Evitar a tiempo que la enfermedad se desarrolle para proteger a comunidades expuestas es el objetivo del estudio internacional CKDu Cure, liderado por un grupo de especialistas e investigadores salvadoreños con apoyo de la Universidad de Boston.
Evitar a tiempo que la enfermedad se desarrolle para proteger a comunidades expuestas es el objetivo del estudio internacional CKDu Cure, liderado por un grupo de especialistas e investigadores salvadoreños con apoyo de la Universidad de Boston.

Por años, Manuel despertó antes del amanecer para salir a la corta de caña de azúcar. Con el paso del tiempo, logró independizarse hasta sembrar maíz y algunas hortalizas. Por las tardes sale a vender pan en su motocicleta y busca cómo sostener a su familia.
Su vida siempre ha girado en torno al campo, al sol inclemente y a las jornadas que empezaban y terminaban sin descanso. Nunca imaginó que esa rutina, que compartía junto a casi todos en su comunidad, era también una carrera silenciosa contra una enfermedad que avanza sin avisar: el daño renal.
“Yo trabajaba todo el día bajo el sol, sin parar”, recuerda. “Una vez me asolé tanto que quedé mal del cuerpo… pero seguí trabajando”, explica este hombre de complexión media quien escucha con atención las indicaciones del equipo médico del centro de investigación CKDu Cure que visita su casa.

Manuel vive en la zona conocida como “La Línea”, en San Judas, una de las comunidades del Bajo Lempa. Ahí, la agricultura sigue siendo la principal forma de vida.
Diversos estudios de nefropatía en el Bajo Lempa revelan una alta prevalencia de Enfermedad Renal Crónica (ERC) no tradicional, conocida como Nefropatía Mesoamericana, afectando principalmente a hombres jóvenes en comunidades rurales, en condición de pobreza y con causas no asociada a diabetes o hipertensión en la mayoría de los casos.
De acuerdo al Censo Latinoamericano de Nefrología, tomo 2, publicado en 2024, la nefropatía mesoamericana es un factor clave de la enorme carga de enfermedad renal en Centroamérica, especialmente en tres países: Nicaragua, El Salvador y Guatemala.
El documento indica que estos países aparecen entre los de mayor mortalidad y Años de Vida Ajustados a la ERC en toda América Latina, lo cual está estrechamente relacionado con la presencia de la nefropatía de causa no tradicional en población joven laboral.
El diagnóstico de Manuel comenzó con miedo. Unos exámenes iniciales en un laboratorio local arrojaron resultados alarmantes. “Yo hasta lloré”, cuenta. “Creí que ya estaba perdido.”
El alto costo de las consultas privadas hacía aún más difícil buscar respuestas. Pero su destino cambió cuando, casi por casualidad, escuchó que un equipo médico estaba llegando a su comunidad para un estudio gratuito. “Yo sentía que estaba mal, así que fui”, expresa.
Ese equipo forma parte del estudio internacional CKDU Cure, del cual forma parte El Salvador y está dirigido por investigadores salvadoreños en coordinación con la Universidad de Boston, EE.UU., realizan tamizajes, entrevistas y pruebas especializadas en comunidades rurales para detectar y monitorear daño renal en poblaciones no diagnosticadas.
Desde 2023, el país forma parte de CKDU Cure, uno de los mayores estudios que se realizan a nivel global sobre la enfermedad renal crónica de causa no tradicional.
La investigación, financiada por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, reúne a universidades como Harvard, Stanford, Duke, Boston University y equipos científicos en países como Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, India y El Salvador.
El proyecto tiene como objetivo comprender las causas de una enfermedad que afecta a miles de personas jóvenes y trabajadores agrícolas, en su mayoría sin diabetes, sin hipertensión ni factores de riesgo tradicionales.
El caso de Manuel no es aislado. El Bajo Lempa sigue siendo un “punto caliente” de enfermedad renal, dice Emmanuel Jarquín, doctor en Medicina, especialista en Salud Ocupacional e investigador científico, uno de los miembros del equipo que ejecuta el estudio.
“En una comunidad hicimos tamizaje a 12 personas: 10 salieron con algún nivel de nefropatía”, explica por su parte el doctor Raúl Guevara, otro de los médicos del equipo. “Aquí todos han tenido un familiar enfermo o ya fallecido por los riñones.”, añade.
En el Bajo Lempa los patrones parece que se repiten, el doctor Guevara se refiere al entorno: jornadas prolongadas de trabajo bajo altas temperaturas, consumo insuficiente de agua en faenas agrícolas, uso frecuente de herbicidas, muchas veces sin equipo de protección, consumo de bebidas azucaradas o energizantes que sustituyen al agua y limitado acceso a atención especializada.

Cecilia, tiene 43 años, desde pequeña se ha dedicado al trabajo agrícola, su jornada empieza a las seis de la mañana y finaliza a las 10.
“De eso vivimos, es lo que hacemos, hay días en los que nos sentimos mal, pero así hay que salir a trabajar”, explica.
Ella es otra de las pacientes que recibe su segunda visita del centro de investigación.
A diferencia de Manuel, su casa se ubica en zona urbana
“El 70% de los pacientes evaluados presenta algún nivel de afectación renal, aunque muchos desconocen su condición porque la enfermedad no causa dolor en sus etapas iniciales”, agrega el doctor Guevara, responsable del control de calidad de los datos que se envían a Estados Unidos.
“Las enfermedades crónicas no duelen. El problema es que la gente llega al hospital cuando ya está en fase urémica”, agrega por su parte el doctor Jarquín.
La zona del Bajo Lempa ha sido área de estudio por más de dos décadas. En 2005, un grupo de especialistas, entre ellos el doctor Ramón García Trabanino, Nefrólogo, descubrieron esta nueva enfermedad en el Hospital Rosales.
Dicho descubrimiento le valió al doctor Trabanino el reconocimiento del Premio Nacional a la Investigación Médica Dr. Luis Edmundo Vásquez de la Presidencia de la República de El Salvador en el año 2000.
La visita que recibieron Manuel y Cecilia fue apenas la segunda de seis que tendrá a lo largo de tres años. El equipo llega con centrifugadoras portátiles, tubos para muestras, formularios digitales y refrigeración especial. No solo miden creatinina: toman muestras para genética, metales pesados y biomarcadores avanzados.
Todo se documenta en RedCap, un sistema de la Universidad de Boston. “Cada variable importa: desde qué bebe en la mañana hasta los químicos que usa en su milpa. Toda la información cuenta, explica el personal. “Una cosa lleva a la otra.” El equipo está conformado por personal de enfermería y la especialista en laboratorio clínico quienes se encargan de pasar los cuestionarios y la toma de muestras durante las visitas o en las instalaciones del Centro de Investigaciones ubicado en Tierra Blanca.
En la primera visita, Manuel llegó con miedo; ahora reconoce que saber cómo están sus riñones le permite tomar decisiones. Ha aprendido a evitar bebidas dañinas, hidratarse más y cuidarse del sol. Su tasa de filtrado, según los médicos, se mantiene estable. “Gracias a Dios, ahora me siento mejor. Pero yo sé que tengo que cuidarme”, exclama.
El avance del estudio ha sido significativo. La cohorte total es 400 en El Salvador, de los cuales se han recolectado 227 personas.
Más de un centenar presenta tasas de filtrado normales, pero con otros marcadores que, combinados, pueden advertir daño renal temprano, lo que lo hace candidato al estudio.
Por el contrario, cuando se detectan pacientes en fases avanzadas estos son referidos al hospital.
«No existe presupuesto para el seguimiento, no podemos pagar una diálisis», explican. En algunos de los casos se les da seguimiento a través de la Fundación José Jarquín, creada por el mismo equipo de especialistas.
“Nosotros mismos regalamos exámenes cuando podemos”, admite uno de los médicos.
“El problema es complejo”, explica el equipo. “Aquí el calor, la deshidratación, el trabajo físico intenso y los químicos agrícolas crean un entorno que estresa el riñón día tras día”, agregan.
La esperanza del estudio Cure es evitar a tiempo que la enfermedad se desarrolle, acompañar a quienes aún pueden evitar complicaciones y dar evidencia científica para proteger a comunidades que han vivido demasiado tiempo expuestas y en silencio.
Los investigadores trabajan de la mano promotores comunitarios y cooperativas agrícolas. Cada participante del estudio será evaluado durante cinco años con mediciones de sangre, orina, pruebas genéticas y biomarcadores avanzados, algunas de las pruebas se procesan en Estados Unidos.
La nefropatía mesoamericana, antes conocida como “nefropatía del Bajo Lempa”, fue identificada en El Salvador hace más de 25 años cuando nefrólogos del Hospital Rosales detectaron una epidemia inusual: hombres jóvenes, muchos de ellos trabajadores agrícolas y de oficios al aire libre, presentaban daño renal severo sin padecer diabetes ni hipertensión, explica el doctor García Trabanino.
Con el tiempo, se comprobó que esta condición duplicaba la carga de pacientes renales del país, afectando principalmente a comunidades de la costa y generando una presión enorme sobre un sistema de salud.
La investigación demostró que no se trataba de un fenómeno aislado del Bajo Lempa, sino de una enfermedad endémica que se repite en toda la costa pacífica de Centroamérica. A pesar de múltiples hipótesis la causa exacta aún no se ha identificado.
El doctor Trabanino insiste en la necesidad de dar visibilidad a esta condición, combatir el estigma en las comunidades afectadas y fortalecer la detección temprana para evitar que los pacientes lleguen a diálisis.
Sobre CKDU Cure
El CKDU Cure es un proyecto de investigación de la Enfermedad Renal Crónica de causas no identificadas que está financiado por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH), de EE.UU. el cual busca identificar factores de riesgo.
La investigación abarca seis países: Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, India y El Salvador.
En la investigación se analizan biomarcadores tempranos que permiten identificar daño renal antes de que sea clínicamente visible. El proyecto se extiende por cinco años. Los equipos esperan que el análisis comparativo entre países permita identificar qué combinaciones de factores ambientales, genéticos, laborales y sociales están desencadenando la epidemia de la Nefropatía Mesoamericana.
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