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Un solo día para vivir

Desde una rendija mira quién es el recién llegado: Un hombre maduro que recuerda haber visto antes.

Aún dentro de la cabaña, Belle sale de sus cavilaciones sorprendida, al darse cuenta que alguien llega. Sintiéndose descubierta, busca un lugar donde esconderse y se encierra en un armario de cedro. Desde una rendija mira quién es el recién llegado: Un hombre maduro que recuerda haber visto antes, de chamarra azul, largos cabellos y de intenso mirar entra a la habitación. Lleva en sus manos dos farolas de celofán que pone en una mesa. Belle sigue encerrada en el ropero. El viajero se sienta y reanuda sus escritos en su libro de viaje. “Estoy en una cumbre de Apaneca -dice mientras escribe. Es un lugar hermoso, de gente humilde que sonríe pese a no tener riquezas. Como si hubieran obtenido las monedas perdidas de la felicidad. El sitio está enclavado en una cordillera, es frío y al atardecer llega hasta aquí la neblina desde el distante mar.” Después de un breve silencio prosigue: “No sé al irme cuándo vuelva a este bosque encantado. Aquí nunca se detienen las mariposas ni los vientos. Como en el mismo viaje de mi vida. Al parecer sólo el Creador se detuvo un instante para encender el verdor de sus montañas, el azul del cielo y el oro de sus celajes. Quizá la felicidad de paso se quedó a vivir en estas calles de barro y florecidas ventanas. He visto una hermosa mujer y una mariposa blanca que vuela sus nupcias esta época del año cual rauda viajera. Como si sólo poseyera un solo día para vivir; un solo vuelo en su fugaz existencia. Los lugareños le llaman “ángel” de los cafetales. (VIII) De: “La Selva Umbría que Aprendió a Volar” ® de C.B.

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