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Sandra Martínez: la mujer que transformó el miedo en fortaleza

Un diagnóstico terminal hace trece años solo fue el inicio de una batalla que Sandra convirtió en testimonio. Con la fe como escudo y el amor por sus hijos como motor, no solo desafió al cáncer dos veces, sino que encontró en la lucha una razón para vivir con una fuerza renovada.

Sandra Elizabeth Martínez 1

“Hoy puedo testificar que los médicos me daban 3 meses de vida y han pasado 13 años desde el primer diagnóstico”, cuenta con orgullo Sandra Elizabeth Martínez, una mujer de 53 años, pequeña de estatura, tez trigueña y una mirada pacífica que ha vencido dos tipos de cáncer.

En el 2012, a sus 40 años, gracias a sus exámenes de rutina, encontró algo inusual: una pequeña bolita en su pecho. Lo que parecía un grano insignificante desencadenó un proceso de ultrasonidos, biopsias y un dictamen médico que cambiaría su vida para siempre.

El 10 de julio de ese año, un médico le informó que su biopsia había salido positiva: tenía un cáncer agresivo, invasivo y en fase terminal, sin esperanzas de vida. Sandra y su familia buscaron una segunda opinión, que sólo corroboró la gravedad de su situación.

A partir de ese momento, Sandra tomó la decisión de no permitir que la enfermedad ni las palabras ajenas definieran su destino.

Su primer refugio no fue un hospital, sino su iglesia: Asambleas de Dios Capernaum kilómetro 11, Ciudad Delgado. Allí encontró fuerza espiritual, contención emocional y el convencimiento de que la fe, unida al tratamiento médico, podía ser parte de su sanación. “A través del abrazo de ellos, sentía el abrazo de Dios”, explica Sandra.

Con el respaldo incondicional de su familia, especialmente de sus dos hijos, Sandra se sometió a una mastectomía radical, 16 quimioterapias y varias sesiones de radioterapia, logrando el alta. 

El anhelo de ver a sus hijos crecer y alcanzar sus metas fue su fortaleza para persistir en su tratamiento, pese a los malestares y momentos difíciles.

Sin embargo, dos años después, en 2014, el cáncer reapareció en su cuello, obligándola a empezar de nuevo el proceso. Las secuelas aún la acompañan. Sin embargo, Sandra no se reconoce como víctima, sino como una mujer que ha aprendido a vivir con resiliencia. En lugar de preguntarse “¿por qué a mí?”, decidió preguntarse “¿para qué?”.

Un nuevo sentido a la vida

Tras más de una década desafiando un pronóstico desfavorable, Sandra se aferra a la certeza de que está viva por una razón. “Cuando me dijeron que no tenía esperanzas, vi la muerte de frente. Pero aquí estoy, 13 años después. Cada día lo veo como una oportunidad. He aprendido a agradecer incluso en medio del dolor”, comenta con una sonrisa.

Antes de su primer diagnóstico, Sandra se dedicaba al comercio. Actualmente, es ama de casa. Las secuelas de los tratamientos no la detienen para su día a día, ya que a pesar de las dificultades se dedica a su hogar, a cocinar, cantar y reír disfrutando de sus hijos y de su pequeño nieto.

Incluso en la incertidumbre, Sandra sigue siendo ejemplo de entereza. Como parte de su chequeo constante, actualmente se encuentra a la espera de los resultados de una evaluación médica para confirmar o descartar la recurrencia de esta enfermedad.

“Me levanto y me maquillo, empiezo a moverme, aunque con dificultades, pero veo la vida y cada día agradezco a Dios. Muchos hubieran querido tener la oportunidad de abrir los ojos y no pudieron ver el amanecer, pero yo sí”, dice con fe.

“Isaías 41:10 dice ‘No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios (…)’ es un texto bíblico que ha sido mío desde que empecé. Porque Dios no me dejó, siempre estuvo ahí, cuando lloraba leía este texto y me fortalecía, no lo he logrado sola ha sido con ayuda de Dios y mis hijos”.

Sandra Martínez, superviviente de cáncer de mama y de clavícula.

En esta odisea, Sandra se ha encontrado con ángeles disfrazados de personas y también con héroes de capa blanca que la han apoyado incondicionalmente en este proceso, como el Dr. Finlander Rosales y el Dr. Nelson Alvarenga.

Asimismo, Sandra encontró a ASAPRECAN (Asociación Salvadoreña para la Prevención del Cáncer). Admiradora de su labor preventiva, experimentó personalmente su impacto al recibir una prótesis que mejoró significativamente su calidad de vida.

Durante sus controles en el hospital, Sandra se acerca a las personas que acaban de recibir su diagnóstico, les ofrece un abrazo y les comparte su testimonio para darles palabras de aliento.

Ella transmite un mensaje claro a quienes están luchando contra el cáncer: no rendirse, aferrarse con determinación a la vida y persistir en el tratamiento. Para ella, esta batalla se enfrenta con una fe inquebrantable y el respaldo de la familia, que se convierte en el motor para seguir luchando.

También hace un llamado a la empatía, amabilidad y cordialidad de las personas en general. Es importante recordar que cada persona enfrenta sus propias luchas internas, y un simple gesto de amabilidad puede hacer una gran diferencia en el día de alguien.

Ella es testigo de cómo un abrazo o una palabra de aliento puede cambiar el rumbo emocional de alguien en un momento crítico.

Sandra se define a sí misma como una mujer valiente que nunca se rinde y que ha hecho de su vida una prioridad. Aunque los médicos le dieron solo tres meses de vida, han pasado 13 años desde entonces, un testimonio vivo de su resiliencia y fe.

Cuando se le pregunta cómo ve su presente, no duda en responder: “Valoro cada segundo. A los 40 años pensaba en mis proyectos personales, pero el cáncer me mostró otro camino. Hoy entiendo que mi propósito es ayudar, levantar al que cae y recordar que siempre hay esperanza, incluso cuando todo parece perdido”.

La paciente que habían desahuciado, ahora se levanta cada día con la convicción de que se puede vencer todo obstáculo. 

Su historia no es solo la de una sobreviviente. Es la historia de una mujer que transformó el dolor en fuerza, la incertidumbre en fe, y la enfermedad en esperanza, y un puente hacia el servicio a los demás.

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