Las sectas fomentan el culto a la personalidad de un líder, que es visto como infalible, casi como una figura mesiánica.
Las sectas fomentan el culto a la personalidad de un líder, que es visto como infalible, casi como una figura mesiánica.
En el lenguaje popular, la palabra «secta» posee una fuerte carga despectiva. Cuando se aplica a las iglesias evangélicas, suele entenderse como un intento de descalificación. Es cierto que, durante siglos, el catolicismo tradicional llamó «sectas» a las iglesias protestantes y evangélicas, al considerarlas grupos separados de la Iglesia verdadera. Sin embargo, a partir del Concilio Vaticano II, la visión cambió de manera significativa: se comenzaron a utilizar expresiones como «comunidades eclesiales» y, en la actualidad, se prefiere hablar de «otros cristianos» o «hermanos en la fe».
Así las cosas, ¿cómo se puede, entonces, reconocer a una verdadera secta? Comencemos con una definición: Una secta es un grupo cerrado que ejerce un control fuerte sobre sus miembros, limitando su libertad personal, su capacidad de análisis y su contacto con el mundo exterior. Normalmente las sectas giran en torno a un líder con cierto atractivo y que puede utilizar la manipulación psicológica.
Veamos cada uno de estos componentes: Las sectas fomentan el culto a la personalidad de un líder, que es visto como infalible, casi como una figura mesiánica. Cualquier crítica que se formule al líder es considerada una traición o rebelión contra Dios. Además, las sectas fomentan el pensamiento de «nosotros contra ellos». Promueven la idea de que los miembros del movimiento poseen una revelación o verdad superior que los coloca por arriba del resto, que están equivocados, corrompidos o son enemigos. Esa polarización se lleva a los extremos y se traduce en una confrontación de «buenos» contra «malos», donde los buenos son los adeptos de la secta y los malos, los demás.
Las sectas también son intolerantes. No admiten ningún tipo de crítica, ni interna ni externa. Cuando alguien polemiza con ellos es demonizado y expulsado. En algunos casos incluso se incentivan las represalias violentas. Se castiga cualquier tipo de cuestionamiento con el aislamiento o la humillación pública. Para conservar el control y evitar la pérdida de partidarios las sectas son también muy cuidadosas con el manejo de la información. Limitan el acceso a fuentes externas a ellos, fomentan la desinformación y repiten incesantemente la propaganda de sus dogmas.
Las demandas de lealtad de las sectas son absolutas. Esperan que sus miembros subordinen su juicio moral, ético o racional al dogma del grupo y a la palabra del líder. La devoción se lleva a extremos del sacrificio personal y familiar por la causa del líder. Crean una burbuja ideológica que refuerza continuamente el pensamiento del grupo. Para lograrlo, animan a cortar lazos con familiares, amigos y otras personas que tratan de iluminarles sobre sus errores. Ese rechazo hacia los que no piensan igual puede ir cargado de una intolerancia que, fácilmente, puede derivar en agresividad y hasta violencia.
Con el fin de facilitar la aceptación de sus ideas, recurren a la elaboración de frases y eslóganes que usan de manera repetitiva. Con el uso de esas frases hechas simplifican al extremo la realidad y logran reforzar la lealtad de sus súbditos. Muchas de esas frases, repetidas hasta el cansancio, van cargadas de odio con el objeto de deshumanizar a los oponentes. Con ello logran la lealtad irrestricta de sus devotos y el temor de quienes les adversan.
¿Hay algo que pueda hacerse ante el riesgo de las sectas? Mucho. La primera de las barreras protectoras que debe erigirse es la de la educación crítica. Se necesita educar a las personas para que posean las herramientas que les permitan analizar, cuestionar y debatir sin fanatismo. También se debe garantizar el acceso a la pluralidad de fuentes de información. Estas deben ser guiadas por la mayor imparcialidad e independencia posible. No debe aceptarse sin críticas a ningún autoexaltado. Cada líder debe ser examinado de manera sana y racional a la luz de sus palabras y actuaciones. Convertir la credibilidad en un acto de fe es ya una muy mala señal.
Por sus características puede notarse que las sectas no solo son grupos con ideas y prácticas diferentes, sino comunidades cerradas que exigen obediencia absoluta, que persiguen la disidencia y construyen enemigos externos para justificar su existencia. El líder se ofrece como el salvador de esos enemigos inventados. Esto puede ocurrir con movimientos religiosos, pero también con partidos o líderes políticos que asumen una autoridad incuestionable.
Pastor General de la Misión Cristiana Elim
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