El meteorólogo aeronáutico Guillermo Jovel explica cómo, ante la agudización de eventos extremos, cada vez les resulta más complicado hacer pronósticos.
Además de los meteorólogos del Ministerio de Medio Ambiente, en el país hay meteorólogos aeronáuticos, que son especialistas en vigilancia y previsión meteorológica para la aviación. Guillermo Jovel es uno de ellos. Desde 2020 comparte sus conocimientos a través de la red social X (antes Twitter), desde donde advierte posibles formaciones de tormentas. En esta entrevista explica cómo, ante la agudización de eventos extremos exacerbados por el cambio climático, cada vez les resulta más complicado hacer pronósticos.
No hay una universidad en El Salvador que ofrezca la carrera de meteorólogo como tal, así que en 2002 CEPA convocó a un grupo de jóvenes, con ciertas cualidades, como facilidad para los números y las físicas, y el idioma inglés, para ser formados como meteorólogos observadores aeronáuticos, un curso que cumple con estándares de la Organización de Aviación Civil Internacional y de la Organización Meteorológica Mundial, y fui seleccionado. Posteriormente, a través de la escuela de física de la Universidad de Costa Rica, recibimos la formación como meteorólogos aeronáuticos pronosticadores del tiempo.
Si te refieres a mi actividad en redes sociales, pues no, no vivo de eso. Ya hay muchos «mediarólogos» monetizando. Mi actividad en redes es voluntaria, y tratando de mantener un enfoque más técnico, para aquellos que no solo quieran saber si tal o cual fenómeno ocurrirá, sino también el porqué. Parte lo hago por pasión, y parte porque identifiqué un vacío que había que intentar llenar: información profesional, con enfoque en la mística aeronáutica, sin abandonar lo relax de las redes sociales. Lo hago cuando el tiempo me lo permite. También brindo asesorías a sistemas de alerta temprana.
El aumento en la temperatura de los océanos está afectando directamente la energía de los sistemas que nos impactan. Un océano más cálido es como una olla de presión: libera más energía y, sobre todo, más humedad a la atmósfera. Esto significa que cuando las tormentas se forman, tienen un combustible extra. El resultado es que vemos tormentas más intensas y con un mayor potencial de precipitación en periodos cortos. Las lluvias ya no son las mismas de antes: ahora son más torrenciales y, a menudo, más localizadas.
Si bien los cambios han sido progresivos desde finales del siglo pasado, con el calentamiento global, fue alrededor del año 2010 cuando empezamos a notar variaciones más severas y frecuentes. Ese año, en particular, fue un punto de inflexión. Empezamos a ver temporadas de lluvia más cortas, pero con eventos extremos mucho más intensos y, a su vez, temporadas secas más prolongadas y calurosas. Los patrones que conocíamos se volvieron menos confiables.
Sí, por supuesto que es posible. Seguimos haciendo proyecciones muy confiables, pero la complejidad ha aumentado significativamente. La variabilidad atmosférica y climática actual, con eventos extremos más recurrentes y erráticos, nos obliga a trabajar con modelos que incorporan una mayor cantidad de variables y a estar en constante reajuste. Los pronósticos a largo plazo se han vuelto más desafiantes, pero la tecnología nos ayuda a generar previsiones a corto y mediano plazo con bastante fiabilidad.
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No, no diría que son menos precisos. Más bien, los modelos actuales son más complejos porque tienen que procesar una mayor cantidad de datos y variables.
La principal variación, sin lugar a duda, es la intensificación y la frecuencia de los eventos extremos. El clima se ha vuelto menos predecible, oscilando entre sequías prolongadas y lluvias torrenciales. La «normalidad» climática que teníamos se ha perdido. Ahora, las temporadas de lluvia son más concentradas, con periodos secos más largos y calurosos; y cuando llueve, lo hace con una fuerza que antes no era común. Es esta dualidad extrema, de sequía e inundación, la que se ha vuelto la nueva constante en el clima de la región. Por eso es frecuente que en mis redes encuentres una advertencia sobre la importancia de la vigilancia continua. Porque la variabilidad es alta, los modelos tienen sus limitantes, y ahí, donde el modelo falla, el meteorólogo debe imponerse para minimizar la brecha entre incertidumbre y realidad.
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