En su 80 cumpleaños, el pintor Roberto Galicia es retratado por el director German Cáceres
En este texto, el maestro German Cáceres recorre la trayectoria de Roberto Galicia, destacando su legado como pintor y gestor cultural en El Salvador. A través de una amistad de décadas, explora su obra pictórica, su pasión literaria y su influencia institucional.
Entre el pintor Galicia (i) y el director orquestal Cáceres existe una sincera amistad y una admiración mutua. Fotos Miguel Huezo / cortesía
Conocí a Roberto Galicia allá por 1971, año en el que me gradué de bachiller; él estaba al frente del departamento de artes plásticas del desaparecido CENAR (Centro Nacional de Artes). Luego me ausenté unos años para estudiar en los Estados Unidos.
Recuerdo una ocasión en la que me encontraba en un ensayo orquestal en la Escuela Juilliard de Nueva York, Roberto y otras personas visitaban esa institución, nos saludamos cordialmente.
Fue a mi regreso a El Salvador cuando nuestra amistad, con él y su esposa Margarita creció. Creo que en parte se debió a que hemos sido lectores y nos interesan las artes en general, la historia, la filosofía, la prosa y el verso. A través de los años hemos comentado y compartido un buen número de libros.
En 1979 le dediqué a Roberto mi “Concierto para Cuerdas”. En unas vacaciones que pasé en El Salvador, mientras completaba mi doctorado en composición, Roberto me dio a conocer y me prestó la novela histórica “En busca del unicornio” de Juan Eslava Galán, la cual leí en Cincinnati.
Portada libro «En busca del unicornio» de Juan Eslava Galán. Foto / amazon.com
Esta novela narra una expedición imaginaria al África para buscar el cuerno del unicornio, el cual debería devolver al Rey Enrique IV la virilidad. Juan de Olid, el encargado de esta misión regresa mutilado después de veinte años, el rey ha muerto, y Juan dice al final de la narración: “Empezaron a tiritar las estrellas en somo del cielo y ladraron perros a lo lejos y yo me partí de allí, solo y sin camino”.
Lo que es cierto es que en 1946 los Académicos de la Historia, entre ellos don Gregorio Marañón, abrieron la tumba de Enrique IV y, “En un ángulo del dicho cajón se encontró un objeto fusiforme gris que, remitido para su examen e identificación al Instituto de Biología Animal del C.S.I.C., resultó ser un fragmento de cuerno de rinoceronte africano”. Esta novela nos gustó muchísimo.
Roberto donó su biblioteca, más de tres mil libros, a una importante universidad salvadoreña, sus hijas tomaron los volúmenes que les interesaron, y el pintor Mauricio Linares hizo un catálogo de su prolífica obra pictórica.
Yo fui también favorecido por Roberto, el 7 de octubre de 2025, nuestro pintor me obsequio aquel ejemplar de la novela de Eslava Galán, el mismo que me prestara, y que le devolví hace treinta y ocho años. Como he contado en otros relatos, hay libros que pareciera que el sino los ha marcado para que estén conmigo.
Pintor Roberto Galicia (i) y director German Cáceres. Foto Miguel Huezo / cortesía
TERTULIAS
En el transcurso de varias décadas hemos intercambiado ideas, experiencias y hablado de nuestras respectivas obras en las muchas tertulias en las que hemos estado; reuniones célebres, gratamente recordadas por los que participamos, comentadas alguna vez en un artículo de Luis Salazar Retana (cómo olvidar la mesa de piedra en el jardín de la casa de Roberto que nos atrapaba por horas).
Roberto no sólo ha sido un pintor e intelectual muy destacado, sino un administrador cultural. Esta rara cualidad en un artista, lo ha llevado a participar en la creación y dirección de importantes instituciones como la Escuela de Artes Aplicadas en la Universidad Dr. José Matías Delgado; dos programas de televisión sobre arte; el nuevo edificio del Museo de Antropología David J. Guzmán; Museo de Arte (MARTE) de El Salvador, entre otras. Su gestión como Presidente de Concultura, en mi opinión, ha sido la más lograda.
Su obra pictórica es abundante: los notables, misteriosos y crípticos dibujos, en blanco y negro, que hizo en 1971 para ilustrar el poemario de David Escobar Galindo, “Vigilia Memorable”, revelan en Roberto una gran imaginación; los seres que crea, entre lo humano, animal, mítico y sobrenatural, exponen su mundo interior de artista: onírico, realista y visionario.
Algunos de estos seres miran con indiferencia, adustamente, con soberbia; un crustáceo de otro mundo acecha; un ojo ve los astros; alguien más observa el vacío; una procesión se escapa, cansada, por una puerta hacia lo indefinido; otros (quizá unos frailes) caminan quien sabe adónde; unas manos claman desde una barca-pájaro.
Las torres y los matices vibrantes tienen una fuerte presencia en la obra de Galicia. | Foto EDH / Archivo
En estos trabajos creo escuchar el silencio de los personajes y de las manos que suplican algo a lo arcano. Todos estos dibujos se inspiran en un verso tomado de cada uno de los poemas de David Escobar Galindo. En estas ilustraciones veo algunos gestos que también están en el impresionante mural que Roberto Galicia realizó con Roberto Huezo en el Teatro Presidente de San Salvador, aunque la abundancia de colores del mural contrasta con los de los dibujos, en todos ellos percibo los rasgos y números precolombinos.
Si el silencio está en los dibujos de “Vigilia Memorable,” en cuadros como “Fortaleza Milenaria”, “Principio del Fin”, “Casa del Sol”, “Estructura Milenaria”, “Alumbramiento”, “Principio del Fin” y otros, hay el ruido explosivo, apocalíptico, la música estruendosa y telúrica, quizá macabra, que ensordece, que destruye para provocar un renacer dramático, que anuncia algo nuevo, escondidas ahí las revelaciones finales del de Patmos.
En esta etapa creadora de Roberto, llena de relámpagos volcánicos y de rayos (en la que no puedo dejar de escuchar “La Consagración de la Primavera” de Igor Stravinski), producto de la triboelectricidad generada por el roce y frotamiento de los granos de ceniza y lava, combinada con la fractoelectricidad, o fragmentación y atomización violenta de los componentes volcánicos al ser expulsados del cráter con sorprendentes cargas eléctricas, nos recuerdan que quizá en épocas primitivas- como opinan algunos científicos- estas fuerzas jugaron un cometido en la generación de las iniciales moléculas orgánicas que dieron paso a la vida.
Imagen de archivo de Galicia (d) junto a Alejandro Cotto, en un festival de teatro en Suchitoto. Foto / EDH
No es extraño que un artista de nuestras tierras ístmicas y volcánicas piense en el magma, las erupciones violentas, en tierras que se desplazan entre el paso de los milenios: el Jabalí, la actividad del volcán de San Miguel, el nuevo y durmiente Izalco, los ausoles de Ahuachapán o la destrucción de Joya de Cerén en la época en que en Europa nacía el Canto Gregoriano, los lagos que nos recuerdan grandes hecatombes etc… Todos esos cataclismos antiguos y modernos, deben estar en el subconsciente ancestral de Roberto Galicia.
EL PAPEL DE GALICIA
“El Papel de los Papeles”, otra faceta de Roberto me sugiere otros estados. ¿Será este un homenaje, consciente o instintivo al papel? Se dice que el papel nace en China, durante la dinastía Han, inventado por casualidad por Ts´ai Lun hacia el 105 d.c., llegó a Japón en el siglo VI d.c., a los árabes en 751 d.c., y de ahí a Europa y más tarde a América. Todos sabemos de la importancia del papel para transmitir conocimiento, tan bien llamado por Umberto Eco “Memoria Vegetal”.
Los papeles de Roberto Galicia están generalmente sin escritura, en espera de la mano del filósofo, del poeta o del dibujante; en algún cuadro de estos asoma un periódico o un clavo, están superpuestos, desgarrados, en otro he visto pentagramas (de hecho, hace años Roberto dibujó un pentagrama en uno de sus papeles y me pidió que escribiera un fragmento de una de mis composiciones sobre él; este cuadro fue un obsequio a un amigo en común).
Todos, a mi parecer respiran paz y cierta tranquilidad expectante, lo cual es un contraste significativo con las fuerzas de Gaia y el silencio grave de los dibujos en blanco y negro; además algo de sus estudios de arquitectura se manifiesta en esta época.
«La bandera» (1984) óleo sobre lienzo de 120 x 120 cm, de una colección privada. Foto EDH / Archivo
Conozco una serigrafía y un dibujo, temprano en su producción (1969), que representan grupos de personas. El dibujo, tinta en blanco y negro, muestra figuras de diversas estaturas, profundidad y rostros adultos e infantiles, cada uno refleja diferentes actitudes: indiferencia, aburrimiento, sonrisas veladas, un rostro escondido, mal humor y sorpresa.
El elemento abstracto no está ausente, y me llaman la atención dos figuras enigmáticas, casi totalmente en negro, muy pequeñas, una en el lado derecho y la otra en el izquierdo. La lámina está firmada como “Ragal”, firma que cambió por “Ragalicia” (Roberto Antonio Galicia). Este cambio se debió, según me dijo Roberto, a una sugerencia del maestro Carlos Cañas, este encontraba que la primera sugería a Chagal.
En el libro “Momento de Reflexión”, publicado cuando Roberto cumplió cincuenta años nos dice: “sólo quiero hacer un alto en el camino, ver hacia atrás, pensar, analizar, reflexionar y evaluar; sacar conclusiones y seguir hacia adelante.” Ahora en 2025, cuando nuestro artista cumplirá ochenta años, vemos que siguió adelante en varios campos de la cultura. Pienso que su momento de reflexión no termina todavía.
En la misma publicación el pintor Roberto Huezo insiste en la textura del cartón y las veladuras: “así vino el cartón, el papel de los papeles… y las veladuras han seguido… se agrietaron se sobrepusieron y vino la exigencia existencial”. Ricardo Lindo, escritor y pintor, se refiere a un poema: “Lo escribe con azules y violetas sobre muy blancos lienzos, y sus pinceles van trazando ríos cuyas aguas se dividen en haces de colores…”. Y Luis Salazar Retana, arquitecto, crítico de arte y escritor, concluye que Roberto “combina hábilmente las formas precolombinas con los océanos galácticos de los modernos argonautas y la ciencia”.
Entre los maestros de la generación anterior a Galicia, le he escuchado manifestar su gran respeto y admiración por Julia Díaz y Carlos Cañas, a quienes considera sus mentores. Ambos magníficos representantes de nuestro arte.
Roberto Galicia, hombre sereno, ahora retirado de sus labores administrativas, sigue siendo un gran lector, sigue disfrutando de las artes y esperamos que continúe su obra creativa para beneficio de todos nosotros.
German Cáceres Buitrago Valle de San Salvador, junio de 2023- 21 de octubre de 2025