La IA puede sugerir posibilidades, pero no puede reemplazar el juicio clínico que integra ciencia, experiencia, contexto y contacto humano.
La IA puede sugerir posibilidades, pero no puede reemplazar el juicio clínico que integra ciencia, experiencia, contexto y contacto humano.
El lanzamiento de Dr. SV, la aplicación de orientación médica basada en inteligencia artificial (IA) impulsada recientemente en El Salvador, se ha presentado como un hito de modernización en el sistema de salud. Sin embargo, en una época en la que la tecnología suele venderse como solución universal, conviene mirar con escepticismo lo que realmente significa introducir IA en un país con profundas limitaciones estructurales, un sistema sanitario saturado y una brecha digital innegable.
La narrativa oficial habla de innovación. Pero la pregunta esencial es otra: ¿la IA realmente mejora la atención en salud o solo maquilla los problemas históricos de acceso, recursos humanos y capacidad diagnóstica?
La medicina moderna ha demostrado, una y otra vez, que ningún algoritmo —por sofisticado que sea— puede sustituir lo que constituye la base del razonamiento clínico: una historia clínica exhaustiva, un examen físico completo y pruebas diagnósticas adecuadas y dirigidas. Estos tres pilares no son opcionales; son la esencia del diagnóstico. Pretender que una aplicación automatizada pueda reemplazarlos, siquiera parcialmente, es una simplificación peligrosa y potencialmente dañina.
EL RIESGO DE CONFUNDIR ORIENTACIÓN CON DIAGNÓSTICO
Aplicaciones como Dr. SV prometen brindar orientación inicial, sugerir posibles causas de síntomas y recomendar cuándo buscar atención presencial. En teoría, suena útil. En la práctica, existe un riesgo claro: la población puede interpretar estas evaluaciones automáticas como diagnósticos definitivos, especialmente cuando el acceso a consulta médica es limitado y los tiempos de espera son largos.
Cuando un país tiene un sistema de salud donde conseguir una cita puede tomar semanas, es ingenuo pensar que los usuarios verán a la IA solo como un complemento. Para muchos, será la primera y única opinión. Y ahí comienza el problema.
Las IA médicas trabajan con probabilidades, no con personas. Analizan patrones, no contextos. No examinan, no observan gestos, no interpretan silencios, no detectan signos clínicos sutiles, no palpan, no auscultan y no entienden las particularidades epidemiológicas de una comunidad si no han sido entrenadas sobre ella. Y aun cuando lo hayan sido, siguen siendo modelos reduccionistas que operan por correlación, no por razonamiento clínico.
PRIVACIDAD Y TRANSPARENCIA: VACÍOS QUE NO PUEDEN IGNORARSE
Un punto crítico que se intenta pasar por alto es la privacidad de los datos médicos, uno de los bienes más sensibles que posee una persona. ¿Quién almacena la información? ¿Cómo se utiliza? ¿Existe supervisión independiente? ¿Qué entidad regula el cumplimiento ético y técnico de estos sistemas? En El Salvador, donde la transparencia institucional es un desafío constante, estas preguntas no pueden quedar abiertas.
La salud digital no puede construirse sobre “confianza ciega” ni sobre promesas generales.
Requiere regulaciones claras, auditorías externas, certificaciones independientes y un marco legal robusto. Sin eso, cualquier aplicación médica basada en IA es un riesgo latente, no un avance.
BRECHA DIGITAL: MODERNIZACIÓN PARA QUIÉN
Otro aspecto que suele ser ignorado es la desigualdad tecnológica. En un país donde miles de personas carecen de acceso estable a internet o a teléfonos inteligentes, la IA en salud corre el riesgo de beneficiar principalmente a los sectores que ya tienen mejores condiciones.
La modernización no puede ser selectiva. Si la tecnología amplía la brecha en lugar de reducirla, entonces no es progreso; es exclusión disfrazada.
UN SISTEMA QUE NECESITA MÉDICOS, NO SÓLO ALGORITMOS
La medicina salvadoreña enfrenta carencias fundamentales: falta de especialistas, saturación de emergencias, desabastecimiento en centros de salud y tiempos de consulta demasiado cortos para una atención profunda. Frente a esta realidad, la IA se presenta como una “solución rápida”, pero esto es una ilusión peligrosa.
La historia clínica bien tomada —ese diálogo estructurado y profundo con el paciente— sigue siendo la herramienta diagnóstica más poderosa jamás creada. El examen físico sigue siendo insustituible. Las pruebas diagnósticas deben realizarse con criterio, no por protocolo automático. La IA puede sugerir posibilidades, pero no puede reemplazar el juicio clínico que integra ciencia, experiencia, contexto y contacto humano.
UNA ADVERTENCIA NECESARIA
La IA puede sumar, sí. Puede orientar, agilizar procesos, estandarizar ciertos flujos y educar al paciente. Pero convertirla en protagonista de la atención médica, sin antes fortalecer el sistema, es como intentar reparar una grieta estructural con pintura brillante.
El Salvador no necesita reemplazar el criterio clínico con algoritmos. Necesita reforzar sus cimientos: médicos bien formados, infraestructura adecuada, tiempos de consulta dignos, datos confiables y decisiones basadas en ciencia, no en marketing.
La innovación verdadera no es la que promete más, sino la que mejora lo esencial. Y en medicina, lo esencial sigue siendo humano.
Doctor Danilo Arévalo, director de Actividades Científicas del Colegio Médico de El Salvador.
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