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Calzado Rivas, casi 40 años de producir zapatos en el Centro Histórico

Artesanos y peluqueros resisten en las casas históricas del Centro de San Salvador. Los talleres han ido desapareciendo de a poco.

Negocios o historias detras de viviendas con estructura antigua de lamina troquelada y madera.

Sobre la 4a Calle Oriente, entre la 10a y 8a Avenida Sur, bajo un portal estilo neoclásico de madera con dos pilares y un marco triangular, se encuentra “Calzado Rivas” una vivienda que funciona como un taller artesanal de confección de zapatos con material de cuero real, establecido en 1987.

Cuando Ricardo Rivas comenzó a alquilar la vivienda, tuvo que efectuar reparaciones en la estructura debido a los daños del terremoto de 1986. El inmueble tiene un desnivel, por lo que Rivas colocó unas vigas de madera en forma diagonal al interior para que la casa no se desplome. 38 años después, la vivienda de lámina verde turquesa sigue en pie.

Rivas es un artesano del zapato que aprendió este oficio en la década de los años 50 del siglo pasado. Nació en 1943, y con 18 años ya estaba montando su primer taller cerca del Parque Centenario. Luego, en 1987, se trasladó al actual local. Aprendió el oficio por necesidad pero, con el día a día, terminó amando lo que hace.

“Antes llegué a tener a 30 artesanos en este taller, pero se fueron yendo poco a poco” nos dice. Actualmente, Reynaldo Orantes, su sobrino, es quien sostiene el negocio por “la buena calidad de trabajo que hace” asegura don Ricardo. 

Rivas tiene bien marcada su crianza cerca del Parque Centenario, donde convivió entre zapateros trabajando en talleres instalados en viviendas con estructuras y edades similares. “Estas casas también marcan nuestro rubro” dice con bastante firmeza a sus 82 años. 

Durante 70 años de su vida se dedicó a hacer zapatos de alta calidad, incluso para marcas prestigiosas, tanto nacionales como internacionales, asegura. 

📷FOTOGALERÍA: Negocios sobreviven entre lámina troquelada y madera en el Centro de San Salvador

Ahora, Reynaldo Orantes, su sobrino, es quien se encarga de mantener un oficio que está más desaparecido que nunca, explican ambos. Ser artesano del zapato es cada vez más difícil porque las industrias han simplificado el proceso de armado de un zapato. Ahora hay suelas prefabricadas de caucho, goma u otros materiales que facilitan el armado con cuerina artificial. 

Negocios o historias detrás de viviendas con estructura antigua de lámina troquelada y madera.
Desde 1987, Ricardo Rivas y Reynaldo Orantes están al frente de un taller artesanal de zapatos sobre la 4a Calle Oriente. Foto EDH/Emerson Del Cid

Mesas y estantes llenos de hormas, pliegos de cuero de res de distintos tamaños, una máquina de coser zapatos que está vigente desde 1987, y decenas de moldes es parte de la utilería que se encuentra en este negocio donde trabajan con disciplina desde las 8:00 a.m. hasta las 5:00 p.m.

El relevo generacional de este oficio es una preocupación grande tanto para Reynaldo Orantes, como de Ricardo Rivas. Aseguran, pues, que no hay jóvenes interesados en conocer, aprender y ejercer este oficio desde una óptica más artesanal, hecho a mano. 

“Vaya a buscar artesanos de zapato y no va a encontrar. Zapateros hay muchos, artesanos no” dice tajantemente Rivas, mientras mide un calzado para la escuela de sus sobrinas bajo unas imágenes de Monseñor Romero. 

Tanto Orantes como Rivas apoyan las políticas implementadas desde el Gobierno de Nayib Bukele y todas las dependencias del Estado. Las consideran necesarias. Pero también están conscientes que, debido a los requisitos que implementa la Autoridad de Planificación del Centro Histórico de San Salvador, seguramente en algún momento dejen de operar en el mismo lugar en el que han estado casi por cuarenta años.

“Lo más difícil es cómo los dueños de locales se han aprovechado y han encarecido las cosas. El que antes podía valer $300 ahora cuesta $800” dice Orantes. El considera este proceso como algo normal, parte de la “modernización”.

“Toda la vida lo hablamos con él (con su hijo), que la plusvalía se iba a disparar cuando las pandillas se acabaran. Ahora el problema es que la gente se aprovechó de eso”.

Negocios o historias detrás de viviendas con estructura antigua de lámina troquelada y madera.
Ser artesano del zapato es cada vez más difícil porque las industrias han simplificado el proceso de armado de un zapato. Ahora, en vez de las hormas de madera o plástico como las de la foto, hay suelas prefabricadas de caucho, goma u otros materiales que facilitan el armado con cuerina artificial. Foto EDH/Emerson Del Cid

En sus razonamientos, Orantes concluye que este tipo de espacios son más rentables para quienes tienen un mayor estatus económico y no para un artesano, por ejemplo. “Para la pizza, el pollo es rentable. Pero para personas artesanas no. El mismo consumismo hace que la gente solo vea marca, se va perdiendo lo tradicional” concluye.

Tanto Ricardo Rivas como su sobrino Reynaldo solo piden apoyo de autoridades en forma de confeccionar calzado para poder ganarse la vida como lo han hecho desde hace décadas.

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