Hoy quiero comenzar diciendo, en nombre de mis hermanos y mío, que te acabas de ir… y ya te extrañamos. Ya te extrañamos profundamente, porque fuiste — y seguirás siendo — nuestro papá, una parte esencial de nuestras vidas.
Tenemos tantas memorias hermosas de nuestra niñez, sobre todo cuando nos mudamos a Estados Unidos en medio de la guerra. Vivías en una casita en Grape Tree, un townhouse de dos dormitorios en Key Biscayne, y nosotros — mis hermanos y yo, junto con nuestro primo Alejandro — invadíamos esas dos habitaciones, incluso la tuya. Jugábamos fútbol americano adentro y tú, con infinita paciencia y cariño, te levantabas en las mañanas a cocinarnos. Lo único que sabías cocinar eran huevos… así que nos hacías huevos todas las mañanas. Qué recuerdo más sencillo y, a la vez, tan lleno de amor.
Recuerdo también, de manera muy personal, cuando yo estaba haciendo solicitudes para las universidades. Una madrugada, a las tres de la mañana, me desperté y te encontré escribiendo una idea que se te había ocurrido para uno de mis ensayos. Ahí estabas tú, pendiente, acompañándome y ayudándome también en ese momento.
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Siempre te preocupaste profundamente por nosotros, por nuestra hermana Alicia, por tu esposa Michelle y por toda la familia Poma. Siempre estabas ahí en las cosas que verdaderamente importan. Nunca dudaste en poner a la familia por delante de tus propios intereses, y fuiste generoso en todo el sentido de la palabra.
El hecho de haberte acompañado durante estos más de tres años de tu enfermedad nos dio una enorme perspectiva de la vida y sobre las cosas que realmente importan. Y esa fue una gran enseñanza de estos últimos años: tú mismo fuiste ejemplo de eso, de dar amor, de dar conexión, y de enfocarte en lo esencial — en las relaciones, en los recuerdos, en las memorias, en las cosas que verdaderamente importan.
De ti aprendimos muchísimo: tu liderazgo pausado, tranquilo, tu capacidad de generar respeto, admiración, pero también cariño genuino en quienes te rodeaban. Tenías una mente brillante y una visión increíble. Gracias a ti, nuestro grupo empresarial creció y llegó a más de 10 países. Tú fuiste realmente el artífice de todo ese crecimiento.
Pero más allá de ser un gran jefe y un gran líder… fuiste un increíble papá y un amigo entrañable. Eras la persona a quien yo acudía cada vez que necesitaba hablar, cada vez que buscaba un consejo. Siempre fuiste objetivo, siempre fuiste claro y, sobre todo, siempre fuiste generoso con tu tiempo y con tu escucha.
Recuerdo también tu enorme respeto por mi libertad. Siempre me decías: “Hijo, lo único que quiero es que seas feliz”. Y cuando yo te preguntaba: “Pero, ¿qué pasa si quiero ser músico?”, tú simplemente me respondías: “Entonces sé un buen músico”.
Siempre me diste libertad para ser feliz, libertad para vivir mi vida como yo quería vivirla, siempre con una mente abierta y sin juzgar.
Eras un hombre que parecía ser bueno en todo lo que hacías: excelente piloto, esquiador, gran golfista, buen tenista, formidable jugador de ajedrez, gran empresario… lo que tocabas, lo hacías bien.
En las últimas semanas, pareciste regresar a tu esencia más pura. Cada día más unido a Jesús. Fuiste soltando poco a poco todo lo externo —las palabras, los planes, las preocupaciones—, y quedó solo tu presencia: tranquila, amorosa, abierta. Tu mirada decía más que cualquier frase. Era como si tu alma se hiciera visible, sin esfuerzo, sin barreras. Fue profundamente hermoso verte así: tan real, tan liviano, tan tú. Un momento de claridad, de verdad, de pura luz. Un regalo sagrado.
Siempre tuviste una profunda gratitud hacia Dios por los talentos y las oportunidades que te dio en la vida. Reconocías que todo lo que habías logrado no era solo fruto de tu esfuerzo, sino también un don, y sentías la responsabilidad de usarlo para contribuir al desarrollo de las personas. Tu amor por El Salvador fue inmenso, y siempre buscaste formas de ayudar a que nuestro país creciera y prosperara, convencido de que el verdadero éxito estaba en dejar un impacto positivo en la vida de los demás.
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Hoy, de parte mía, de mis hermanos y de mi hermana, queremos dar las gracias.
Queremos agradecer profundamente a Michelle, tu esposa, por haber compartido contigo más de veinte años de su vida, y por haberte cuidado con tanta dedicación y amor durante estos últimos tres años de tu enfermedad.
Queremos agradecer a tus hermanos María Elena, Eduardo y Ernesto, y a tus sobrinos Gabriela y Alejandro, Cristina y Diego, Sofía, Javier, Rodrigo y Ernesto, y Rodrigo y Gerardo y a tus muchos amigos y a todos tus nietos que tanto te amaban.
Y quiero agradecer, en lo personal, a Anny, mi pareja, por haber estado siempre a mi lado, apoyándome en todo, y en especial en este duro proceso.
Vamos a extrañarte cada día del resto de nuestras vidas. Y también nos sentimos sumamente agradecidos y bendecidos — profundamente bendecidos — por haber tenido la fortuna de tenerte como papá.
Te extrañamos y te amamos, papá… y siempre te tendremos presente en nuestras mentes y en nuestros corazones.
Nota: Palabras de Fernando Poma durante la misa en memoria de su padre, Ricardo Poma
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