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Russell dice “no” al etiquetado frontal de advertencia nutricional | Primera Parte

Este artículo propone una mirada crítica al etiquetado frontal desde la óptica de la lógica y la filosofía.

En 1901, el pensador y matemático británico Bertrand Russell formuló una paradoja que sacudió los cimientos de la matemática y la lógica moderna. Conocida como la paradoja de Russell, esta idea cuestionaba la solidez de los planteamientos de la teoría de conjuntos, porque refutó la validez de los sistemas autorreferenciales, es decir, aquellos que se definen a partir de sí mismos. Su ejemplo más célebre fue el del conjunto de todos los conjuntos que no se contienen a sí mismos: ¿debería este conjunto incluirse a sí mismo? Si lo hace, entonces no debería; si no lo hace, entonces debería. Un cortocircuito lógico que obligó a repensar la forma en que se construyen los sistemas formales.

Russell no solo revolucionó la teoría de conjuntos; su pensamiento influyó profundamente en la filosofía del lenguaje, la semántica, la epistemología y, décadas más tarde, en las ciencias de la computación. Fue uno de los fundadores de la filosofía analítica y un defensor incansable de la claridad conceptual y la coherencia lógica. Su legado sigue vigente porque nos enseñó a desconfiar de los sistemas que se contradicen al observarse a sí mismos, y a buscar estructuras más robustas para entender el mundo.

Hoy, más de un siglo después, nos enfrentamos a un fenómeno que, aunque pertenece al ámbito de la salud pública y la nutrición, parece repetir el mismo error lógico: el etiquetado frontal de advertencia en productos alimenticios. Este sistema, promovido por organismos internacionales como la OPS y adoptado por países como México, se basa en una lógica autorreferencial: el producto se evalúa en base a sí mismo para determinar si debe llevar una etiqueta de advertencia. ¿No estamos, acaso, ante una nueva versión de la paradoja de Russell?

Y antes que aparezca un indignado reclamando que este tema es del ámbito de la Nutrición y de la Salud Pública, me permitiré recalcar que la propuesta está basada en cálculos matemáticos, por lo tanto, es del ámbito numérico y como agrupa los alimentos de acuerdo a “ciertos” elementos, en grupos o conjuntos, que mejor que evaluar dicha propuesta poniéndola a prueba con la paradoja de Russell.

Echemos una mirada a la propuesta de etiquetado: Para mostrar la autorreferencia, usaré reglas de umbral “tipo OPS” simplificadas solo como ejemplo didáctico. La idea no es replicar una norma específica, sino evidenciar que el criterio de advertencia surge exclusivamente de los números internos del propio producto, sin referencia a un contexto externo (patrón dietario, frecuencia de consumo, dilución real, etc.). Esa autoevaluación es el corazón autorreferencial que quiero subrayar.

Construyamos un Marco mínimo común, con una formalización simple del “octágono”, donde W(x)={si f(x)t, o si f(x) < t, con x=azúcar, grasa saturada, sodio…) Donde f(x) es una función de los contenidos del producto por 100 gramos o 100 ml y t es el umbral fijado. El punto clave: W depende solo de x, que el producto “trae consigo”, no de lo que hace al cuerpo de quien lo consume.

Vamos a practicar lo expuesto con el siguiente ejemplo basado en el modelo que ha implementado Brasil y con referencia a  Azúcar añadido.

La figura geométrica (un rectángulo con una lupa) de advertencia se aplica si el contenido de azúcar añadida en una bebida es igual o mayor a 10 gramos por cada 100 mililitros de bebida. Entonces, tenemos una bebida “A” que contiene precisamente 11 gramos de azúcar añadida por 100 mililitros de bebida. Entonces, como W (revisen la fórmula del párrafo anterior) es = 1, porque  la bebida “A” se pasa del umbral o nivel que se estableció, por lo que va a llevar figura de advertencia. 

Pero viene el fabricante y “reformula”, como le proponen los mismos promotores de la norma. Y añade edulcorantes no calóricos y reduce el contenido de azúcar a 9.9 gramos por 100 mililitros de bebida, con lo cual W = 0, o lo que es lo mismo, no le aplica la figura de advertencia porque no pasa del umbral o nivel fijado, pero sin haber generado un cambio realmente significativo en su contenido de azúcar añadido.

Y viene la pregunta ¿Dónde está entonces la autorreferencia? Y la respuesta es: en la señal autoinducida. El mismo producto, con igual perfil sensorial y función en la dieta, “apaga” su advertencia variando un número interno sin cambiar la relación con el consumo real. La verdad del rótulo depende del propio contenido del producto, no de su uso.

Hoy, para poder dejar mejor explicado el punto y aunque tema pecar de sobre utilización de ejemplos, vamos a desarrollar un ejemplo en base al modelo de etiquetado propuesto por OPS e implementado por México: Un producto «X», tiene 100 gramos de peso. Su aporte calórico total es de 200 calorías, de las cuales 45 calorías provienen de azúcares totales, por lo cual la regla le aplica y tiene que poner octógonos. Le piden que reformule, pero se puede topar con un «bucle» al infinito si baja cantidad.

Peso neto del producto X: 100 g. Calorías totales: Ctotal = 200 kcal. Calorías provenientes de azúcares: Cazúcar = 45 kcal. Porcentaje de calorías provenientes de azúcares: Pazúcar = (45/200) x 100 = 22.5%.  Resultado: El producto debe llevar octógóno negro por exceso en el contenido de azúcar.

Entonces, bajo la lógica de OPS, el fabricante debe bajar la cantidad de azúcar de su producto si quiere dejar de llevar el octógono de advertencia. Pero aquí viene la incongruencia matemática y lógica: Cada vez que el fabricante reduce el azúcar, también reduce las calorías totales (a menos que compense con otros ingredientes). Pero como el criterio es relativo, el porcentaje puede mantenerse por encima del 20%.

Esto genera un bucle de reformulación: Baja el azúcar → baja las calorías totales → el porcentaje no baja lo suficiente. Intenta compensar con otros ingredientes → puede alterar sabor, costo, perfil nutricional. Repite el ciclo sin garantía de salir del umbral.

Y aquí está la conexión con la paradoja de Russell, porque este bucle puede verse como una forma de autorreferencia: El producto intenta salir del conjunto de productos con octógono, pero cada intento lo redefine como parte del mismo conjunto. Si el conjunto de productos “sin octógono” se define por no cumplir el criterio, pero el criterio depende de la pertenencia al conjunto (por reformulación), se genera una contradicción.

Este artículo propone una mirada crítica al etiquetado frontal desde la óptica de la lógica y la filosofía. No para desestimar los esfuerzos por mejorar la salud pública, sino para cuestionar si el modelo actual está construido sobre una base conceptual sólida. Porque si Russell nos enseñó algo, es que incluso las buenas intenciones pueden naufragar si no se sustentan en una lógica coherente.

Edward Wollants

Médico Nutriólogo y Abogado

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