Se ve a familias enteras, a novios, a adolescentes e incluso a niños sentados chateando, sin saber qué pasa del otro lado de la mesa.
Se ve a familias enteras, a novios, a adolescentes e incluso a niños sentados chateando, sin saber qué pasa del otro lado de la mesa.
Cuando yo era niña, en aquel El Salvador de los 80, uno usaba la frase «estoy aburrida» con muchísimo cuidado. «Estar aburrida» podía traer serias consecuencias, como tener que ordenar el cuarto, leer un libro, o ayudar a la abuela a hacer ruedos.
De niños, nosotros, los Gen X nos las ingeniamos para entretenernos. Y no sólo hablo del tema juego. Hablo, por ejemplo, de estar en una reunión en la cual había adultos y los pocos niños que estábamos teníamos que ser vistos pero no oídos, así que se contaban las puntadas en el mantel.
O en la Iglesia, donde “diocuarde” que uno hiciera relajo, así que uno contaba los zapatos rojos, negros o cafés. O en un viaje largo a la playa, donde uno contaba kilómetros, o cruces en el camino que mis primos y yo llamábamos «kilómetros muertos». O en un restaurante, donde uno leía y releía el menú porque la idea de crayolas y dibujitos era foránea.
Cuando salíamos, era para hacer algo. En los 80, patinar era la gran moda. También era ir al Pops del Paseo Escalón, a Encuentros Juveniles, o a Empresarios Juveniles. En las fiestas bailábamos de a galán, en la playa nadábamos, jugábamos volley y metíamos los mini jeeps a la arena para llegar a la bocana, a pues… En el colegio uno fregaba, para niveles actuales, «sanamente», aunque mi promoción una vez fingió un «terremoto» para deshacerse de un maestro aterrorizado por el de 1986 (saltamos treinta bichos juntos) .
Pero, verán, no había celulares entonces. Cuando estaba en mis veinte, estos aparecieron. Primero los «amansalocos», luego los «kotex», los «plegables» y finalmente los «BBs». Cuando vino el internet al país hubo una mega inauguración en el Intercontinental con la créme de la créme profesional; tanto así que tuve un pleito con mi entonces novio porque no me llevó. Pero las redes eran tan lentas que ni valía la pena pelear en ellas. Y así fue por años.
La mayoría de las familias tenía almuerzos o paseos familiares donde se sufría tratando de no decir lo incorrecto frente a los futuros suegros. Si uno quería ver una película, era el cine o Blockbuster. Si uno quería hablar con el dueño de su corazón, pasaba por la colaboradora, la abuela, la mamá, el hermano y el papá y era mal visto que ella lo llamara a él.
La interacción humana durante esos años era lo normal. Aun cuando entraron los primeros teléfonos inteligentes, y se los quitaba a mis alumnos, siempre había ese factor humano en las relaciones. Pero poco a poco me fui dando cuenta de que las pantallas sustituían muchas cosas. Si los niños estaban aburridos, se les daba el celular. Si se salía de paseo, se les daba el celular. Eventualmente, los niños tuvieron su propio celular. Y ahora, se ve a familias enteras, a novios, a adolescentes e incluso a niños, sentados chateando, sin saber qué pasa del otro lado de la mesa.
Hay muchos en esta generación que son lo que yo llamo Inadaptados Digitales. Y no, no son los viejos que no pueden usar el internet, sino aquellos jóvenes que dependen de un teléfono para evitar el aburrimiento, socializar e incluso pensar. La frase «pero lo vi en «X» y en Tik Tok» es tan común. Las conversaciones son básicas; el pensamiento crítico, nulo. Y las relaciones… bueno. Relaciones basadas en redes de distintos tipos.
Hace unos años, las escuelas en Finlandia se deshicieron de la revolución digital y reintrodujeron los libros y los juegos para niños. Esto fue tras una serie de estudios que probaron que el aprendizaje digital es más lento e impide que el niño desarrolle la sociabilidad. Con las pantallas no existe una clara división entre lo real y lo digital.
No sé qué le espera a las nuevas generaciones. Como le repito a mis alumnos, en la vida uno pasa por muchísimas etapas que lo ayudan a crecer, pero la capacidad de dialogar y la empatía no se aprenden en un “Reel”, por más que hablen del tema. Se necesita a otro humano. Necesitamos volver a ese mundo más simple, donde estar aburrido implicaba hacer ruedos con la abuela, antes de que la abuela no necesite un tutorial de YouTube para que los nietos entiendan.
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