Silvia Tobal, la salvadoreña que construyó medio siglo de apoyo a la comunidad de emigrantes en Italia
Con más de cinco décadas de residencia en Milán, Silvia Tobal se ha convertido en un símbolo de la comunidad salvadoreña en Italia. Su vida refleja el esfuerzo, la solidaridad y la perseverancia de una generación de migrantes que, lejos de su tierra, forjaron puentes entre El Salvador y Europa.
La historia de Silvia Tobal —también conocida como Silvia Toval— es, en muchos sentidos, la historia misma de la migración salvadoreña en Italia.
Nacida en San Salvador, llegó a suelo italiano el 7 de septiembre de 1972 con apenas 24 años. Lo hizo con la ayuda de una familia italiana que gestionó sus documentos de residencia, un privilegio poco común en una época en la que la mayoría de migrantes debía enfrentar largos y complejos procesos legales.
Sus primeros años transcurrieron en Gallarate, en la provincia de Varese, donde trabajó como empleada doméstica durante cinco años.
Luego se trasladó a Milán, donde continuó su labor hasta poder alquilar su propio apartamento, un paso que marcó el inicio de su independencia y su compromiso con la comunidad.
En los años setenta, cuando aún no existían las redes sociales ni los teléfonos móviles, las mujeres salvadoreñas se reunían en el centro de Milán durante sus días libres para compartir experiencias, recuerdos y consejos.
En aquellos encuentros informales nació una red de apoyo que más tarde se consolidó con la ayuda del sacerdote capuchino Ferdinando, quien ofrecía acompañamiento espiritual y social a los migrantes.
Bajo su guía, las reuniones pasaron a realizarse en espacios prestados por los salesianos en Via Copernico y luego en el Centro Shuster, en Lambrate.
Allí, junto a otras pioneras como Juana Celia Landaverde Ortiz y Deydamia Morán, Silvia Tobal se convirtió en uno de los pilares de la comunidad salvadoreña en Italia, promoviendo la organización, la solidaridad y el sentido de pertenencia.
Su compromiso se tradujo también en acción social. A través del Padre Ferdinando, Silvia participó en la creación de un espacio de acogida para madres solteras y mujeres en situación vulnerable, ofreciendo no solo alojamiento y orientación, sino también un gesto humano a quienes más lo necesitaban.
«Por medio del Padre Ferdinando logré ayudar a muchas mujeres», recuerda con emoción.
Apoyo invaluable a migrantes
Durante las décadas del conflicto armado en El Salvador, Italia se convirtió en refugio de cientos de salvadoreños que huían de la guerra. Silvia los recibió y acompañó en su proceso de adaptación. Más tarde, en los años 2000, extendió su ayuda a jóvenes y familias que emigraban escapando de la violencia de las pandillas.
Su labor fue reconocida también por el Consulado de El Salvador en Milán, con el que colaboró desde los años noventa en la organización de eventos cívicos y religiosos. En 1997 impulsó la primera celebración del 15 de septiembre en la ciudad, uniendo por primera vez a toda la comunidad bajo una sola bandera.
De esa labor constante nacería, años más tarde, la Casa de la Cultura Salvadoreña en Milán, una iniciativa impulsada por Silvia que ofrecía cursos de idiomas, talleres artísticos y programas de integración para migrantes latinoamericanos. Este espacio se convirtió en punto de encuentro y motor de desarrollo personal y comunitario.
Su legado ha sido reconocido por medios como TCG News y Globe Today’s, que la destacan como figura clave en la organización del evento «Viva El Salvador» en 2022, y por estudios académicos que la describen como «una mujer que ha guiado a generaciones de migrantes».
Hoy, desde su hogar en Viale Faenza, Silvia sigue participando en actividades culturales y acompañando a las nuevas generaciones. Su mensaje, cargado de sencillez y sabiduría, resume una vida de entrega, «Nunca abandonen los estudios. Conozcan sus raíces. Respeten las leyes del país donde viven, pero mantengan siempre el orgullo de ser salvadoreños.»