La guerra en Ucrania se ha extendido a un terreno más amplio: la seguridad aérea europea.
La guerra en Ucrania se ha extendido a un terreno más amplio: la seguridad aérea europea.
Venezuela y la nueva lucha contra el narcotráfico, el conflicto Gaza–Israel en Medio Oriente, la proliferación nuclear en Irán y Corea del Norte, las tensiones en el Congo, Sudán y el Sahara, además de la disputa en el Mar de China y la guerra comercial: los focos de crisis internacionales no faltan en la actualidad.
La 80ª Asamblea General de la ONU, celebrada esta semana en Nueva York, puso de relieve esta fragmentación del orden internacional, cada vez más desarticulado y marcado por múltiples frentes de tensión. Sin embargo, uno de los temas que más sorprendió fue el cambio de postura del presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, sobre el conflicto en Ucrania, una modificación que podría tener repercusiones más amplias en el escenario global.
Hasta hace pocas semanas, Trump parecía inclinarse hacia una posición favorable a Moscú. Basta recordar la reunión bilateral del 28 de febrero de 2025 en la Casa Blanca, donde insinuó un posible retiro del apoyo estadounidense a Kiev. Sin embargo, durante la Asamblea General en Nueva York, el mandatario afirmó que Ucrania podría recuperar “sus territorios en su forma original, e incluso más allá”.
En declaraciones que marcaron distancia con el Kremlin, Trump criticó la falta de resultados de Moscú:
“Ya son tres años que Rusia libra una guerra que una verdadera potencia militar habría ganado en menos de una semana”.
Estas palabras evidencian la frustración de Trump hacia Vladimir Putin, en un momento en que los ataques aéreos y terrestres rusos sobre Ucrania continúan intensificándose.
El Kremlin no tardó en reaccionar. Dmitri Peskov, portavoz presidencial, reafirmó que Rusia no tiene “otra opción” que continuar con su “operación militar especial”, destinada a alcanzar los objetivos estratégicos fijados por Putin desde el inicio de la invasión. “Actuaremos así para las generaciones venideras. No hay alternativa”, subrayó Peskov.
La guerra en Ucrania se ha extendido a un terreno más amplio: la seguridad aérea europea. Tras los drones de ataque en Polonia y la incursión de un MiG-31 en espacio aéreo estonio, esta semana se registraron intrusiones de drones no identificados en Dinamarca y Noruega, que incluso paralizaron temporalmente el tráfico aéreo en Copenhague y Oslo.
El episodio abrió un debate en la OTAN sobre cómo responder. Los 32 países aliados emitieron un comunicado en el que aseguraron que utilizarán “todos los instrumentos militares y no militares, en el marco del derecho internacional, para eliminar las amenazas, de donde provengan”. El primer ministro polaco fue aún más directo:
“No dudaremos en derribar cualquier objeto que viole nuestro espacio aéreo”.
La Alianza Atlántica ya ha reaccionado: interceptó un MiG-31 ruso y reforzó la Operación “Centinela Oriental”, destinada a contener la proliferación de drones en sus fronteras.
Por ahora, la OTAN mantiene una postura defensiva, buscando evitar una escalada directa con Moscú. Sin embargo, el mensaje de firmeza envía una señal clara: se responderá con medidas proporcionadas, pero sin dejar vacíos de seguridad que puedan ser explotados por Rusia.
Putin parece confiar en que el desgaste prolongado genere divisiones en el bloque occidental. No obstante, también enfrenta presión: Ucrania ha intensificado ataques en territorio ruso con drones, el arma más adaptada al actual escenario bélico.
El uso de drones no se limita a Europa del Este. Esta semana, en Colombia, grupos ilegales emplearon un drone FPV contra un helicóptero de la Policía Nacional, causando la muerte de 12 agentes. El episodio ilustra cómo esta tecnología se ha convertido en un recurso de guerra asimétrica, con implicaciones que trascienden fronteras.
En paralelo, Washington ha lanzado una “nueva guerra contra el narcotráfico” en el Caribe, situando a Caracas en el centro de la estrategia. El uso de drones en operaciones criminales refuerza la idea de que las lecciones de Ucrania tienen un impacto directo en otros teatros de conflicto, como América Latina.
La interconexión entre la guerra en Europa, las tensiones en Asia y la lucha contra el narcotráfico en el hemisferio occidental revela una tendencia preocupante: el campo de batalla tecnológico y estratégico se globaliza, y lo que ocurre en Kiev o Moscú puede repercutir en Medellín o Caracas.
Politólogo, especialista francés en relaciones internacionales, presidente de la Asociación Francia-América Latina (LATFRAN)
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