Luego de semanas construyendo una inusitada ofensiva militar en el mar Caribe, Estados Unidos cuenta con la fuerza letal autorizada para actuar contra embarcaciones vinculadas al narcotráfico y a estructuras criminales responsables de la expansión del narcotráfico en la región.
Muchos esperan el ataque inminente, tal como lo ha anunciado Trump. Sin embargo, a pesar de la gravedad de la situación, Maduro baila en televisión nacional -desafiante y hasta burlón- calculando que el reloj corre a su favor. ¿Por qué, si existe presencia militar estadounidense en el Caribe y un cerco estratégico ya activado, Maduro actúa con tanta liviandad?
Trump: ¿entre la fuerza letal autorizada y la demora estratégica?
Mientras la presión militar se mantiene, la decisión de actuar se ha retrasado. ¿Se le está pasando a Donald Trump su momento culminante para intervenir? Si pasamos revista al contexto que éste enfrenta, no es un misterio que:
Trump enfrenta una reorganización interna de sus adversarios en Washington, que buscan frenar acciones de alto impacto internacional que puedan incendiar el tablero nacional. Hasta sus partidarios en MAGA han expresado su descontento a este respecto.
La opinión pública estadounidense no quiere nuevas intervenciones militares tras dos décadas de guerras costosas. Esa resistencia pesa políticamente, sobre todo ante la cercanía de las elecciones de medio término.
China y Rusia mantienen su respaldo a Maduro, conscientes de que ceder Venezuela mientras no exista una resolución en Ucrania significaría perder un punto estratégico en el hemisferio occidental.
En este tablero, la ventana de oportunidad no es infinita. Y la demora permite a Maduro interpretar —correctamente o no— que la correlación internacional todavía no está lista para una acción contundente.
La ficción de una nueva negociación
En el marco de esta demora, ha trascendido la existencia de una conversación directa, en la que Maduro habría puesto condiciones para una salida negociada, las cuales fueron rechazadas por Trump, ya que no se trata de un gobierno convencional, sino una red criminal al servicio del narcotráfico.
Es sabido que la estrategia de Estados Unidos —que combina recompensas millonarias, presencia naval inusitada y una ruda presión financiera— no ha generado las fracturas decisivas esperadas. En regímenes que operan según la lógica de cartel, la capacidad de resistir bajo presión es mayor de la que calculan las democracias occidentales. La violencia se justifica en nombre de la “paz”, y la estrategia perder-perder se considera una opción viable y deseable.
¿Se le está pasando el momento histórico a Trump?
La pregunta es legítima. Toda operación de fuerza requiere timing político, diplomático y militar. Y ese timing puede evaporarse si se hace efectiva la reconfiguración de adversarios internos en Washington, la resistencia de la opinión pública estadounidense a cualquier intervención, el freno geopolítico que supone que la guerra en Ucrania aún no tiene una salida negociada y la postura de China y Rusia de sostener el régimen venezolano mientras mantengan su disputa estratégica con Estados Unidos.
Maduro lo sabe. Por eso baila. Por eso se burla. Porque interpreta —hasta ahora— que el cerco militar no necesariamente se traducirá en acción. Pero si esa lectura resulta equivocada, el choque podría ser abrupto.
Ante esta compleja situación geopolítica, es posible visualizar cinco escenarios posibles:
ESCENARIO 1. “Máxima presión 2.0 sin intervención militar” Probabilidad estimada: 45%
¿Por qué es el más probable?
La opinión pública estadounidense rechaza intervenciones militares
Estudios recientes muestran que el apoyo ciudadano a operaciones en el extranjero está en mínimos históricos. Trump, aun con su poder, no puede ignorar ese costo electoral.
Este es el camino que EE.UU. ha usado históricamente. Desde Cuba hasta Irán, EE.UU. prefiere sanciones, presión financiera, operaciones de inteligencia y ahogamiento económico antes que intervenciones directas.
Requiere poca coordinación internacional. Basta con Washington: sanciones, congelamiento de activos, persecución judicial (DEA, DOJ) y bloqueos marítimos.
Evita el choque militar directo con China y Rusia. Ambos países siguen protegiendo a Maduro; una acción militar abriría un frente geopolítico innecesario en pleno estancamiento de Ucrania.
Permite a Trump “hacer algo fuerte” sin entrar en guerra. Los incentivos políticos favorecen acciones contundentes que no impliquen tropas estadounidenses en combate.
Por eso tiene la probabilidad más alta: combina factibilidad política + impacto real + bajo costo militar.
ESCENARIO 2. “Operaciones de fuerza limitadas” (quirúrgicas, no invasivas). Probabilidad estimada: 30% Este escenario es menos probable que el 1, pero más probable que una invasión. ¿Por qué?
EE.UU. ya ejecuta interdicción en el Caribe. El cerco militar está allí. Las acciones quirúrgicas pueden ampliarse sin necesidad de Congreso ni de despliegue masivo.
Trump necesita mostrar “mano dura”. Si la “máxima presión 2.0” no produce fracturas rápidas, esta opción le permite intensificar sin entrar en conflicto total.
Golpea directamente al Cartel de los Soles. Lo cual aumenta el riesgo de fractura militar interna —uno de los objetivos de Washington.
Minimiza daños colaterales. No hay ataques a ciudades ni incursiones terrestres; por tanto, es manejable diplomáticamente.
Maduro respondería con narrativa antiimperialista, pero sin capacidad real para una guerra abierta.
Es probable, pero no el dominante, porque implica riesgos mayores y podría escalar a nivel interno y externo.
ESCENARIO 3. “Invasión militar o acción directa en territorio venezolano”. Probabilidad estimada: 10% ¿Por qué ese porcentaje?
Altísimo costo político interno en EE.UU. La mayoría de norteamericanos rechaza nuevas guerras. Esto sería devastador para Trump en términos electorales y de opinión pública.
Riesgo de confrontación indirecta con Rusia y China. Una invasión en Venezuela sería entendida como una escalada frontal en el hemisferio, en momentos donde Washington ya sostiene tensiones en Europa y Asia.
Logística complicada: terreno urbano complejo, milicias armadas, presencia del ELN, disidencias FARC y estructuras narco-paramilitares. No sería una “invasión exprés”.
Trump prefiere acciones que le den control político, no caos. Y una invasión abre un escenario de posguerra difícil de administrar.
Maduro usaría la invasión como narrativa para represión total, con apoyos ruso, chino e iraní.
Por eso es el menos probable: es el más costoso, riesgoso y difícil de controlar.
ESCENARIO 4. “Negociación forzada tras colapso interno” Probabilidad estimada: 15% ¿Por qué no es más alto, si pareciera el más “racional”?
El régimen opera como cartel, no como élite política tradicional. Los incentivos a negociar son extremadamente bajos. Negociar implica cárcel, extradición o pérdida de protección rusa/iraní.
Las fracturas internas no se han materializado todavía. Aunque hay desconfianzas, no existe una ruptura efectiva de alto nivel (al menos pública).
Requiere coordinación entre EEUU + militares venezolanos + actores regionales. Este es el escenario más complejo de todos, incluyendo el manejo del colapso territorial.
No depende de Trump, sino de dinámicas internas impredecibles.
Y de la capacidad de las facciones para coordinar salidas pactadas, algo que hasta ahora no se ha visto.
Es el escenario más deseable para una transición pacífica, pero no el más factible en el corto plazo.
Por eso queda en 15%: es posible, pero exige una combinación inusual de fracturas internas + presión externa + pérdidas del cartel.
ESCENARIO 5: Prolongación del estancamiento y consolidación del narcoestado ¿Por qué asignarle 40%? Razones estructurales:
A diferencia de los otros escenarios, este no requiere ni acción internacional ni fracturas internas de alto nivel: basta con que nada significativo cambie:
El régimen ha mostrado una extraordinaria capacidad de resistencia (15 años de sanciones + crisis + aislamiento + colapso económico…y aun así no ha caído)
China, Rusia e Irán tienen incentivos claros a que Maduro se mantenga. Mientras la guerra de Ucrania y la disputa geopolítica con EE.UU. sigan abiertas, Venezuela es una pieza estratégica barata para Moscú, Pekín y Teherán, lo cual refuerza la estabilidad del régimen, aunque sea una estabilidad mafiosa.
Una nueva mayoría política en la clandestinidad, en el exilio o encarcelada, con una desmovilización interna de la ciudadanía, por agotamiento.
Trump tiene un “reloj político” y ese reloj puede cerrarse. Y una ventana que se cierra siempre beneficia al actor que resiste, no al que amenaza.
Si el timing de Trump se pierde y no ocurren fracturas internas, Maduro lo vería como un nuevo triunfo y el régimen consolidaría su control territorial con sus apoyos externos. Implicaría la expansión del Tren de Aragua en el continente, mayor migración hacia y profundización de la fragmentación territorial y aumento de la conflictividad paramilitar hacia la población civil.
Conclusión
El destino de Venezuela está atado a demasiadas condicionantes, que explican por qué han podido permanecer tanto tiempo en el poder, expoliando a una población exhausta de luchar. Mientras tanto, Maduro baila. Y ese baile puede ser un signo de auto confianza acerca del rol estratégico de Venezuela en el escenario internacional, sin sospechar que, tal vez, la música esté por terminar.
Analista política y experta en negociación