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Carta de un hombre muy enfermo a su niño de cuatro años

«Un niño es una criatura mágica. Usted puede cerrarle la puerta del cuarto de las herramientas. Pero no puede cerrarle la de su corazón. Puede echarlo de su estudio, pero no puede apartarlo de su mente…» (Enrique Rambal).

Una conmovedora carta de un actor que sufre serios problemas de salud, a su hijo de cuatro años, es un tierno ejemplo de amor de padre a hijo, un sentimiento que la gran mayoría albergan por sus niños, pidiendo a Dios poder verlos crecer, llegar a la adolescencia y, si se pudiera, convertirse en adultos responsables y de buenos principios.

La carta inicia dirigiéndose a Jeremiah:

«Hoy cumples cuatro años, una criatura de fuerte voluntad pero mucha dulzura y todo un muchachito muy definido. No sabes la dicha que tenemos contigo. Y mientras corres, botas cosas, vas a dormir… pienso en lo dichosos que somos de tenerte.

«Tú has sido muy especial y ahora que puedes expresar tus deseos, que comienzas a hablar, me doy cuenta de que tienes una alma apasionada, que te encanta ser alegre, divertido y que no vacilas en decir lo que quieres.

«Lamento no haber podido ser el padre que habría deseado, pues no siempre tuve las fuerzas para jugar contigo, meterte a la cama y estar un rato a tu lado mientras te duermes. Pero verte en cada momento ha sido una de las mayores felicidades de mi vida…».

La mayoría de personas, mujeres y hombres, sueña y pide a Dios lo mismo: tener niños, verlos crecer, estar con ellos en los años dorados, guiarlos en sus estudios, ayudarles en los difíciles años de la adolescencia, educarlos para que puedan desempeñarse más tarde como buenos ciudadanos y, de ser posible, como académicos o profesionales independientes.

Al igual que el padre que escribió la tierna carta a su hijo, esos años de infancia, los años de sueños, ilusiones, espontaneidad, llevaron al gran pensador vasco Miguel de Unamuno a decir que es muy triste no poder revivir la infancia, volver a soñar que se llega a las estrellas con solo desearlo…

Los niños son un don de Dios, por lo que cuidarlos, protegerlos, verlos en sus afanes y sus divertidas correrías es un gran privilegio. De allí que tantos de nosotros lloramos al darnos cuenta de que dejamos de ser niños, que estamos enfrentándonos a un mundo diferente al que que con alegría, tristezas, regaños, descubrimientos habíamos hollado los pies y, de nuevo, la imaginación.

«Un niño es la verdad con la cara sucia, la belleza con una cortada en el dedo, la sabiduría con el chicle en el pelo y la esperanza del futuro con una rana en el bolsillo… Un niño es una criatura mágica. Puedes cerrarle la puerta de tu despacho, pero no puedes cerrarle la puerta del corazón. Puedes sacarlo de tu estudio, pero no puedes sacarlo de tu mente.  Pero cuando regresas a casa por las noches, con tus sueños y esperanzas hechas trizas, él puede remediarlas y dejarlas como nuevas con dos mágicas palabras: ¡HOLA, PAPITO!…», recitaba con emoción y ternura el actor y director español Enrique Rambal.

Hay muchas denuncias contra monstruos que violan niños

Los niños, y en particular las niñas, deben protegerse en todo momento pues depredadores, pederastas y monstruos andan sueltos todo el tiempo, como ha salido a luz en muchos países y es un drama actualmente en muchos países.

Muchos curas han sido denunciados por perpetrar esos delitos, a lo que se agrega lo que es un recurrente fenómeno en muchos países de Asia y particularmente entre los musulmanes fundamentalistas: el que niñas se venden o que desde los once años son casadas con hombres adultos, a lo que se suma que «el tío», el chofer «de confianza», el vecino depravado aproveche un momento en que los niños estén solos, sin protección, para atacarlos.

En la comunidad de Cícero, muy cerca de Nueva York, se desarrolla en estos momentos un juicio contra un «querido profesor» que violaba a niños, los que en la actualidad se han unido para pedir que sea castigado por sus asquerosos crímenes…

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