«Amor eterno» o «Viejo, mi querido viejo», son las canciones que más les solicitan a Antonio Álvarez para que cante frente a los sepulcros.

Entre flores y recuerdos, una voz se alza cada noviembre en el cementerio municipal de Suchitoto. Es la de José Antonio Álvarez, conocido cariñosamente como Toñito, el Ruiseñor de Suchitoto, un hombre que ha hecho del canto no solo su forma de vida, sino también un acto de amor hacia los que ya partieron.
Desde días antes del 2 de noviembre, muchas familias lo buscan para que interprete boleros, rancheras o canciones clásicas como «Amor eterno» o «Viejo, mi querido viejo» frente a las tumbas de sus seres queridos. Vestido de charro, micrófono en mano y con su bocina portátil, Toñito convierte el camposanto en un escenario lleno de emoción y gratitud.
Incluso, algunos salvadoreños que viven en Estados Unidos lo contratan para cantar a distancia: mediante videollamadas, ven cómo Toñito dedica su voz a quienes descansan en paz.
«Les dejo mi alma como gratitud», dice con humildad.
Su historia personal está marcada por situaciones difíciles. Perdió a sus padres cuando apenas era un niño, y fue su abuelita quien le enseñó el valor del esfuerzo y la fe. Ella escuchaba la radio cada mañana, y entre esas melodías Toñito descubrió su vocación.

Hoy, el Ruiseñor de Suchitoto canta de forma profesional en bodas, bautizos, misas y funerales. Aunque confiesa que la vida no siempre fue fácil, nunca perdió la esperanza. «Quise ser sacerdote o chef, pero esos sueños se truncaron por varias cosas», contó.
Antonio también agradece a las familias de Suchitoto que lo apoyaron para terminar su bachillerato y lo ayudaron en los momentos más difíciles. Muchas de esas personas ya fallecieron, y en señal de gratitud, cada año él mismo les canta en su tumba.
Además de su talento, es un hombre de mil oficios: trabaja en lo que sea necesario para llevar el pan a la mesa de su hogar, donde lo esperan su esposa y su hijo. En cada nota que entona frente a una tumba, rinde homenaje no solo a los muertos, sino también a la vida.
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