La asociación, fundada legalmente en 2017 pero con actividad desde 1999, es el hogar y refugio de 312 perros que han sido rescatados de situaciones de maltrato, atropellos y abandono en la calle.

En un vasto terreno en Ciudad Arce funciona un oasis de esperanza para cientos de canes víctimas del abandono y maltrato. Se trata de la Asociación Mi Jardín de Peludos, un refugio que, tras más de dos décadas de esfuerzo, hoy brinda atención, alimento y cariño a 312 perros rescatados.

La asociación empezó bajo el nombre «Clandestina» en Soyapango, en 1999, y se legalizó en 2017. Tiene como objetivo principal proyectar un ejemplo de responsabilidad. Ernesto Chicas, cofundador del refugio y tesorero de la asociación, subraya la dedicación a pesar de las limitaciones. «A pesar de ser una asociación, al frente solo estamos dos personas. Dos personas podemos rebuscarnos para darles lo básico a 300 perritos,» explica Chicas.

Mi Jardín de Peludos categoriza sus rescates en tres principales áreas: la primera es rescates críticos de independientes: reciben a perros en estado grave (atropellados, con tumores, o heridos por machetes o proyectiles) de rescatistas que no tienen dónde albergarlos.
La segunda es rescates propios: el equipo encuentra y rescata animales en estado crítico directamente de la calle.
Y la tercera, el abandono por hospedaje: ofrecen servicio de hospedaje pero, lamentablemente, muchas personas utilizan esta vía para deshacerse de sus mascotas, abandonadas después de pagar el hospedaje unos meses por adelantado.

«Los casos más recurrentes son perritos macheteados,» lamenta Ernesto Chicas, haciendo un llamado a la sensibilización sobre la crueldad animal, además de los desnutridos.
Sostener a más de 300 animales es una tarea titánica que se logra gracias a la autogestión y a la solidaridad. Las donaciones de alimentos e insumos de limpieza de personas locales y extranjeras son clave, y se realizan eventos y ventas de comida, postres y plantas para generar ingresos.
Además, han diseñado el programa de padrinos y madrinas, el cual permite que quienes desean ayudar pero no pueden adoptar, lo hagan a través de la financiación de la alimentación y el cuidado de un perro específico dentro del santuario.

«Mucha gente quiere adoptar, pero no lo puede tener en casa, entonces puede donar comida a un perrito en el santuario. Es como que sea suyo, pero sin la responsabilidad de tenerlo en casa», detalla el cofundador.
Para quienes deseen adoptar, el refugio ha implementado un riguroso proceso que inicia con un formulario de seguridad y una «semana de pijamadas» para asegurar que el perro se adapte a su nueva familia. Si la adaptación no funciona, se permite devolverlo y probar con otro canino.

Finalmente, Chicas hizo una importante recomendación a los dueños de mascotas, enfatizando la «educación balanceada»:
«Más que todo hacer hincapié en que un perro no es un objeto o simplemente una mascota, sino que media vez entra a la casa ya es parte de la familia. Y hay que dedicarle absolutamente todo… una educación balanceada es cariño, pero no como castigo, sino como una corrección».
La misión de Mi Jardín de Peludos es clara: ser un refugio de vida, enseñando que la tenencia responsable es un acto de amor y compromiso inquebrantable.

Al ser consultado sobre la Ley de Bienestar Animal, Chicas fue enfático: «lo único que le falta es que la apliquen, pues, que se pongan bastante de esos ejemplos de verdad y que sea para siempre.»
También señaló la necesidad de mayor coordinación entre las unidades del gobierno central, las alcaldías y las asociaciones de rescate para ofrecer una ayuda más integral a los animales.
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