Un líder comunal de San Miguel ha planteado la necesidad de habilitar un albergue para animales domésticos y de granja, ya que todos los años mueren cientos por la fuerza del caudal del Río Grande.
Un líder comunal de San Miguel ha planteado la necesidad de habilitar un albergue para animales domésticos y de granja, ya que todos los años mueren cientos por la fuerza del caudal del Río Grande.
En invierno, la fuerza de la creciente del Río Grande de San Miguel arrasa con todo a su paso al desbordarse sobre el caserío Cazamota. Los primeros afectados son los animales domésticos y de granja que quedan en las casas, y el caudal los ahoga.
Cuando hay evacuación, muchas de las personas de la zona se han rehusado a evacuar para no dejarlos solos; en el caso de los animales domésticos por el vínculo afectivo, y en los de granja porque son el recurso con el que cuentan para su alimentación, y perderlos les genera un golpe económico en medio de su situación tempestuosa; sin embargo terminan evacuando sus casas ante el riesgo que representa el río.
Al llegar la llena, los perros, gatos, cerdos, cabras, patos que duermen en los patios de las casas son arrastrados y mueren ahogados, los cuerpos quedan esparcidos en las parcelas.
En la iglesia evangélica del sector, habilitada para resguardo temporal en cada invierno, no se permite la permanencia de animales al interior, por motivos de limpieza, explicó Manuel Hernández, líder comunitario.
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Algunos perros acompañan a sus dueños al refugio, pero deben permanecer afuera sin techo, soportando las inclemencias de la lluvia.
«Hoy me da miedo tener muchos pollos, no dejo que se me haga crianza porque siempre me los lleva el río, las que se salvan es porque se logran subir al techo de la casa, pero a las que se les mojan las plumitas no alcanzan a volar y se ahogan, regularmente eso ocurre en la noche o madrugada que no logran ver», explicó Teresa Carranza.
Ella relata que como el refugio queda cerca, una personas por vivienda regresa a la zona de inundación para verificar cómo están los animales. Teresa dice que les avienta el maíz o maicillo a las gallinas que permanecen sobre el techo durante la inundación, y a veces son más de 8 días en esa faena.
El líder de la comunidad narra que cuando anuncia las evacuaciones, algunas personas se rehúsan a hacerlo hasta que la situación es más difícil, pero su decisión es por no querer dejar a su suerte a los animales ni sus pertenencias; el temor a perderlos los lleva a arriesgar sus vidas al quedarse en la zona anegada.
Manuel Hernández, líder comunitario de Cazamota, ha planteado a la alcaldía municipal de San Miguel Centro y al sistema de albergues, la habilitación de un refugio techado para los animales y garantizar la seguridad de todos, pero hasta este día no ha habido una respuesta.
Algunos ganaderos que tienen la posibilidad de mover parte de su ganado, los trasladan a zonas altas donde les permiten tenerlo, sino las vacas y toros mueren ahogados. Luego enfrentan el problema de la contaminación del agua y el riesgo de que los animales enfermen si la beben.
También enfrentan el desabastecimiento de comida cuando a causa de la inundación los dueños no pueden llegar a la parte alta donde está el ganado para alimentarlo. Por esas causas, los ganaderos han reportado pérdidas anuales de estos animales.
El año pasado, un ganadero perdió dos vacas, que quedaron atascadas en el lodo, no pudieron sacarlas y murieron en el lugar. A pesar de que es una especie que tienen la habilidad de nadar, no logran sobrevivir ante la fuerza del caudal.
Lo mismo sucede con las pertenencias, la gente realiza ciertos protocolos en sus casas antes de dejarlas e irse a los refugios, para cuidar lo poco que tienen, por ejemplo suben todo lo que puedan a la parte más alta de la casa. «Es una cosa que no se le desea a nadie, porque imagínese que uno anda pensando a qué horas subir cosas», dice Teresa Carranza. En su casa, las camas de colchón, las amarran con lazos y las cuelgan en las vigas de la casa para que no se mojen cuando ingresa la llena (el agua) y se mete por las rendijas de la puerta . Las plantas en macetas y la leña la suben a la hornilla. Las puertas y ventanas las encadenan y cierran. La ropa y zapatos los meten en bolsas y cuelgan con lazos en las vigas de los tejados.
Aún así, quienes no han evacuado afirman que el agua dentro de la casa les llega hasta las rodillas.
«Los muchachos que están acostumbrados a ir de pesca, andar en el monte, más que todo conviven con el río, ellos avisan y dicen si esta llena es fuerte, nos advierten a nosotros y nos ponemos a andar moviendo cosas»,explica Teresa.
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Estas personas saben que deben estar vigilantes para cuando el líder de la comunidad les indique hacer su protocolo de resguardo a la brevedad posible, ya que él pone a disposición su vehículo para sacar a las personas de sus casas y llevarlas al refugio.
La tormenta tropical Julia, que llegó a El Salvador el lunes 10 de octubre de 2022 por la madrugada, fue el periodo más largo que han pasado en el refugio, ya que fueron 15 días de lluvias, las calles y casas se llenaron de anegaron la gente perdió animales, trastes, ropa entre otros objetos.
Por la proximidad, y por estar pendiente de sus animales las personas se han rehusado de ser dos, indicó la comunidad.
«La gente ahí se siente bien porque en la mañana van a ver a donde están sus animalitos y vuelven nuevamente al refugio», dice Hernández.
Las personas que se rehúsan a salir pueden llegar a quedar incomunicadas, y el agua llega para quedarse porque no hay ningún desagüe para que salgan, solo se consumen con el paso del tiempo a través del suelo. Por eso los líderes les concientizan sobre los riesgos.
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