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Trump y sus curanderos

A la deriva autoritaria de su gobierno, se suma el curso anticientífico en que se ha embarcado Trump.

Busco en el diccionario la definición de curandero: “Persona que, sin ser médico, ejerce prácticas curativas empíricas o rituales.” O sea, dicha definición se ajusta a un personaje como Robert F. Kennedy Jr., actual secretario de Salud del gobierno del presidente estadounidense Donald Trump. 

Las credenciales de Kennedy Jr., además de pertenecer a la dinastía política de los Kennedy, son las de abogado especializado en cuestiones de medio ambiente. A su currículo hay que añadir su activismo antivacunas y agitador de las más tóxicas teorías de conspiración, como la falsedad de que los judíos y chinos son inmunes al virus del Covid-19. De lo que definitivamente carece es de formación médica alguna, lo cual no ha impedido que Trump lo pusiera al frente de la sanidad pública del país, sin importarle que sus políticas contravienen evidencias y estudios científicos. Sin embargo, con tan estrafalario nombramiento ha premiado el respaldo que este le brindó en su campaña electoral, cuando el sobrino del difunto John F. Kennedy abandonó sus aspiraciones presidenciales a cambio de convertirse en altavoz del trumpismo.

El republicano no solo aplaude los disparates pseudocientíficos que defiende su secretario de Salud, sino que los respalda públicamente como si él también fuera una suerte de eminencia médica. A Trump y Kennedy Jr. solo les falta presentarse en batas y con estetoscopios. Lo primero que su nuevo zar de la salud hizo fue descalificar los programas de vacunación, ya que una de sus más obsesivas cruzadas es en contra de las vacunas. Sin fundamento y apoyándose en estudios de dudosa reputación, el miembro más polémico de los Kennedy asegura que las vacunas contra el Covid-19 no son eficaces, ignorando la cantidad de vidas que se salvaron durante la pandemia cuando al fin hubo inmunización contra el mortífero virus. Además, afirma que el uso de acetaminofeno (comercialmente conocido como Tylenol o Paracetamol) durante el embarazo está relacionado al desarrollo de autismo en los bebés; por si fuera poco, recomienda, sin evidencia médica alguna, la leucorovina (una variante de la vitamina B9) para tratar a niños con autismo.  

Hace tan solo unos días, los estadounidenses, y el mundo entero, vieron el bochornoso espectáculo de Trump, con Kennedy Jr. a su vera, soltando pura charlatanería en defensa de una teoría que la comunidad científica echa por tierra. La propia Agencia Europea del Medicamento (OMS), ha desmentido el estudio que esgrimen él y su escudero, pues no hay nada que lo sustente de manera seria. 

Pese a que los expertos más notables desmontan los bulos del presidente y su asesor, el peligro estriba en que, desde el púlpito de la Casa Blanca, se propagan falsedades que inciden en la salud de la población. Desde que el activismo anti vacunas puso en marcha su maquinaria de teorías de conspiración, en Estados Unidos ha aumentado el número de padres que no inmunizan a sus hijos de enfermedades hasta ahora erradicadas como el sarampión o la rubeola. Y en estados con gobernadores republicanos alineados a la agenda MAGA, se elimina la obligatoriedad de la tarjeta de vacunación para acceder a las escuelas públicas.   

Durante su primer mandato, y en plena epidemia de Covid-19 que solo en Estados Unidos se cobró más de un millón de muertos, Trump abogó por el uso de lejía para combatir el virus. Mientras hacía tan insólitas y peligrosas proclamas, atacaba ferozmente al doctor Anthony Fauci, en aquel momento al frente de las medidas sanitarias que requería tan grave crisis global. Sin embargo, cuando contrajo el virus y fue internado en el hospital, el presidente se sometió a cuanto tratamiento convencional ofrecían los médicos para salvar a los infectados.

A la deriva autoritaria de su gobierno, se suma el curso anticientífico en que se ha embarcado Trump, con un capitán tan desnortado y profano en cuestiones médicas como Kennedy Jr., quien, después de décadas adicto a la heroína y cocaína, se fue radicalizando, al salir de un laberinto para entrar en otro: el de la dudosa medicina alternativa, las más oscuras teorías de conspiración y propuestas de curandero ambulante. En cualquier momento, el trumpismo aparecerá en el diccionario como antónimo de sensatez. 

Gina Montaner / Twitter: ginamontaner

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