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Belle: El vuelo del “Ángel” del umbral

Al fondo, los cerros azules de Apaneca surgen entre la bruma como gigantes de niebla.

 Nuestra imaginaria historia comienza con esta escena: Se ilumina el interior de una cabaña de madera entre el humo perfumado de leña quemándose en la chimenea de barro. Desde la ventana se divisa el prado del eterno verdor. Al fondo, los cerros azules de Apaneca surgen entre la bruma como gigantes de niebla. Sobre una mesa, yacen unos papeles escritos, junto a un florero de hojas de laurel y margaritas. A un extremo de la habitación una guitarra colgada en la pared espera un cantor que la haga vivir. En la misma mesa de cedro hay un vaso con agua y un libro diario. Un reloj en la pared se ha detenido. De hecho, hay una detenida quietud en el salón aquel. De pronto entra por la ventana una mariposa blanca -el papillo albino de hermosas alas blancas de bordes dorados- imitando el vuelo de un ave llanera. Entra, atravesando el cuarto y las paredes, pues nada puede detener su eterno viaje. En la pared del fondo cuelga una pintura de la misma mariposa que los lugareños nombran “Ángel”. Unos segundos después la alevilla viajera sale por otra ventana y es cuando aparece -al otro lado del umbral- el rostro de Belle, una joven con lirios en su cabellera. Introduce su cabeza por la ventana, buscando a la mariposa, a quien -al parecer- iba persiguiendo. Luego queda contemplando el interior de la habitación y pregunta si hay alguien en ella. Nadie responde. Entonces dice al silencio que volverá mañana y se aleja furtiva como la misma viajera de legendario vuelo. (V) De: “La Selva Umbría que Aprendió a Volar” ® de C.B.

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