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Operación «Southern Spear» y sus consecuencias para América Latina

Desde el 11 de noviembre, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, anunció un reforzamiento significativo del dispositivo militar contra los cárteles del narcotráfico.

Lancha- Destruyen- Pacifico-Mueren- Tres- Personas

La «guerra contra los cárteles del narcotráfico» en América Latina, iniciada en agosto de 2025 tras la firma de una orden ejecutiva del presidente Donald Trump dirigida al Pentágono, ha entrado en una nueva fase. Desde el 11 de noviembre, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, anunció un reforzamiento significativo del dispositivo militar.

La operación Southern Spear —»Lanza del Sur»— ya está en marcha. Sus objetivos han sido claramente formulados: «eliminar» a los cárteles de la droga, calificados como «narco-terroristas», y proteger a Estados Unidos de «las drogas que matan a nuestro pueblo».

El anuncio se produce solo tres días después de la llegada al Caribe del portaaviones más grande del Pentágono, el USS Gerald R. Ford, y su grupo de ataque -más de 4.000 marineros y decenas de aeronaves-. Se suma así a otros buques de guerra, un submarino de propulsión nuclear y cazas que ya estaban en la zona.

Este despliegue militar ha ido emparejado con amenazas a Nicolás Maduro y con la destrucción de una veintena de embarcaciones en aguas del Caribe y del Pacífico oriental (lo que ha matado a unos 70 de sus ocupantes), que Washington asegura que son lanchas que transportan fentanilo a Estados Unidos.

Dos frentes de combate

La estrategia estadounidense se articula en dos frentes:

1. El frente exterior.

Se ha desplegado un dispositivo militar marítimo sin precedentes en la región. En los últimos días arribó el portaaviones USS Gerald Ford, acompañado del Carrier Strike Group, integrado por buques lanzamisiles equipados con Tomahawk. En total, unos 15.000 militares operan en un escenario híbrido que combina lucha contraguerrilla y operaciones de tipo convencional. La presencia aérea también es notable: desde los F-35 con base en Puerto Rico hasta los F-18 Super Hornet y helicópteros de diversos tipos, un despliegue inédito para el Caribe.

2. El frente interior.

En territorio estadounidense, la operación busca combatir el consumo de drogas, presentado como «una amenaza inmediata» para la sociedad. Washington insiste en la necesidad de proteger y defender «la patria».

Un enemigo multinacional

El despliegue se dirige contra organizaciones inscritas por Washington en su lista de grupos terroristas: los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, la MS-13 salvadoreña, el Clan del Golfo colombiano, y los venezolanos Tren de Aragua y Cartel de los Soles. En consecuencia, toda América Latina aparece involucrada en un conflicto de nuevo tipo.

Para Estados Unidos, la dimensión geopolítica es evidente: se trata de reasegurar el Hemisferio Occidental, con acceso tanto al Pacífico como al Atlántico. Desde el fin de la Guerra Fría, América Latina ganó autonomía diversificando sus alianzas comerciales, mientras Washington concentraba su atención en otros escenarios —Asia Central y Afganistán, Oriente Medio o, más recientemente, Europa desde febrero de 2022—. En este período, China se convirtió en uno de los principales socios de la región, el primero de Brasil y actor creciente en Ecuador, Perú, Argentina y Panamá.

«El presidente Trump ordenó actuar, y el Departamento de Guerra está cumpliendo», asegura Hegseth en su mensaje, en el que afirma que «esta misión defiende nuestra patria, expulsa a los narcoterroristas de nuestro hemisferio y protege a nuestra patria de las drogas que están matando a nuestra gente».

«El Hemisferio Occidental es la vecindad de Estados Unidos, y la protegeremos», concluye el mensaje.

El contexto regional y la oportunidad estratégica

La inauguración en 2024 del puerto peruano de Chancay reforzó las rutas comerciales transpacíficas y consolidó la inserción económica regional tras la crisis por la pandemia. Pero la diversidad política y económica del continente dificultó la articulación de mecanismos de cooperación regional eficaces.

Para Washington, atacar al narcotráfico desde una perspectiva simultáneamente militar y política permite no solo fortalecer la seguridad en su frontera sur, sino también debilitar, aislar —e incluso aspirar a derrocar— a gobiernos acusados de connivencia con el narcotráfico. En esa lógica, los blancos principales serían Venezuela bajo Nicolás Maduro; y, en menor medida, Colombia, donde Gustavo Petro, pese a liderar un país catalogado como «aliado mayor extra-OTAN», mantiene tensiones con Washington por su cercanía con Caracas y su defensa de un orden internacional alternativo abierto a Rusia y a grupos como Hezbollah.

A ello se suma la crisis crónica de Haití en pleno Caribe. La permanencia de Maduro en el poder tras el fraude electoral del 24 de julio pasado, y sus ambiciones territoriales sobre la zona más rica de Guyana, han reactivado la alarma internacional. El eje Caracas–Managua, con Cuba como telón de fondo, aparece cada vez más vulnerable. China evita involucrarse en dimensiones de seguridad, y para Rusia resultaría difícil intervenir en América Latina mientras concentra recursos en Ucrania y Asia Central.

Un punto de inflexión

Estados Unidos, con una lectura clara del nuevo tablero geopolítico latinoamericano y de sus implicaciones comerciales y de seguridad, considera que tiene ahora la oportunidad de modificar en su favor la correlación de fuerzas e influencia en la región, redefiniendo esquemas que marcaron a América Latina durante décadas.

Por primera vez desde el fin de la Guerra Fría, una parte del equilibrio mundial parece jugarse en territorio latinoamericano, que ha regresado a un punto de fractura y de inflexión en las relaciones internacionales.

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