Hace cuatro años, el Parque Colón de Santa Ana no lucía tan sucio, deteriorado y abandonado como en la actualidad y su entorno tampoco contribuye a levantar una buena imagen.
Hace cuatro años, el Parque Colón de Santa Ana no lucía tan sucio, deteriorado y abandonado como en la actualidad y su entorno tampoco contribuye a levantar una buena imagen.
Frente a la Antigua Escuela de Artes y Oficios de Santa Ana, sobre la calle José Mariano Méndez y la avenida Matías Delgado, se encuentra el Parque Colón, uno de los espacios más transitados en la periferia del Centro Histórico. Su ubicación lo convierte en un punto clave del transporte público y de la actividad comercial de la zona.
No existe un registro exacto del año en que fue edificado, pero investigaciones estiman que su construcción ocurrió entre 1900 y 1940.
Según el documento «Propuesta de medidas y acciones para la revitalización urbano arquitectónica de los parques del centro histórico de Santa Ana» elaborado por la Universidad José Matías Delgado en 2017, este espacio tiene un valor cultural e histórico por su cercanía con la Antigua Escuela de Artes y Oficios José Mariano Méndez, un centro de estudios que entre finales del siglo XIX y principios del XX formó a decenas de oficios como albañilería, carpintería, hojalatería y zapatería.
El estudio también advierte que el mal estado del mobiliario, la ausencia de elementos históricos visibles y el deterioro de las construcciones que lo rodean limitan el potencial del parque y su proyección como un espacio de valor para la ciudad.
Lo que antes fue un espacio verde, con senderos y áreas de descanso, desde hace dos años y medio funciona como un mercado improvisado para los vendedores afectados por el incendio del mercado central de Santa Ana en 2021.
Los usuarios de alrededor de 300 puestos ubicados en este parque están agradecidos con la municipalidad por haberles brindado una solucióntemporarl a su situación de desamparo tras el siniestro del mercado. Sin embargo, actualmente aseguran atravesar una situación insostenible por la poca afluencia de compradores en dicho parque. Esto lo atribuyen a la falta de conocimiento para promocionar el parque.
Agregado a esto, en los alrededores del parque Colón conviven diversos tipos de negocios como cervecerías, donde en distintas horas del día se observan personas que enfrentan situaciones relacionadas con la adicción al alcohol, o personas en situación de indigencia por sufrir enfermedades mentales, y que generan algún tipo de incomodidad entre los mismos vendedores o transeúntes.
También hay presencia de trabajadoras sexuales, quienes forman parte de la compleja realidad social de esta parte de Santa Ana que se podría considerar como la «zona roja» de la ciudad.
Estas dinámicas reflejan la diversidad y los múltiples retos que afronta esta área del centro histórico de Santa Ana, debido a que son sectores estigmatizados por las condiciones en las que viven y cómo socializan con las demás personas.
«Ya han pasado situaciones que estás platicando y te llegan a ofender, hemos tenido personas agredidas por locos con piedras» señala Ángel Cárcamo, uno de los vendedores más antiguos del lugar, sobre las personas que generan algún tipo de desorden público.
El marco legal que rige el comportamiento en la vía pública en Santa Ana son diversas ordenanzas, entre las que figuran: «Ordenanza para la Convivencia Ciudadana y Contravenciones Administrativas del Municipio de Santa Ana, la cual debe regula el comportamiento que altere la paz y tranquilidad en los espacios públicos».
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También, la ordenanza Reguladora de la Actividad de Comercialización y Consumo de Bebidas Alcohólicas establece la prohibición de otorgar licencias si el negocio está ubicado a menos de cien metros de unidades y centros de salud, hospitales y centros educativos.
Aunque no se mencionan específicamente parques, la cercanía a espacios públicos generalmente está regulada para evitar molestias o daños al orden. Usualmente los vendedores o transeúntes de esta zona aseguran que este tipo de negocios y conductas generan rechazo a visitar el lugar.
Cárcamo también denuncia que en ocasiones: «Ya no aguantamos estar aquí. Es bien duro para nosotros» refiriéndose a las pocas ventas que realizan durante el día. Lo ejemplifica con una venta de carne, pues, antes se podían vender de tres a cuatro res diarios. Ahora, con suerte se vende uno a la semana, asegura.
Solo dos agentes y dos policías cuidan el parque, ya han tenido incidentes con personas que frecuentemente pasan bajo los efectos del alcohol.
Sobre la 14 Avenida Sur al lado del parque, se encuentran siete pilas dobles de cemento sobre la cuneta, entre la calle y la acera. Personas del lugar aseguran que cuando los vendedores hicieron el traslado, la alcaldía llevó esas pilas pero ahí quedaron y actualmente no están en uso.
Mientras tanto, sobre la acera hay otras siete pilas dobles que sí funcionan y son utilizadas por los mismos comerciantes de carnes, pollos, y otros productos. Tienen conexión de agua y un techo que alcanza a protegerlos del sol, pero las aguas servidas, con restos de fluidos animales, corren libremente por la cuneta.
La falta de mantenimiento, atención y soluciones transformó al Parque Colón en un espacio marcado por la necesidad del comercio. Vendedores, vecinos y transeúntes coinciden en que el lugar necesita soluciones de fondo.
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