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La primera víctima

Cuanto más tiempo pasen los menores con su smartphone, su computadora, su tableta o su consola más se afectarán, desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo los intercambios familiares; y del mismo modo, cuanto más se entretengan sus padres y los adultos con que se relacionan con sus gadgets, menos será su disponibilidad para interactuar con los niños y con los adolescentes. 

Hoy día se estudia cada vez más el efecto que la realidad mediada por la virtualidad tiene en nosotros. Los investigadores se ocupan, en general, en inquirir cómo afecta la toma de decisiones en los adultos, la percepción de lo que es o no real, la manipulación para “obligarnos” a optar por elecciones que convienen a otros y no a nosotros, etc.; pero, sobre todo, se estudia cómo afecta el contacto con esa realidad mediada al desarrollo neuro biológico y al aumento delas enfermedades psicológicas en las nuevas generaciones. 

Al respecto hay muchos y muy buenos estudios. Quizá los más divulgados sean “La generación ansiosa” de Jonathan Haidt, “La fábrica de cretinos digitales” de Michel Desmurget, o, del mismo autor,“Más libros y menos pantallas”, por citar sólo los más difundidos.

Entre los autores más serios se está llegando al consenso de que el contacto con la realidad mediado por las pantallas, tiene efectos concretos en el desarrollo cognitivo de niños y adolescentes. Tanto que se ha llegado a hablar de que la primera víctima de la virtualidad reinante es, precisamente, la inteligencia. Y no por consideraciones relacionadas con la inteligencia artificial, sino por los factores que, provenientes del mundo virtual, impiden o retrasan el desarrollo normal de la inteligencia en los más jóvenes. Es decir, en sus capacidades cognitivas. 

Como es conocido, desde el nacimiento, un bebé depende de su entorno para su desarrollo armónico, tanto física como emocional e intelectualmente. Tanto así que no aprenderíamos a caminar, ni siquiera, si no creciéramos rodeados de personas que caminan… y ya no se diga con lo relativo a las capacidades de razonamiento, lingüísticas, relacionales. Todo basado en una sana y armónica estructuración cerebral que depende del mundo que nos rodea y de las formas en que este mundo “entra” y configura nuestro interior. 

Se habla de que el desarrollo humano en sus edades más tempranas, intelectualmente hablando, depende de lo que podíamos llamar, tres pilares: las interacciones con los demás (principalmente las interacciones intrafamiliares), su capacidad de comunicarse por medio de lenguaje verbal y no verbal, y su habilidad para concentrarse y poder aprender, ya sea desde las relaciones con otros humanos o con el entorno en el que se desarrolla la criatura. 

Hay dos etapas cruciales en el desarrollo: la primera infancia y la adolescencia. Si en esas etapas se priva, o al menos se disminuye para el niño y el adolescente, la posibilidad de tener interaccionespersonales, reales, con sus semejantes, de enriquecer el vocabulario y desarrollar la capacidad de conocimiento, razonamiento y descubrimiento del mundo, aparecerán en primer lugar fracasos escolares y en segundo término inadaptaciones sociales. Por no hablar de la presencia de conductas de riesgo en adolescentes y patologías como la ansiedad, baja auto estima, inseguridad y una serie de problemas de los que se ocupa muy bien Jonathan Haidt en el libro mencionado.

Como sea, cuanto más tiempo pasen los menores con su smartphone, su computadora, su tableta o su consola más se afectarán, desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo los intercambios familiares; y del mismo modo, cuanto más se entretengan sus padres y los adultos con que se relacionan con sus gadgets, menos será su disponibilidad para interactuar con los niños y con los adolescentes. 

Un fenómeno que no tendría importancia si la calidad de información que proporciona la realidad virtual fuera igual o superior a la que proporcionan las interacciones humanas; pero, no es así. 

La “alimentación” intelectual que proporcionan las pantallas es de ínfima calidad para el cerebro en desarrollo, por lo que el número de desnutridos intelectuales, o de personas que no tienen las condiciones mejores para su estructuración cerebral de acuerdo a patrones normales de desarrollo -según múltiples estudios e investigaciones- va en franco aumento.

Ingeniero/@carlosmayorare

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