En muchos países, la Guerra Fría había sido la excusa perfecta para impedir la modernización de los Estados, pues todo intento, por modesto que fuera, se veía en el contexto de la confrontación ideológica.
En muchos países, la Guerra Fría había sido la excusa perfecta para impedir la modernización de los Estados, pues todo intento, por modesto que fuera, se veía en el contexto de la confrontación ideológica.
En la biografía de Mijaíl Gorbachov del escritor francés Bernard Lecomte, queda muy claro que para Gorbachov la perestroika no solo abarcaba la economía, sino también todas las demás dimensiones de la vida y consideraba que las palabras perestroika y glasnost, es decir, transformación y transparencia, constituían una verdadera revolución en todo el sistema de relaciones sociales, en las mentes y los corazones del pueblo.
Sus aliados naturales eran los que deseaban un cambio profundo, entre ellos Boris Yeltsin, pero como no quería enemistarse con los conservadores y quería contar con su apoyo, llegó incluso a destituir a Yeltsin. Boris Yeltsin jamás olvidó lo que consideró una traición y la relación entre ambos quedó envenenada. Gorbachov buscó un equilibrio imposible que, en última instancia, provocó su caída porque para tener éxito debía seguir su lógica de cambio hasta las últimas consecuencias y no lo hizo. Así, desató fuerzas que después no pudo contener.
En el ámbito internacional, dominaba la Guerra Fría entre las superpotencias, si bien en muchos países pequeños esa guerra fue caliente; era del período del «imperio del mal» como el presidente Ronald Reagan había calificado a la Unión Soviética; de la «guerra de las galaxias» por el sistema de defensa antimisiles que los Estados Unidos querían poner en funcionamiento; de un papa polaco en el Vaticano; del movimiento Solidaridad en Polonia; y del ejército soviético en el atolladero de Afganistán. Un mundo bipolar pese a los esfuerzos de algunos de buscar una tercera vía a través del movimiento de los no alineados; esfuerzos sinceros para unos, tácticos o superficiales para otros.
Gorbachov, apodado «gorbi» en occidente, quería parar la carrera armamentista, restablecer el diálogo con occidente, normalizar las relaciones con China, retirar el ejército de Afganistán y lograr la distención con Polonia y el Bloque del Este. En la práctica liberó a los países del Bloque del Este, permitió la caída del Muro de Berlín, retiró el ejército de Afganistán, puso fin a la Guerra Fría y, al hacer todo esto, ganó gran popularidad en occidente, pues hubo un período de «gorbimanía», pero aquí aparece una cruda realidad para este hombre: amado en el extranjero hasta el punto de recibir el Premio Nobel de la Paz (1990), pero vilipendiado en su propio país.
El libro se concentra en los errores cometidos en la Unión Soviética y menciona poco, a veces nada, importantes acontecimientos que tuvieron lugar entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la caída de la Unión Soviética que sin duda influenciaron a Gorbachov. Algunos ejemplos: el bloqueo de Berlín que decidió Stalin, y el exitoso puente aéreo de occidente para abastecer la ciudad; la construcción del Muro de Berlín; la invasión soviética de Hungría y de Checoslovaquia; la revolución en Cuba y su alianza con la Unión Soviética; la crisis de los misiles en Cuba que casi puso fin a la vida en la tierra; la guerra de Vietnam; la intervención cubana en Angola y su confrontación armada con Sudáfrica que terminó con un acuerdo de paz que permitió la independencia de Namibia; los acuerdos que resultaron de las Conversaciones sobre la limitación de armas estratégicas (SALT), de los años 1970; la «pérdida» para los Estados Unidos de Angola, Irán y Nicaragua; la intervención estadounidense en la pequeña isla caribeña de Granada que, de acuerdo con algunos analistas, marcó su superación del «síndrome de Vietnam» y reiteró un claro y contundente mensaje al mundo: los Estados Unidos impedirían, por todos los medios, la expansión del comunismo y de la influencia soviética en el mundo
En cuanto a la Guerra Fría, su fin fue sin duda un movimiento telúrico de alta magnitud que cambió el mundo. Para muchos países pequeños fue un alivio porque los sacó del tablero de las grandes potencias y facilitó la resolución de conflictos por la vía de la negociación, como en el caso de Centro América, permitiéndoles empezar el recorrido de un largo camino, no siempre derecho, de construcción de la paz y de la democracia.
En muchos países, la Guerra Fría había sido la excusa perfecta para impedir la modernización de los Estados, pues todo intento, por modesto que fuera, se veía en el contexto de la confrontación ideológica, y académicos como Jeane Kirkpatrick, Embajadora de los Estados Unidos en las Naciones Unidas, en su artículo Dictatorships and double standards, algo así como dictaduras y dobles raseros, argumentaba que los regímenes autoritarios no eran tan malos porque no se preocupaban por la vida cotidiana de las personas (trabajo, ocio, amistades y relaciones familiares), mientras que los regímenes totalitarios controlaban todos los aspectos de la vida y de la sociedad, y porque los regímenes autoritarios podían avanzar gradualmente hacia regímenes abiertos y democráticos, pero que para los regímenes totalitarios tal transición era imposible. Este argumento, que recuerda un poco la distinción entre dictadura y dictablanda en la España del general Dámaso Berenguer, fue una de las narrativas utilizadas para explicar el apoyo estadounidense a regímenes autoritarios en América Latina.
La realidad en tus manos
Fundado en 1936 por Napoleón Viera Altamirano y Mercedes Madriz de Altamirano.
Facebook-f Instagram X-twitter11 Calle Oriente y Avenida Cuscatancingo No 271 San Salvador, El Salvador Tel.: (503) 2231-7777 Fax: (503) 2231-7869 (1 Cuadra al Norte de Alcaldía de San Salvador)
2025 – Todos los derechos reservados