Hace siete décadas una sospechosa racha de incendios se llevó consigo varios edificios entre ellos el de la única universidad pública del país hasta ahora. Un militar fue investigado como sospechoso estar detrás de ellos.
Hace siete décadas una sospechosa racha de incendios se llevó consigo varios edificios entre ellos el de la única universidad pública del país hasta ahora. Un militar fue investigado como sospechoso estar detrás de ellos.

Cuatro años después del incendio que redujo a cenizas la Catedral de San Salvador otro consumió el edificio de la Universidad de El Salvador y la Dirección General de Correos, ubicados en la manzana entre la avenida Cuscatlán y la calle Rubén Darío, a solo metros de lo que hoy en día es conocido como el Kilómetro Cero y frente al ala norte de Catedral Metropolitana.
En la noche del miércoles 9 de noviembre de 1955, las llamas redujeron a escombros los edificios contiguos uno del otro, en menos de dos horas, las estructuras con gran parte de su infraestructura hecha de madera y lámina pasaron a ser historia.
El Diario de Hoy documentó los hechos de aquella noche, al día siguiente el incendio de la hasta ahora única universidad pública del país y de la Central de Correos ocupaban el titular principal, en mayúsculas totales se leía: UNIVERSIDAD Y CORREOS DESTRUIDOS ANOCHE POR VORAZ INCENDIO.
De acuerdo a los registros, a eso de las 11:00 de la noche del 9 de noviembre, un fuerte temblor recordó a los capitalinos por qué el lugar en el que se asienta su capital es conocido como el Valle de las Hamacas, dada su propensión a los sismos.
«15 minutos después de un violento temblor, se inició el fuego en el edificio postal, propagándose a la Universidad», se lee en una breve introducción a la nota principal de la edición del jueves 10 de noviembre de 1955 de este periódico.

El temblor serviría de preludio a lo que sucedería a partir de las 11:20 de la noche, a esa hora, el fuego comenzó a devorar la manzana.
Cuerpo de Bomberos acudió para sofocar las llamas de forma oportuna, pero los intentos fueron en vano, los edificios ardieron hasta donde pudieron, los esfuerzos de los bomberos se enfocaron en que el fuego no llegara a otras edificaciones cercanas, que por aquel entonces compartían características.
De acuerdo con los registros periodísticos junto a bomberos, policías y guardias nacionales, estudiantes universitarios y varios otros ‘sansalvadoreños’ hacían intentos por rescatar objetos de las fauces del incendio.

En la redacción de El Diario de Hoy, en la madrugada del día 10, el equipo de turno escribió las siguientes líneas: «A la una de la mañana de hoy — momento en que escribimos esta información— el fuego no había sido sofocado del todo, pero sí había sido controlado debidamente, de tal forma que representaba ningún peligro para los almacenes vecinos».
Las pérdidas en la manzana de la Universidad y Correos fueron cuantiosas, sin mencionar el valor simbólico, histórico y arquitectónico, en Correos se habló de pérdidas de varios centenares de miles de colones.
Los primeros informes citados en las notas periodísticas hablaron de varios estudiantes universitarios con lesiones producidas por el fuego, cuando ellos apoyaban con la evacuación de enseres de la Universidad y de la muerte de un motorista a quien supuestamente una viga de la Dirección de Correos le cayó cuando intentaba sacar un vehículo.

El viernes 11 de noviembre de 1955 una delegación judicial llegó al lugar del incendio y comenzó la investigación del mismo, en la edición de El Diario de Hoy de ese día se describe la zona como «el más desolador de los panoramas en el centro de la capital».
«Más de la mitad de los implementos de la Facultad de Odontología hundidos en cenizas, todo el instrumental moderno de la Facultad de Economía desaparecido, dos vehículos de Correos quemados y los valores globales de las especies fisco-postales de esa Oficina irremediablemente perdidos, todo ello arrojando una cuantiosa pérdida», documenta un párrafo de la nota.
Junto con la delegación del Juez Quinto de lo Penal de San Salvador Dr. Napoleón Guerrero llegaron dos técnicos electricistas de la Inspección General de Servicios Eléctricos, Carlos Alberto Marchelli y José Jorge Fernández, quienes declararon no poder adelantar una opinión sobre el origen del incendio sin antes realizar la inspección.
Ese viernes 11 de noviembre, a eso de las 5:30 de la tarde un grupo de universitarios hizo un pequeño desfile por vías del centro capitalino como la calle Arce y la calle Rubén Darío, una manifestación de duelo por la sentida pérdida del Alma Máter y que finalizó frente a los escombros de los que alguna vez fue la Universidad.

Millares de salvadoreños se unieron a la manifestación de duelo de los estudiantes. En la zona, el entonces rector de la Universidad de El Salvador, Romeo Fortín Magaña, dirigió unas palabras a la concurrencia.
Fue en este desfile, en el que se esparció una hoja volante y en la que, según registros periodísticos, se esparció también el rumor de que se trató de un incendio provocado. Citados por un reportero, un asistente al desfile exclamó: «Cosa grave es hacer acusaciones sin tener prueba alguna».
El incendio de la Universidad y Correos a siete décadas de sucedido es un misterio en su causa, desde un posible cortocircuito devenido del fuerte sismo minutos antes hasta la posible mano criminal. A pesar de que las pesquisas iniciaron estas se perdieron en el paso de las décadas.
El sábado 12 de noviembre, a casi 72 horas del siniestro, la investigación se vio interrumpida por la falta de personal para remover escombros y acceder al área de sótano de la Central de Correos, así lo hizo constar una nota publicada en la edición de ese día en este periódico.
El juez Guerrero, acompañado por personal de la Fiscalía General de la República, pidió apoyo al Coronel Marco Antonio Molina, ministro de la Defensa Nacional en aquel entonces, con el objetivo de remover escombros y agilizar la investigación, sin embargo, el militar solo respondió, citando una nota periodística de El Diario de Hoy, que «la tropa no podía colaborar en esos trabajos».

El antiguo edificio de la Universidad funcionó durante 76 años, desde 1879 hasta 1955, funcionaron todas las facultades y oficinas administrativas hasta que Medicina se segregó debido al crecimiento en la afluencia de estudiantes y se trasladó a las cercanías del Hospital Rosales.
Fue sede también del Museo Nacional y de la Biblioteca Nacional, así como también existió un jardín botánico en el patio, comenta el docente, investigador e historiador salvadoreño Carlos Cañas Dinarte. Era de dos pisos, abajo, salones en los que se dictaban cátedras y dedicados al funcionamiento de la biblioteca y arriba un salón de actos y las oficinas administrativas, describe.

El historiador relata que la investigación hecha en conjunto Cuerpo de Bomberos y la Fiscalía reveló que las puertas del sótano de la Dirección de Correos habían sido violentadas y que la aduana postal había sido saqueada.
«La aduana postal era donde llegaban todos los fardos, paquetes y todo lo que llegaba desde el extranjero, entonces allí podía haber desde dinero en efectivo hasta mercadería valiosa, se llevaron el dinero de las estampillas, se llevaron estampillas que era como tener dinero en efectivo en esa época también», explica Cañas Dinarte.
Una extraña seguidilla de incendios se desató a mediados de los años cincuenta que consumió o dejó daños en sitios como el Mercado Central de San Salvador, en lo que hoy es el Hula Hula; la Escuela Normal de Maestras, en lo que hoy es el predio Ex Biblioteca; otros más en el cuartel San Carlos, cerca de lo que hoy es la Universidad de El Salvador, un conato de incendio en el ferrocarril de Occidente y el voraz incendio de la Universidad y Correos también fueron parte de esa racha.
Por estos hechos, el coronel del Ejército Enrique Palomo Bonilla, fue investigado por un Juzgado de lo Penal de la capital como sospechoso de ser el autor intelectual de estas conflagraciones a lo que se sumaba una acusación por supuesto asesinato.

«Se alegó en su momento que él había incendiado el Correo y la Universidad por un tema de seguros, de cobrar unos seguros», explica el historiador Cañas Dinarte.
En la edición del 6 de enero de 1960, El Diario de Hoy recoge que los bachilleres Sergio Mauricio Romero Hernández y Carlos Herrera Rebollo fungieron como parte acusadora en contra de Palomo. Ellos pidieron la detención provisional del militar en calidad de sospechoso. La petición al juez no procedió.

Hacia marzo de 1960, en un inusual giro del proceso, el escritorio del secretario del Juzgado que conocía la causa fue saqueado, desapareciendo en el hecho el expediente sobre la investigación de los incendios y el supuesto homicidio junto a las pruebas de cada uno de los casos.
La Dirección de Correos se trasladó provisionalmente al otro lado de la avenida Cuscatlán, justo en la esquina con la calle Delgado en donde funcionó la Tesorería Nacional, este edificio fue demolido en 1985 y hoy en su lugar hay un local comercial; la Universidad, en tanto, se trasladó a su ubicación actual, la Ciudad Universitaria al final de la 25ª Avenida Norte, lo que alguna vez fue parte de la hacienda San Carlos.
Con las décadas, en la manzana en la que estuvieron los dos edificios alguna vez fue habilitada la plaza en honor a José de San Martín, una de las máximas figuras por la lucha de la Independencia del Imperio Español en Perú y Argentina.
La creciente afloración de ventas informales desde los ochenta también llevó a que para las décadas venideras este espacio fuera ocupado por comerciantes de ropa, cinchos y comida rápida, hasta abril de 2016, cuando fueron desalojados.
Casi una década después del desalojo, el gobierno salvadoreño reconstruyó la plaza bajo el nombre como «Plaza Universitaria», la cual fue entregada, sin haber sido inaugurada oficialmente, en comodato a la Dirección de Obras Municipales (DOM), una instancia que depende de la Presidencia de la República y que asume algunas funciones que las municipalidades antes tenían. El comodato fue aprobado por el Concejo Municipal de San Salvador Centro revocando el que ya tenía la Universidad de El Salvador.
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