De Suchitoto a Barcelona, la historia detrás del documental de Lucho Fuentes sobre Claribel Alegría
El fallecimiento del cineasta Luis «Lucho» Fuentes, en noviembre de 2025, marca el fin de una era para el sonido centroamericano. Su última obra, sobre Claribel Alegría, culminada pese al Parkinson que sufría y el anonimato en suelo nicaragüense, se consagra como un testimonio eterno de resistencia.
El documental tuvo su estreno mundial en enero de 2025, en el XI FICS. Fotocaptura / Youtube
El silencio es, quizá, la herramienta más difícil de manejar para un sonidista. Sin embargo, para Luis «Lucho» Fuentes Luna, el silencio nunca fue una ausencia, sino un lienzo sobre el cual proyectar la identidad de una región en constante ebullición.
El pasado 11 de noviembre de 2025, el corazón de Lucho dejó de latir, apenas diez días antes de que su obra cumbre, el documental «Quiero ser poeta. Claribel Alegría en sus propias palabras», cruzara el Atlántico para ser ovacionada en Barcelona, como parte de la segunda edición del Festival Internacional de Cine Suchitoto (FICS) en esa región ibérica.
Su partida física deja un vacío inmenso, pero su «sonido», como bien señaló el Centro Costarricense de Cine, se queda con nosotros para siempre.
La historia de Lucho no se puede contar sin entender su origen. Se formó en la mística de la Sala Garbo en Costa Rica, donde aprendió que el cine es, ante todo, una experiencia de respeto hacia el espectador, según video compartido por el FICS en sus redes sociales.
Lucho nació en Costa Rica, pero se dejó conquistar por Nicaragua. Foto mejorada con IA / cortesía FICS
Esa disciplina lo llevó a ser parte de Istmo Film, la primera productora cinematográfica de Centroamérica, un hito que sentó las bases de lo que hoy se conoce como industria regional.
No obstante, fue la década de los ochenta la que definió su carácter. Lucho no se conformó con la comodidad de los estudios; se convirtió en corresponsal de guerra en Nicaragua. Allí, entre el estruendo de las balas y el clamor de las movilizaciones sociales, se forjó el «sonidista de las revoluciones».
Capturó el audio de decenas de filmes en condiciones extremas, lo que le valió no solo el respeto de sus pares, sino una nominación al Óscar en 1982, tras compartir créditos con el equipo de producción del puertorriqueño Diego de la Texera y la brasileña Teté Vasconcellos.
Para Lucho, el sonido era el alma de la imagen; era el defensor de la calidad en un entorno donde lo técnico solía sucumbir ante la urgencia del conflicto.
Imagen de archivo del reconocido sonidista costarricense y mejorada con IA. Foto / cortesía Fics
EXILIO Y ANONIMATO
Una de las facetas más humanas y complejas de la vida de Fuentes fue su relación con Nicaragua. Aunque decidió quedarse a vivir allí tras la guerra, Lucho habitó un espacio de sombra legal. Durante décadas residió en el país sin documentos oficiales, una situación de ilegalidad que, en años recientes, se transformó en un temor tangible ante la persecución política.
Este miedo marcó profundamente el estreno de su documental en El Salvador. Cuando «Quiero ser poeta» se presentó en la «Noche de Gala» del XI FICS en enero de 2025, el nombre de Luis Fuentes no apareció en los créditos de dirección.
Prefirió el anonimato para protegerse, dejando que la obra hablara por él. No fue sino hasta que la cineasta Paula Heredia, directora del FICS, lo convenció de la importancia de su estampa profesional que aceptó generar una versión donde él y su editor, Gerardo Arce, fueran reconocidos como los creadores legítimos. Es una ironía dolorosa que el reconocimiento público y sin miedo llegara en su estreno en Barcelona, justo después de su muerte.
El documental es un biopic íntimo de 50 minutos que explora la vida de la poeta Claribel Alegría (1924-2018), una figura cuya existencia espejeaba la del propio Lucho en su dualidad nacional. Claribel, nacida en Nicaragua pero «salvadoreña» por adopción y corazón, representaba esa Centroamérica sin fronteras que Lucho recorrió.
Paula Heredia (i) y Clarible Alegría en Tudor City park, Nueva York 2008. Foto / cortesía Paula Heredia
El mayor desafío técnico de esta producción no fue el equipo, sino la salud del propio director. Diagnosticado con Mal de Parkinson en 2004, Lucho vio cómo su cuerpo intentaba traicionar su voluntad creativa. En los últimos meses, el avance de la enfermedad limitaba incluso su habla.
Aquí es donde la historia de Lucho se vuelve una lección de amor filial. Su hijo, Diego Fuentes, se convirtió en el puente necesario para concluir la obra.
Diego apoyó a su padre hasta el último día, encargándose de las tareas que el Parkinson le arrebataba, como extraer los archivos finales de la computadora para enviarlos al festival. Esta colaboración permitió que el mundo conociera la visión de Lucho sobre la poeta que, como él, encontraba belleza en medio del dolor.
DE SUCHITOTO A BARCELONA
El estreno del documental en Suchitoto fue mágico: una alfombra roja de aserrín recibió a los asistentes en Casa Clementina el 11 de enero de 2025. Pero fue el estreno en Barcelona, el 20 de noviembre de 2025, el que cargó con un simbolismo póstumo desgarrador. Diez días después de fallecer, Lucho fue homenajeado con un aplauso que fue más elocuente que cualquier discurso.
Afiche del documental que se estrenó en Suchitoto, El Salvador, y Barcelona, España, en 2025. Foto / cortesía FICS
La muestra de cine en España fue dedicada íntegramente a él. En esa sala, la voz de Claribel leyendo sus textos se mezcló con el recuerdo de un hombre que dedicó su vida a que esas voces no se perdieran en el ruido del tiempo. Su hijo Erik Flakoll Alegría, desde Londres, resaltó la importancia de digitalizar estos archivos para que la memoria sonora de Centroamérica siga viva.
Lucho Fuentes no solo grababa sonidos; construía puentes. Enseñó a las nuevas generaciones a escuchar los «sonidos de los logros y las frustraciones» de un pueblo en lucha. Su deseo final era tener más tiempo para seguir enseñando a los jóvenes cineastas.
Hoy, su nombre finalmente aparece en los créditos de la historia. Su «clari-legio», ese término que usaba Gioconda Belli para describir la poesía de Alegría, es ahora también un término que define el trabajo de Lucho: una mezcla de claridad, talento y compromiso.
El cine fue su gran sueño, el medio por el cual fue feliz. Y aunque ya no esté para sostener la pértiga o ajustar los niveles de grabación, su sonido —limpio, profundo y humano— queda con nosotros, resonando en cada poema de Claribel y en cada imagen de esa Centroamérica que él ayudó a contar.