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El mundo civilizado recuerda a víctimas del 7-O y espera la paz

La comunidad internacional está expectante de las conversaciones en El Cairo, Egipto, para acabar con la guerra, pero por momentos el escenario parece complicarse.

El mundo civilizado recordó con dolor este martes a las más de 1,200 víctimas fatales de enloquecidos que desde Gaza invadieron el sur de Israel y masacraron todo lo que encontraron a su paso, violaron y mutilaron a mujeres y secuestraron a decenas de sobrevivientes, lo cual desencadenó el infierno de la guerra que ahora sufre ese enclave y que ha costado la vida a decenas de miles de personas.

Hace exactamente dos años, al término de la festividad judía de Sucot, cientos de miembros del movimiento islamista lanzaron un ataque sorpresa en lo que fue el día más mortífero en Israel desde su creación en 1948.

Protegidos por un diluvio de cohetes disparados desde la Franja, miles de combatientes de Hamás y otras organizaciones palestinas destruyeron la barrera fronteriza con Israel y asaltaron comunidades agrícolas, bases militares y una gigantesca fiesta organizada en el desierto.

El ataque causó la muerte de 1.219 personas, en su mayoría civiles, según cifras oficiales israelíes. Hamás se llevó a 251 rehenes a Gaza, de los cuales 47 siguen cautivos, incluidos 25 que, según el ejército israelí, han fallecido.

Decenas de personas se reunieron el martes al amanecer en el mismo lugar donde hace exactamente dos años Hamás atacó el festival de música electrónica Nova y dejó 370 muertos sólo ahí. Las lágrimas fluían por los rostros mientras veían los retratos de sus seres queridos tomados en bodas, vacaciones o bailando, muchos de ellos mostrando amplias sonrisas, pero con su año de nacimiento y de muerte en el pie de foto. Los dolientes recuerdan cómo en algunos casos sus seres queridos les escribían que había disparos por todos lados y ellos buscaban esconderse, antes de ser hallados por los invasores y masacrados o mutilados vilmente.

La comunidad internacional está expectante de las conversaciones que siguen en El Cairo, Egipto, las delegaciones de Estados Unidos, Israel y Hamás, para acabar con la guerra, pero por momentos el escenario parece complicarse.

Según se ha informado, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, está presionando por que se llegue a un acuerdo, sobre todo para la liberación de los 48 rehenes aún en poder de Hamás, al que también ha amenazado con la «aniquilación» si no abandona la Franja de Gaza, según informó CNN. Sin embargo, este grupo que ha estado en el poder del enclave por muchos años ha puesto como condición para llegar a un acuerdo que el ejército israelí salga de ese territorio, lo cual es improbable porque Israel ya no quiere exponerse a un ataque desde esa posición y menos a que ese movimiento siga en el gobierno, se nutra con la ayuda de países islámicos como Irán y procure a toda costa la eliminación del Estado de Israel.

Hamás no quiere desarmarse ni dejar Gaza

En su respuesta al plan de Trump, el movimiento islamista aceptó liberar a los rehenes, pero exigió el fin de la ofensiva israelí y la retirada total de Israel de Gaza. No mencionó su desarme, punto clave de la propuesta. 

Todo apunta a que Estados Unidos e Israel quieren la Franja de Gaza para que los israelíes no vuelvan a correr riesgo de ser atacados desde Gaza y ya no tengan un mando autónomo, sino que queden bajo la Autoridad Palestina (AP). Pero Hamás difícilmente aceptaría y esto llevará a un círculo vicioso, que sólo prolonga más la agonía de los rehenes y sus familias, así como de los palestinos en Gaza.

Muchos recuerdan cómo grupos palestinos armados marcharon por las calles de Gaza exhibiendo su armamento pocos días antes de la matanza del fatídico 7 de octubre de 2023, sin que eso hubiera alertado al ejército israelí de que algo terrible estaba anunciado. 

El ejército israelí ha prácticamente demolido Gaza en busca de los reductos de Hamás que aún tienen en su poder a los rehenes. El dolor de las cientos de víctimas y sus familias en Israel se conjuga con el de los palestinos que sufren por la muerte de decenas de miles de sus parientes en la guerra, la hambruna y la reducción de sus hogares a moles de concreto como si un gigante hubiera aplastado la urbe.

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