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Dark

La luz de unos ojos cerrados

La vio iluminarse de nuevo desde sus acogedores salones y floridos jardines. Encontró algunos cambios, como la posición de los retratos de familia. “¡Cosas de Tisha! -dijo en sus adentros. ¿Quién haría tal cosa, si esos retratos los dispuse de acuerdo a cómo esas personas me amaron y me escribieron cartas?”.

Luego de recuperar la luz de sus ojos Inés se apartó del umbral de la ventana y comenzó a recorrer la casa por sí sola, redescubriéndola feliz después de un largo tiempo de sombras y desatino. La vio iluminarse de nuevo desde sus acogedores salones y floridos jardines. Encontró algunos cambios, como la posición de los retratos de familia. “¡Cosas de Tisha! -dijo en sus adentros. ¿Quién haría tal cosa, si esos retratos los dispuse de acuerdo a cómo esas personas me amaron y me escribieron cartas?”. Continuó su alumbrado recorrido en medio de la conventual calma. Sorprendida, vio de repente a una mujer -de baja estatura y sumisa expresión- que apareció a un extremo del corredor. La desconocida vino a su encuentro, diciéndole palabras amorosas. Inés no supo qué hacer ante aquella persona que se le presentaba de pronto, como la primera aparición del mundo que dejó de ver por tantos años. “Puede ser alguien que me conoce y me quiere, pero que no reconozco” –dijo. Cerró sus ojos y, hasta entonces -oyendo la voz de la recién llegada- vio a “Tisha” ante ella. Tisha, el humilde lazarillo de sus días en sombras. Cubrió sus ojos con sus manos y luego -con una amorosa sonrisa de felicidad- abrazó a su fiel lazarillo. Había descubierto la luz de sus ojos cerrados. (III) de “Leyenda del Otro Lado de la Piel” © C.B.

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