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Gobiernos locales, migración y el fin del municipalismo en El Salvador

Si realmente queremos frenar la migración forzada, debemos repensar el desarrollo local.

Por: César Ríos

En los últimos meses, varios analistas han insistido en que estamos presenciando el “fin del municipalismo” en El Salvador. El gobierno central ha tomado el control de funciones históricamente delegadas a las alcaldías, como la recolección de desechos sólidos y la administración de mercados. Al mismo tiempo, eliminó el Fondo para el Desarrollo Económico y Social de los Municipios (FODES), el cual por décadas representó la principal fuente de recursos para el funcionamiento de las alcaldías.

Este cambio abre un debate necesario: ¿qué han hecho los gobiernos locales con los recursos que han tenido en sus manos? ¿Cuál ha sido su responsabilidad en los procesos de migración que han marcado la historia reciente de nuestro país?

Municipalismo sin desarrollo

El FODES se diseñó con la intención de fortalecer a las municipalidades, permitiendo que cada una impulsara proyectos de desarrollo comunitario. Sin embargo, la realidad mostró otra cara: muchos de los municipios que recibían más fondos eran, paradójicamente, los mismos que expulsaban más población hacia la migración.

Esto revela una contradicción dolorosa: el dinero público no se utilizó para crear oportunidades económicas ni para mejorar la calidad de vida de las familias, sino para sostener estructuras de poder local, obras de poco impacto o, en el peor de los casos, intereses políticos particulares.

En lugar de pensar el desarrollo local como una estrategia para evitar la expulsión de su gente, muchas alcaldías quedaron atrapadas en un modelo limitado, dependiente de fondos externos y sin visión productiva de largo plazo.

El círculo de la pobreza y la migración

Durante décadas, las municipalidades recomendaron y promovieron la siembra de granos básicos como la principal opción productiva en el área rural. Aunque esto ayudaba a la subsistencia, las condiciones comerciales eran profundamente desiguales: los productores vendían barato, los intermediarios ganaban más y las familias campesinas permanecían en la pobreza.

Nadie podía dejar de ser pobre cultivando únicamente granos básicos en esas condiciones. La consecuencia fue que miles de familias no vieron un futuro posible en sus comunidades y decidieron migrar, buscando en el exterior las oportunidades que su entorno local no ofrecía.

Las estadísticas internacionales confirman que las principales causas de la migración son estructurales: falta de oportunidades, bajos salarios, desprotección social. Pero al aterrizar en la realidad salvadoreña, esas estructuras se explican en la incapacidad de los gobiernos locales para articular políticas que beneficiaran a sus comunidades en vez de a los grandes negocios o los intereses particulares.

Falta de liderazgo comunitario

Otro factor clave fue la ausencia de liderazgos que representaran verdaderamente a las comunidades. Los intermediarios, las élites locales y las dinámicas de poder económico terminaron imponiéndose. Las alcaldías, en lugar de mediar a favor de sus ciudadanos, muchas veces se sumaron a ese sistema desigual.

Así, las comunidades quedaron atrapadas en la sobrevivencia diaria. No había condiciones para que las familias proyectaran un futuro con “luces largas”. El resultado fue claro: migración como única alternativa.

¿Quiénes son responsables de la migración?

No podemos seguir viendo la migración únicamente como un fenómeno provocado por factores externos. También es responsabilidad de los gobiernos locales y nacionales que no supieron construir un modelo de desarrollo inclusivo.

Al privilegiar a los grandes negocios, mantener salarios miserables y no invertir en entornos productivos sostenibles, empujaron a miles de salvadoreños a buscar en otros países lo que no podían obtener en su propia tierra.

¿Y ahora qué?

El debate sobre el fin del municipalismo debería servirnos para reflexionar sobre lo que queremos como país. No se trata solo de quién recoge la basura o administra los mercados, sino de cómo se concibe el desarrollo local.

Necesitamos una nueva visión que:

    • Priorice el bienestar comunitario, no los intereses de élites locales.

    • Genere oportunidades económicas reales, con acceso a mercados justos y apoyo a la innovación productiva.

    • Fortalezca el liderazgo comunitario, para que sean las propias comunidades quienes decidan su rumbo.

    • Haga de la migración una opción, no una obligación, ofreciendo a las familias la posibilidad de proyectar su futuro en su propio municipio.

El municipalismo en El Salvador visto desde una óptica migratoria no puede morir porque nunca cumplió plenamente su misión. Lo que está en crisis es el modelo de alcaldías sin visión, que recibieron fondos sin generar desarrollo y que terminaron siendo cómplices —por acción u omisión— de la expulsión de miles de compatriotas.

Si realmente queremos frenar la migración forzada, debemos repensar el desarrollo local con nuevas estrategias, liderazgos comunitarios y una economía más justa. Solo así dejaremos de exportar nuestro futuro y comenzaremos a construirlo aquí.

Director Asociación Agenda Migrante El Salvador

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