efectos de la China’ de Nueva España al Reino de Guatemala: 500 años de conexiones globales» en la Embajada de México, a las 7:00 p.m. en punto.
El trabajo del también doctor en Filosofía es un hito para la historiografía de la región, ya que, hasta la fecha, este tema no se había investigado en profundidad.
Gracias al apoyo del Centro de Estudios China-México de la UNAM y la Red América Latina y el Caribe sobre China, el historiador tuvo acceso a archivos nunca antes consultados en México, lo que le permitió seguir la pista de estas antiguas rutas comerciales que revelan cómo China conquistó comercialmente la región hace 500 años.
Historiador salvadoreño Ricardo Castellón en la UNAM, en México. Foto: cortesía del intelectual
En el evento de lanzamiento, la publicación será comentada por el historiador salvadoreño Pedro Escalante Arce y el Dr. Enrique Dussel Peters del Centro de Estudios China-México de la UNAM.
Vale destacar que la historia de esta investigación se gestó en Berlín, Alemania, donde Castellón comenzó a seguir la pista de las rutas comerciales entre el imperio chino y el Reino de Guatemala, que en la época colonial abarcaba la actual Centroamérica y Chiapas.
Este arduo trabajo de archivo lo llevó a descubrir una red de intercambio que, a finales del siglo XVI, conectaba a Asia con el Nuevo Mundo. El comercio se activó con la apertura de la ruta entre Acapulco y Filipinas en 1565.
Antigua plataforma global
Inicialmente, los exploradores europeos buscaban especias, pero rápidamente se dieron cuenta del potencial de otros productos asiáticos baratos y de buena calidad, rentables para su comercio en las colonias españolas. Esta dinámica comercial benefició tanto a los chinos como a los novohispanos, ya que permitía la distribución de productos baratos en las colonias españolas.
Sin embargo, esta masiva salida de plata no fue bien vista por la Corona española, que pronto impuso severas restricciones y condiciones al comercio, lo que dio origen a un lucrativo mercado de contrabando.
Principales rutas mercantiles en el imperio español entre Asia y America hasta mediados del siglo XVIII. Fuente: elaboración del autor
Casulla labrada en seda sobre raso. China, siglo XVIII. Morera, 2018. Foto: cortesía del historiador
El contrabando dio origen a uno de los hallazgos más importantes del miembro de la Academia Salvadoreña de la Historia. Las restricciones de la Corona española limitaban el tráfico de barcos desde Acapulco hasta el sur de América, pero no prohibían el transporte terrestre de mercancías. Es aquí donde Centroamérica, y en particular el Reino de Guatemala, se convirtió en un punto estratégico para el comercio global.
Los comerciantes desarrollaron una red terrestre que traía los productos chinos a lomo de mula por veredas y puntos ciegos, a lo largo del Camino del Sur, desde Acapulco hasta Guatemala. Una vez allí, la mercancía se distribuía hacia otras regiones.
El investigador reconstruyó esta red, identificando además rutas que llevaban los productos desde Guatemala hasta Sonsonate y San Salvador, para luego embarcarlos en secreto desde puertos como Acajutla o el Realejo en Nicaragua, evadiendo las restricciones y continuando el viaje hacia el sur de América.
Según Castellón, sin Centroamérica, el comercio global de la época no habría sido posible, lo que demuestra que la región fue una plataforma de intercambio fundamental, y no una simple periferia.
«Kimonos» en Sonsonate
“Monsieur Le Noble”, grabado de 1695. Noble europeo vistiendo un kimono, similar a los que se comercializaban en la Guatemala colonial. Foto: cortesía del historiador
Uno de los aspectos más fascinantes del libro es el tipo de mercancía que viajaba en estas caravanas. Si bien telas y porcelanas eran los productos más codiciados, el historiador ha encontrado registros de otros artículos que hoy resultan sorprendentes, como «bolas de truco», antepasadas de las bolas de billar, y hasta kimonos que se comercializaban y usaban en Sonsonate. Y aunque el kimono es de origen japonés, en esa época se asumía que eran chinos.
El impacto de estos bienes fue profundo, especialmente entre las élites, que buscaban imitar el estilo de vida español y demostrar su estatus social.
Los textiles chinos, más ligeros que la ropa europea, eran ideales para el clima tropical. Sin embargo, su uso no se limitó a las clases altas; también se han encontrado referencias a telas asiáticas y sedas en el vestuario de los «indios ricos» de Sonsonate e incluso en prendas de imágenes religiosas.
La investigación de Castellón también destaca el ingenio de los comerciantes y arrieros de la época para transportar las mercancías. Utilizaban mulas para largas distancias y cargadores indígenas conocidos como «tamemes» para trayectos más cortos.
Castellón en el Archivo General de la Nación, en Ciudad de México. Foto: cortesía del historiador
Detalle de libro de alcabalas forrado en cuero. AGN, Ciudad de México. Foto: cortesía del historiador
Libro de guías despachadas, registro de marcas en cajones enviados desde la Real Aduana. AGN, Ciudad de México. Foto: cortesía del historiador
Para proteger la carga de la lluvia, usaban protectores de palma llamados «suyacales», que asemejaban pequeños ranchos. El viaje de México y de ahí a Guatemala podía durar hasta cuatro meses a lomo de mula.
La investigación del intelectual salvadoreño es un trabajo monumental. Para muestra un botón, él y su esposa, Magaly de Castellón, también investigadora, revisaron cerca de 300 cajas del Archivo General de la Nación de México, sin contar el trabajo hecho en el Archivo General de Centroamérica en Guatemala, fundamentalmente.
El historiador considera este nuevo libro como un punto de partida para seguir profundizando en el tema y desentrañando las complejas redes de comercio y contrabando de la época.
El libro no solo documenta el pasado, sino que nos invita a reflexionar sobre el presente. En un mundo cada vez más interconectado, el historiador nos recuerda que la «globalización temprana» del siglo XVI ya demostraba que Centroamérica no era una periferia aislada, sino una pieza clave en las interacciones transcontinentales.
Mapa “Sankai yochi zenzu” (Todo el espacio, tres veces). Nagakubo, Sekisui, circa 1785. The Barry Lawrance Ruderman Map Collection. Foto: cortesía del historiador
El estudio también resalta la conexión ancestral con México, un lazo que iba más allá de la geografía, ya que tanto productos mexicanos como el añil salvadoreño, viajaban en esta misma red de intercambio.
En un mundo que ha creído que Occidente ha dominado los mercados globales por mucho tiempo, el trabajo de Castellón es una revelación. Demuestra que el poder comercial asiático se expandió mucho antes de lo que se pensaba, moviendo la seda y la porcelana por todo el mundo, un concepto que el autor denomina «globalidad».
La presentación del libro «El tráfico de ‘efectos de la China’ de Nueva España al Reino de Guatemala» es una oportunidad para el público de reconectar con un pasado fascinante y comprender cómo las conexiones históricas de la región con Asia son mucho más antiguas y ricas de lo que se creía.
Es un recordatorio de que, incluso en los tiempos de mayor aislamiento, la historia de Centroamérica siempre ha estado entrelazada con el resto del mundo.