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Sin importar que su ángel volviera a desaparecer

Habría hecho falta cruzar años sin luz para volvernos a encontrar en este nuevo amanecer.

El extranjero cantor confiesa a su amada mensajera: «Yo también vengo de lejos mi dulce aparición. Desde las urbes de cenizas donde los urbanitas suelen perder la gloria de sus diarias batallas, quimeras y anhelos. Soy uno más en fuga, buscando el verso de la felicidad escrito en mi destino. Como tantos, caí rendido en la lejanía. Cuando al despertar el clarín de las sirenas y el bullicio de la multitud rompió el hechizo de algún sueño de amor. ¡En fin, una historia más de interrumpidas vidas! El precio de aquel dolor de ayer que duerme en mis desvelos, hoy lo paga nuestro encuentro feliz. Eres tú, alma infinita, la misma inesperada aparición de la noche de los faroles y humanas lumbreras. Cuando a la luz de las velas vi tus ojos, sentí que conocía esa mirada. Que en la rueda infinita del tiempo circular habíamos vuelto a cruzar nuestros destinos desde un día remoto de otras vidas cuando nos habríamos dicho adiós. Allá entre selvas de hierro y luces de neón y perdidas multitudes. Habría hecho falta cruzar años sin luz para volvernos a encontrar en este nuevo amanecer. Cuando bastó un instante para verte a los ojos y descubrir un nuevo sol naciente de ilusión. Yo que dudé que volviera otra vez la fronda oscura de mis versos a volar.» Luego, Marco el viajero se arrodilla ante Belle y la abraza, extasiado de amor. Sin importarle acaso que su ángel nuevamente volviera a desaparecer. (XXIII) De: «La Selva Umbría que Aprendió a Volar» ® de C.B.

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