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Esta semana es Navidad

En nuestros días, la Navidad sigue siendo importante para la unión familiar, y quienes por estudio o trabajo se encuentran lejos suelen regresar para compartir con los suyos. La noche y la cena del 24 continúan siendo las más familiares de todo el año.

Para quienes vivimos cada día de la mejor manera posible con lo que disponemos, lidiando con las cosas cotidianas —unas agradables y otras menos—, cada día y cada semana son valiosos. Pero, siendo cristianos y católicos, el próximo miércoles 24 de diciembre celebraremos, un año más, la Navidad: el nacimiento de Jesucristo.

En los años Cincuenta, desde el primer día de diciembre, la expectativa más importante, tanto en lo religioso como en lo familiar, era la llegada del “Niño Dios” y, en lo económico, la del “aguinaldo”, pues entonces también el Niño Dios traía regalos. La noche del 24 los niños debían irse temprano a la cama y, el 25, al levantarse, buscar los juguetes que el Niño Dios les había dejado.

En nuestros días, la Navidad sigue siendo importante para la unión familiar, y quienes por estudio o trabajo se encuentran lejos suelen regresar para compartir con los suyos. La noche y la cena del 24 continúan siendo las más familiares de todo el año.

Sin embargo, al margen de las creencias y de la tradición cristiana de la Navidad, con el Niño Dios como centro de la celebración, poco a poco se fue introduciendo Santa Claus en nuestra sociedad, desplazando el sentido original hacia una celebración más ligada a “quedar bien” con las personas cercanas mediante regalos envueltos en papel con motivos navideños, que al nacimiento de Jesucristo en la Tierra.

¿Y quién es Santa Claus, ese señor mayor de barba blanca y vestido de rojo, que el marketing revive cada noviembre para promover la venta de productos y servicios? En el ámbito religioso, se trata de San Nicolás de Mira, un obispo católico del siglo IV, conocido por su amor y generosidad hacia los niños. En la leyenda popular actual, vive en el Polo Norte, tiene un taller donde sus elfos fabrican juguetes, vuela en un trineo mágico tirado por nueve renos y, en Nochebuena, reparte regalos a los niños que se han portado bien.

Pero la Navidad también es un tiempo de caridad y solidaridad, para ayudar a que otros la vivan con tranquilidad y paz junto a su familia. Uno de los momentos más emotivos de solidaridad que he vivido ocurrió un 24 de diciembre, durante un viaje de El Salvador a Valencia, con escala en Madrid. Ya en el último vuelo, de Madrid a Valencia, y ansioso por llegar a casa, esperábamos la salida cuando el capitán anunció que el despegue se retrasaría una hora para esperar a ocho pasajeros que venían en un vuelo demorado desde Argentina, a fin de que ellos también pudieran pasar la Navidad con su familia.

El aplauso emotivo de todos los pasajeros fue unánime y espontáneo. La persona sentada a mi lado me dijo, conmovida: “Esto es uno de los milagros que suceden en Navidad. Doscientas cincuenta personas en el avión estuvieron de acuerdo, sin dudarlo, en que debíamos esperar”. Y volvimos a aplaudir cuando el capitán dio la bienvenida a los pasajeros que llegaban con retraso diciendo: “¡Ya estamos completos! Gracias por esperar, nos vamos a casa. ¡Les deseo a todos una Feliz Navidad!”. Todos nos sentimos complacidos de haber sido parte de la Navidad de esas ocho personas.

Así, sin darnos cuenta, hemos pasado del Niño Dios, el aguinaldo, los juguetes, la cena familiar del 24, la Misa del Gallo y los cohetes de medianoche celebrando el nacimiento de Jesucristo, a Santa Claus, el árbol de Navidad y los regalos en cajas bonitas, ya sea para quedar bien con quienes queremos o para aprovechar los días de vacaciones y viajar.

Así son las cosas y así es la vida. Reciban mis mejores deseos para que disfruten una Feliz Navidad en familia, con los abrazos de quienes están cerca y los mensajes cariñosos de quienes viven lejos.

Ingeniero/Todo es más fácil y más sencillo con sentido común

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