Me atrevo a decir que la lucha que hay en El Salvador en el fondo es entre decentes e indecentes.
Me atrevo a decir que la lucha que hay en El Salvador en el fondo es entre decentes e indecentes.
Circula en las redes sociales un hashtag (lo correspondiente digital a una consigna gritada en una marcha) que suena muy inusual: #TenganDecencia. Normalmente las consignas y los hashtags son combativos: “Viva tal cosa; muerte a tal otra; libertad para…”. Pero esta consigna digital apela a la decencia, un valor pocas veces invocado en las luchas políticas.
¿De dónde surgió este sorprendentemente decente hashtag? “Tengan decencia” fueron las palabras que dijo la abogada, defensora de los Derechos Humanos e investigadora de corrupción gubernamental Ruth Eleonora López a los agentes policiales que la capturaron. Luego de irrumpir a las 11 de la noche en su casa, sin mostrar ninguna orden de allanamiento o detención, la sacaron a la calle con un pretexto – y ahí la esposaron, sin quererle permitir ni cambiarse de ropa. Fue en este contexto que Ruth les dijo la célebre frase: “Tengan decencia”.
Resulta que esta mujer, que hoy ya cumple 115 días en la cárcel, es de estas personas que en medio de muy serias batallas jurídicas y políticas nunca abandonó la decencia. En un país, en el cual reina la indecencia, la decencia es casi un delito. Exigir al gobierno, como lo hizo Ruth López por años, que investigue y sancione la corrupción, sobre todo la que florece en sus propias filas partidarias y en las instituciones gubernamentales, es una muestra de decencia. Igual lo es poner la cara por los injustamente detenidos e insistir en juicios justos. Pero para los indecentes que gobiernan el país, estas muestras de decencia son suficientes para que declaren a cualquier abogado, activista, opositor, investigador o periodista enemigo del Estado – y que usen la justicia para callarlos y destruirlos.
Una lucha cultural
Me atrevo a decir que la lucha que hay en El Salvador, más allá de un enfrentamiento entre demócratas y autoritarios, en el fondo es entre decentes e indecentes. Como siempre, los indecentes tienen una gran ventaja: No tienen ningún escrúpulo de jugar chuco. Mienten, difaman, usan su poder para perseguir y los fondos públicos para desinformar, roban, mandan a reprimir y hasta torturar y matar. Los decentes suelen negarse a usar la violencia y la difamación. Quieren jugar limpio, apostando al argumento, a la razón, a la conciencia.
Algunos dirán que invocar el valor de la decencia es algo anticuado. Pero es un valor mil veces más necesario para el futuro que el de orden y disciplina. Aunque muchos lo creen -no solo dentro del oficialismo, sino incluso dentro de la oposición- decencia no es debilidad. No lo es, cuando la decencia no se queda en lo contemplativo, sino que se vuelve combativa. Decencia y lucha no son excluyentes. Ruth dijo “tengan decencia”, de manera calmada, viéndolos a los ojos a sus captores, pero cuando la exhibieron en el juzgado gritó a todo pulmón frente a las cámaras de televisión denunciando la falta de debido proceso por parte de la policía y la fiscalía. Todos recordamos estas escenas: una mujer decente y combativa.
“La frase de Ruth sigue resonando un mes después de su captura, justo porque un llamado a la decencia se vuelve categórico y urgente en una etapa en que la indecencia se ha convertido en doctrina del Estado”, escribió Ramiro Navas en este diario. Con cada día que Ruth López sigue encarcelada resuena aún más. La frase se ha vuelto lema de la campaña internacional por su libertad.
Un asunto de ética
Varios de las personas más decentes que tuvo el país, lamentablemente han muerto: los empresarios y filántropos Bobby Murray y Ricardo Poma, el ex-rector de la UCA Chema Tojeira, el abogado y ex-vicepresidente Enrique Borgo Bustamante, el ex-presidente de FUSADES Toni Cabrales, la exdiputada Yanci Urbina – dejando un vacío de liderazgo ético muy grande y difícil de llenar.
Otros se encuentran encarcelados, precisamente por no ser indiferentes, sino decentes: la investigadora anticorrupción Ruth López, el constitucionalista Enrique Anaya, el abogado y medioambientalista Alejandro Henríquez, el pastor y cooperativista José Ángel Pérez. Son presos de conciencia, que el gobierno tuvo que callar por el pecado de exceso de decencia. Gente demasiado peligrosa – y además con liderazgo y autoridad moral.
Otros -de derecha, de izquierda o simplemente de la sociedad civil activa- han salido del país. Otros se refugiaron en un exilio interno, no abandonando la decencia, pero sí la combatividad. Quedan como reserva moral para el momento que habrá que reconstruir la democracia.
La frase #TenganDecencia es un recordatorio a los instrumentos y cómplices de la dictadura que no sólo están violando mandatos legales sino también éticos – y que algún día tendrán que rendir cuentas – tal vez ante un juez, con seguridad ante su conciencia y sus comunidades. Por eso, cuando Ruth López les reclamó a sus captores, lo dijo con un agregado: “Tengan decencia, esto un día se va a acabar”.
Pero la frase #TenganDecencia también es un llamado a los opositores que luchan en defensa de la democracia. Tienen que ser combativos, pero no pueden recurrir a los mismos métodos sucios de sus adversarios. Tienen que aprender las modernas formas de la comunicación masiva, pero no incurrir en populismo, desinformación y difamación. Sus armas tienen que ser la razón, la verdad, el diálogo, la tolerancia y la construcción de consensos. Ante la indecencia hecha sistema por Trump, Michelle Obama dijo: “When they go low, we go high”, lo que se puede traducir así: “Cuando se bajan a la cloaca, nosotros mantenemos nuestros principios”.
“Go high” no significa callarse o no luchar con dureza y pegar duro, significa no abandonar la decencia.
José Miguel Cruz escribió en las páginas de este diario: “Tener decencia significa sentir vergüenza ante las injusticias propias e indignación ante las ajenas.” A este tipo de decencia me refiero en esta columna.
Periodista
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