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Alianza 2-1 Firpo, 2001; la crónica

Recordamos dicha final reporteada por Roberto Águila entre albos y pamperos, el precedente más reciente de este cotejo definitorio

Alianza- Campeón- Firpo-2001
Alianza, campeón en el 2001, ante Firpo. Foto EDH/ Archivo

El predominio de Alianza en aquella final resultó incuestionable, sustentado en la entereza anímica para asimilar los avatares negativos del cotejo; y también por una vocación ofensiva innegociable, sostenida incluso en los pasajes donde el andar del juego le fue esquivo.

Esa mentalidad fue el andamiaje sobre el que se cimentó su campaña a lo largo del certamen. Fue, asimismo, su principal recurso para neutralizar la contingencia del gol de Elías Montes a los veinte minutos, cuando Firpo pareció alterar el guion establecido con una ventaja prematura.

Fue allí, en ese instante bisagra, donde emergió la jerarquía del campeón. Alianza actuó como si la adversidad fuera apenas un detalle irrelevante en su hoja de ruta. El premio a esa insistencia llegó once minutos más tarde, merced a un testazo de Jorge Sandoval quien vulneró la valla, pese al esfuerzo postrero de Misael Alfaro.

Alianza- Campeón- Firpo-2001
Alianza, campeón en el 2001, ante Firpo. Foto EDH/ Archivo

Tras el empate, el encuentro devino en un intercambio de golpes estético, donde Alianza aceptó el reto de responder a cada envite de Firpo con una propuesta igual de agresiva.

En el complemento Alianza monopolizó el esférico de forma abrumadora, gestionando los tiempos con la intención manifiesta de resquebrajar el bloque bajo de Luis Ángel Firpo. Si bien la diferencia en el marcador no se cristalizó en el tiempo reglamentario, la prórroga dejó al desnudo las asimetrías psicológicas de ambos conjuntos: el cuadro albo se proyectó como el único actor en el campo con ambición de victoria.

Firpo, por el contrario, pareció capitular prematuramente, apostando su suerte a la especulación de una definición por penales. Pese a los arrestos individuales y la lucidez de Santos Cabrera en la gestación, el equipo adoptó una postura excesivamente conservadora, carenciada de rebeldía.

En el reparto de méritos, la audacia táctica de Juan Ramón Paredes resultó gravitante. El relevo de Alexander Merino por Miguel Riquelme —sacrificando un defensor para sumar volumen de ataque— fue el movimiento final que terminó por inclinar la balanza en beneficio de los capitalinos.

El agónico tanto de Adonay Martínez, concretado apenas un minuto antes de la tanda de penales, no fue un producto del azar, sino el corolario lógico de una hegemonía sostenida durante ciento veinte minutos. Esta nueva conquista de Alianza no fue otra cosa que la validación de un equipo que se trazó un objetivo de máxima y no claudicó hasta alcanzarlo.

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