Nuevo orden mundial de la información

En las últimas décadas del siglo pasado, la UNESCO levantó un gran debate global en torno al control o manejo de la información, bajo el pretexto de provocar una “democratización” y que no fueran los países desarrollados quienes impusieran la agenda informativa. Se escucharon todo tipo de voces, pero los medios periodísticos, entonces muy poderosos, no permitieron que se impusiera una forma de actuar uniforme y, hasta cierto punto, controlada.Cuando finalmente la iniciativa del organismo mundial perdió la batalla, se reconoció que el derecho a recibir información –ese derecho reconocido universalmente, aunque no siempre respetado por los gobiernos– es primordial. Se le concedió mayor importancia a la prensa independiente, como el mejor vehículo para informar a las sociedades y ser un contrapeso del poder político.La prensa mundial mostraba entonces vigor y había medios de información de todas las corrientes de pensamiento. El público tenía la potestad absoluta para decidir qué leer, ver o escuchar en las noticias y opiniones.Sin embargo, con la llegada del nuevo milenio, las cosas empezaron a cambiar muy rápidamente. Primero, proliferaron los medios digitales, pero el gran cambio llegó con la introducción y explotación de las redes sociales, básicamente a partir de la presentación de Facebook (2004), a la que siguieron otras como Twitter (hoy X), YouTube, Instagram y TikTok, entre otras.En un inicio parecía que las redes sociales llegaban para lograr lo que UNESCO decía intentar: la democratización de la información. Los medios tradicionales aplaudieron estas plataformas e incluso las vieron como herramientas para alcanzar …

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En las últimas décadas del siglo pasado, la UNESCO levantó un gran debate global en torno al control o manejo de la información, bajo el pretexto de provocar una “democratización” y que no fueran los países desarrollados quienes impusieran la agenda informativa. Se escucharon todo tipo de voces, pero los medios periodísticos, entonces muy poderosos, no permitieron que se impusiera una forma de actuar uniforme y, hasta cierto punto, controlada.
Cuando finalmente la iniciativa del organismo mundial perdió la batalla, se reconoció que el derecho a recibir información –ese derecho reconocido universalmente, aunque no siempre respetado por los gobiernos– es primordial. Se le concedió mayor importancia a la prensa independiente, como el mejor vehículo para informar a las sociedades y ser un contrapeso del poder político.
La prensa mundial mostraba entonces vigor y había medios de información de todas las corrientes de pensamiento. El público tenía la potestad absoluta para decidir qué leer, ver o escuchar en las noticias y opiniones.
Sin embargo, con la llegada del nuevo milenio, las cosas empezaron a cambiar muy rápidamente. Primero, proliferaron los medios digitales, pero el gran cambio llegó con la introducción y explotación de las redes sociales, básicamente a partir de la presentación de Facebook (2004), a la que siguieron otras como Twitter (hoy X), YouTube, Instagram y TikTok, entre otras.
En un inicio parecía que las redes sociales llegaban para lograr lo que UNESCO decía intentar: la democratización de la información. Los medios tradicionales aplaudieron estas plataformas e incluso las vieron como herramientas para alcanzar mayor difusión de sus contenidos.
Dos décadas después, aquellos medios de prensa han comprobado que esas redes y sus algoritmos se convierten en amos y señores de la información y la distribuyen de acuerdo con la forma de pensar de los usuarios y no de manera neutral, lo que en el mediano y largo plazo está teniendo un resultado muy peligroso para cualquier sociedad: refuerzan la polarización política y social.
Quienes aprenden a controlar –incluso manipular– las redes sociales pueden influir más en una sociedad o comunidad que cualquier medio informativo “tradicional” –periódicos, televisión o radio–. Lo peor de todo es que pueden hacerlo con alto grado de desinformación, trasladando noticias falsas o verdades a medias, las cuales utilizan para formar una opinión pública favorable a su causa, corriente de pensamiento o ideología.
Cabe destacar que la prensa independiente sigue siendo la que funciona como catalizador y debiera ser referente para confirmar o desmentir cualquier información que se traslade por las redes sociales. Sin embargo, no hay suficiente conciencia en la opinión pública como para que esta sea una actitud determinante. Los usuarios reenvían cualquier noticia antes de verificar su veracidad.
Como los usuarios de redes reciben mayoritariamente las noticias según su gusto, pensamiento y tendencia, entonces las ideas –correctas o equivocadas– pueden arraigarse en los diferentes grupos políticos o sociales. Esto lo estamos viendo en la actualidad prácticamente en todo el mundo.
Un ejemplo palpable lo podemos ver en Estados Unidos, un país en el que antes se veía que los pensamientos radicales eran relativamente pequeños en los partidos Demócrata y Republicano, mientras que hoy pareciera que las mayorías se ubican en los extremos de cada uno de ellos.
Se debe reconocer que Donald Trump ha sido genial en el manejo de sus mensajes en redes sociales, porque lo hace siempre pensando en fortalecer su núcleo duro de seguidores y, a pesar de muchas políticas erráticas, sigue manteniendo casi inalterable su porcentaje de aceptación pública. Claro, sus fans ven lo que les gusta de su líder.
Hoy en día hay estudios que muestran que las redes sociales, con sus algoritmos, refuerzan la polarización política y social, debido a factores que incluyen aspectos tecnológicos, psicológicos y sociales, pues ninguna de las redes sociales presenta sus contenidos de manera neutral, por más que pareciera que sí lo hacen.
Esos estudios muestran que las plataformas sociales priorizan el contenido que confirma las creencias previas del usuario. Eso significa que se consolidan las formas de pensar, sean estas correctas o equivocadas. Alguien conservador o ultraconservador recibirá mayor contenido de su línea de pensamiento; lo mismo que alguien liberal o ultraliberal verá más información de su corriente ideológica. El resultado: sociedades cada vez más polarizadas y, por lo tanto, más confrontadas.
El último ingrediente de preocupación es que las redes sociales son sumamente permeables. Hay miles de millones de usuarios, pero su manipulación se puede lograr por diversos medios, entre ellos, la creación de bots o netcenters –alimentados con cuentas fantasmas–… o simplemente por el manejo de los algoritmos en la cabeza de quienes controlan las poderosas plataformas de redes sociales… los Musk, Zuckerberg y compañía.

Óscar Picardo Joao
Óscar Picardo Joao