Las máscaras como yo no pueden expresar la felicidad. Tan sólo fingir una mueca feliz, tanto a la adversidad como a la vida.
Las máscaras como yo no pueden expresar la felicidad. Tan sólo fingir una mueca feliz, tanto a la adversidad como a la vida.
Hubo muchos romances en la vida de aquel actor enmascarado. “Estrella” -la célebre bailarina ciega que sólo podía mirar a las estrellas- también fue seducida por el bufón y encantador de multitudes. Palpando la máscara con sus manos, el astro imaginaba cómo era su invisible enamorado. “Dicen que eres la máscara que ríe. Que la belleza de un rostro es su sonrisa. Debe ser hermoso el gesto que hay en ti y que nosotros -los del perdido mirar- nunca podremos llegar a ver. Tan sólo imaginar, como es normal en las comparsas sin luz.” “Una vez reí al destino -dijo aquel. Hoy es él quien se ríe de mí. Las máscaras como yo no pueden expresar la felicidad. Tan sólo fingir una mueca feliz, tanto a la adversidad como a la vida. Un día acaso -aunque recuperaras la luz de tu mirada- nunca llegarías a ver mi risa ni mi tristeza.” “Nada importa, hombre de la máscara feliz, que hayas perdido tu risa en la pista. Desde mi mundo sin luz puedo ver con claridad tu rostro interior. Éste no llora ni ríe. Mas le cubre una luz estelar. En él están la dicha y la tristeza de los seres eternos. Cierra tus ojos, seductor de sombras y estrellas. Sólo así podrás ver el rostro de tu felicidad” –terminó diciendo la danzadora entre las sombras. (XL) de: “La Máscara que Reía.” ©
La realidad en tus manos
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