En una región donde la inversión privada en áreas protegidas era prácticamente inexistente, Ricardo Poma rompió el molde.
En una región donde la inversión privada en áreas protegidas era prácticamente inexistente, Ricardo Poma rompió el molde.
En 2002, luego de intensas sesiones de discusión estratégica y presentación del proyecto ante la directiva de Grupo Roble, se gestó una alianza que cambió el rumbo de la conservación ambiental en El Salvador.
Como Director Ejecutivo de SalvaNATURA, tuve el privilegio de ser testigo y puente de una convicción poco común en el mundo empresarial de Centro América: la decisión de Ricardo Poma, presidente de Grupo Roble, de invertir $600,000 en la protección del Parque Nacional Los Volcanes (Volcanes de Santa Ana, Cerro Verde e Izalco). Ni siquiera en Costa Rica existía entonces un ejemplo similar.
No fue una donación simbólica. Fue una apuesta sostenida, estratégica y profundamente ética.
Durante seis años, Grupo Roble canalizó $100,000 anuales a través de SalvaNATURA, en coordinación con el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), para fortalecer la gestión de uno de los ecosistemas más icónicos del país. Esa inversión permitió conformar un equipo técnico robusto, contratar guardaparques (muchos provenientes de comunidades vecinas), adquirir vehículos, instalar sistemas de información geográfica, y construir infraestructura turística como senderos, estaciones de vigilancia, un centro de visitantes y un ecoalbergue en el sector Los Andes.
Pero más allá de los logros tangibles, lo que permanece es el ejemplo.
En una región donde la inversión privada en áreas protegidas era prácticamente inexistente, Ricardo Poma rompió el molde. Su visión trascendía el cumplimiento legal o la filantropía tradicional. Apostó por lo estructural, por lo duradero, por lo que no se ve de inmediato, pero transforma a largo plazo.
Ya en 2007, cuando celebramos los logros al final de la alianza, reafirmamos públicamente lo que ya sabíamos: que el sector privado tiene corresponsabilidad en la protección de los recursos naturales. Y que esa corresponsabilidad puede expresarse en inversiones concretas, sostenidas y transformadoras. Grupo Roble, a través de Ricardo, lo hizo desde su negocio principal, el desarrollo inmobiliario, demostrando que es posible contribuir más allá de lo exigido.
Gracias a esa visión, SalvaNATURA también logró atraer fondos internacionales, como los del Gobierno de España, que complementaron la inversión privada y permitieron avanzar en el Plan de Manejo y Desarrollo del parque. Fue un momento de alineación virtuosa entre empresa, Estado y sociedad civil. Un modelo que merece ser recordado y replicado.
Hoy, con la reciente partida de Ricardo Poma, quiero rendir homenaje a ese gesto y a su legado. Porque no fue solo una inversión: fue una declaración de principios. Fue liderazgo con propósito. Fue la afirmación de que los valores pueden y deben traducirse en acción. Y que cuando se alinean voluntad, recursos y visión, el impacto puede trascender generaciones.
Durante mis 20 años al frente de SalvaNATURA entre 1990 y 2009, viví muchas batallas por la conservación. Pero pocas tan emblemáticas como esta. Porque en ella se conjugaron la generosidad, la estrategia y la convicción. Porque demostró que proteger la naturaleza no es un lujo, sino una responsabilidad compartida. Y porque nos recordó que el liderazgo verdadero florece cuando se pone al servicio del bien común.
Gracias, Ricardo, por creer. Por actuar. Por dejar un legado que, entre volcanes, sigue inspirando a quienes sabemos que el cambio verdadero nace cuando se alinean valores, voluntad y acción.
Exdirector ejecutivo de SalvaNATURA
Presidente de la Iniciativa para la Acción Climática
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